Al caer el llamado «socialismo real», el mundo estaba gastando
en armamento el 3.8% de su PIB, sólo un poco menos de lo destinado a
la salud (4.5%) y a la educación (5%). Desde entonces hasta el atentado
terrorista del 11 de septiembre, los gastos militares mundiales tuvieron un
significativo descenso. Las armas convencionales se redujeron de 40 mil millones
de dólares (40 mmdd) en 1984 a 20 mmdd en 1994. La importación
de armas bajó de 31 mmdd en 1987 a 12 mmdd en 1994; y en 1995 hubo 4,6
millones menos de soldados respecto a 1989. Esto no significa que se hubiese
terminado con el absurdo armamentismo: en 1995 se gastaban todavía 4,6
millones de dólares en armas cada minuto, y en el año 2001 el
gasto militar mundial se calculó en unos 839 mil millones de dólares.
El país más belicoso del mundo es EEUU. Pese a que no tiene ya
ningún enemigo fuerte, en 1999 vendió el 54% de las armas del
mundo, más que el total combinado de todos los otros mercaderes de armas.
Al terminar su mandato, el presidente Bill Clinton había conseguido para
2001 un presupuesto militar de 311 mmdd (más de 7 veces el gasto militar
combinado de las siguientes 7 potencias militares del mundo).
Megaproyecto para una nueva época
Con el 11 de septiembre de 2001 se inicia una nueva era marcada ya por las
guerras contra Afganistán e Irak. Los presupuestos militares se incrementaron
significativamente: para 2002 se solicitaron 351 mmdd, y para 2003 se llegó
a los 364 mmdd. El presupuesto para 2004 se había calculado en 380 mmdd;
pero con motivo de la guerra contra Irak, se aumentó hasta los 446 mmdd
(4.4% del producto interno bruto de EEUU). Si a esto se añaden los gastos
de la posguerra, puede no pasar mucho tiempo antes de que el gasto militar alcance
el 6% del PIB que alcanzó en 1983, en plena guerra fría, lo que
supondría 616 mmdd (suma similar al PIB de México), un aumento
de 170 mmdd respecto al nivel actual.
La cantidad es escalofriante; pero lo es más al saber que esto forma
parte de un megaproyecto calculado para el tiempo que pretende permanecer la
administración Bush en el poder, o sea, de 2002 a 2009. Según
el Centro para Información de la Defensa (CID): ''se planea gastar 2.1
billones de dólares en el aparato militar los próximos cinco años".
Sus objetivos:
Continuar con la exploración del espacio próximo e iniciar su
ocupación para fines militares con constelaciones de satélites
de inteligencia, comunicaciones y vehículos no tripulados.
Intereses económicos y utilización del miedo
La justificación oficial para obtener la aprobación de tan cuantiosos
presupuestos es «enfrentar amenazas de hoy y prepararse para los retos
del futuro». Sin embargo, son patentes los intereses económicos.
Por no hablar de las garantías que recibieron los consorcios petroleros
con la guerra, podemos echar una mirada a la lucrativa industria de las armas.
Toda guerra es "un bacanal en honor al dios de la guerra", pues de
lo que se trata es de impresionar al mundo y demostrar el poderío. En
Irak se arrojaron en una noche mil misiles, 30 mil toneladas de dinamita, 5
mil obuses. Hay que destruir, y claro, luego habrá que reponer. Algunas
de las bombas arrojadas cuestan un millón de dólares cada una:
habrá quien se interese en que se arrojen. La guerra dinamiza la economía
de EEUU. La empresa SY Technology, fabricante de sistemas de comunicación
y dirección de misiles, manejará un total de mil 900 millones
de dólares considerada "ayuda humanitaria". La reconstrucción
de Irak será otra fuente de fabulosos negocios: El contrato atribuido
a Bechtel por la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID)
prevé el desbloqueo de fondos hasta por 680 millones de dólares
en 18 meses
y entre tanto, se deja la «ayuda humanitaria»
a la comunidad internacional. Sin embargo, estos inimaginables gastos militares
están desequilibrando otros sectores de la economía de EEUU: llevan
al país a un déficit fiscal; mientras que el déficit comercial
que se agrava cada año (de 100 mmdd en 1989, se pasó a 450 mmdd
en 2000). De ahí la urgencia que tiene EEUU para imponer el ALCA a todo
el Continente y acaparar el comercio y los recursos de la región.
Se atemorizó a la población exagerando los riesgos del terrorismo,
a fin de que aceptara estos gastos como necesarios para la «seguridad
nacional». ¿Realmente las armas garantizan mayor seguridad? Recordemos
la locura compartida de los años de la guerra fría, cuando cada
una de las superpotencias podía destruir a su adversario varias veces,
el mundo tenía los nervios de punta, pues nada impedía que algún
gobernante demente, como los hay, apretara el fatídico botón en
una confrontación de la que no resultaría ningún vencedor.
Las armas, en lugar de dar seguridad, la quitan. Tampoco las llamadas "armas
ligeras", garantizan la seguridad familiar. Tan sólo en Nueva York
y en Washington existen 200 millones de armas pequeñas en manos de civiles,
casi la mitad de las que existen en el mundo. Más de 100 policías
se dedican de tiempo completo a patrullar las escuelas públicas en búsqueda
de armas de fuego, pues un periódico calculó que 100 mil de éstas
ingresan cada día a las escuelas. Las pistolas son tan populares que
un banco en Colorado las ofrece a sus depositantes en lugar de pagar intereses
sobre sus depósitos. En EEUU unas 30 personas mueren cada día
por armas de fuego, aproximadamente 10.828 homicidios anuales (compárese
la cifra con los 103 muertes cada año en Alemania, 73 en Inglaterra y
Gales, 27 en Japón y 6 en Nueva Zelanda). A pesar de esto, las medidas
para aplicar un mayor control son casi siempre derrotadas en el Congreso.
Poco antes del 11 de septiembre, el presidente Bush trataba de convencer al
Congreso para que aprobara la construcción de un costoso escudo antimisiles
como protección para un eventual ataque terrorista del exterior. Pero
el choque contra las Torres Gemelas fue perpetrado por terroristas entrenados
en las escuelas de vuelo norteamericanas, utilizando aviones comerciales salidos
de aeropuertos norteamericanos, con gasolina norteamericana
y con un
simple cuchillito de los que sirven en los aviones. El terrorismo es un fenómeno
complejo que implica diversos elementos: uno de ellos es la miseria. Cuando
las condiciones de vida se vuelven insoportables y no se tiene ya nada que perder,
ni siquiera la vida misma, despojada de futuro, se puede llegar a la decisión
de los kamikaze. De acuerdo a los politólogos y científicos sociales,
la mejor forma de combatir el terrorismo es aislarlos de su base social; pero
la política belicista estadounidense se ha aislado del mundo.
Guerra y neoliberalismo
El capitalismo está en crisis. Ha crecido en las últimas décadas acaparando más y más trozo del pastel del comercio mundial. Las multinacionales se han hecho con el 50% del pastel, reduciendo la participación de los demás actores sociales. Pero ya no hay más pastel que repartir (ver el artículo de Dierksxens, pág. ), a no ser que se trate de robar pastel... Ése es uno de los motivos de la guerra contra Irak: recuperar un mercado petrolero que se había escapado del coto estadounidense, y asegurar para el futuro una participación en el comercio de las segundas mayores reservas petroleras del mundo. La guerra no es más que otra cara del neoliberalismo, que expande su mercado por otros medios.
Queda claro que los gastos militares de EEUU no tienen una finalidad defensiva,
sino intimidante: mantener la hegemonía militar en todo el mundo la
llamada «Pax Americana Duradera» en la que el monopolio de las
grandes armas disuasivas refuerza el monopolio económico, el monopolio
tecnológico, el monopolio financiero y el monopolio de los recursos
naturales.
Por lo demás la la industria de la guerra es una de las más rentables, y EEUU ha optado por ella consistentemente: su complejo industrial militar armamentístico emplea a 2.2 millones de personas, 2% de la fuerza de trabajo civil. Este sector recibió en 1999 y 2000 contratos anuales del Departamento de Defensa por 118 mil millones de dólares. Sin guerra no hay industria militar; EEUU necesitaba la guerra contra Irak. La Industria bélica y la guerra misma son parte del neoliberalismo.
Otro uso del presupuesto armamentístico es posible
Según Mons. Onaiyekan, presidente de la Conferencia Episcopal de Nigeria, con lo que costó cada bombardeo en Afganistán se podría construir un hospital en la región. Esto debilitaría el terrorismo; mientras que las destrucciones y las muertes lo fomentan. ¿Qué sucedería si los presupuestos militares se canalizaran como ayuda al desarrollo? ¿No se tendría entonces un mundo más seguro? El presupuesto militar norteamericano para el 2004 representa una cantidad 10 veces mayor a la que considera el Banco Mundial como necesaria para reducir la pobreza a la mitad para 2015. Bastarían los gastos militares norteamericanos de tan sólo 40 días para lograr este objetivo. En vez de esto, la ayuda para los países en desarrollo va en disminución: en la Cumbre de Monterrey, en marzo 2002, se constató que la de 2001 bajó a 38 mmdd, frente a los 40 mmdd de 2000. Otro uso del presupuesto armamentístico es posible.