Hoy nos reunimos en esta Iglesia Catedral para recordar a un hombre de fe, a nuestro hermano en el episcopado y obispo auxiliar de esta Arquidiócesis de Guatemala, monseñor Juan José Gerardi Conedera.
Nuestro recuerdo es en primer lugar una oración fraterna por su eterno descanso. Es ésta una tradición piadosa de la Iglesia Católica en el aniversario de la muerte de nuestros difuntos. A Dios nuestro Señor ofrecemos esta mañana el santo sacrificio de la Misa pidiendo la vida eterna para aquellos seres queridos que en su vida terrena se esforzaron por guiar sus pasos de acuerdo con el Evangelio. Estamos seguros que monseñor Gerardi, un hombre de fe que siguió radicalmente a Jesucristo, se encuentra gozando ya de la eternidad de Dios.
También oramos esta mañana para que todas aquellas virtudes de nuestro hermano, que lo llevaron a hacer el bien y a transparentar en su ministerio su fe en Cristo, sean motivación para que otras muchas personas quieran seguir de manera radical a Jesús. Oramos para que especialmente su profundo amor a la verdad, su denodado espíritu de justicia, su entrañable amor a Dios y a los más necesitados, sean asimismo motivación para que muchos otras personas sigan fielmente a Jesucristo, nuestro camino, verdad y vida. Más aún, que el Espíritu Santo se valga de la ejemplar entrega de monseñor Gerardi a los pobres para suscitar en muchos jóvenes el deseo de ofrecer su vida a Dios en el ministerio sacerdotal. Que el servicio a todos y en particular a los más pobres, connotaciones que marcaron a lo ancho y a lo largo la vida y el ministerio de monseñor Gerardi, inspire a sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos a imitar a Jesús que vino a servir y a dar su vida en rescate por todos. Que el trabajo realizado por monseñor Gerardi en el campo de los derechos humanos y en la búsqueda de la verdad, nos motive a todos los creyentes a poner nuestros ojos fijos en Jesucristo que nos llama a reconocer en todo prójimo a un hermano y a buscar siempre la verdad, pues en la verdad se realiza la justicia y el amor. Oremos, pues, para que la memoria siempre viva de monseñor Gerardi nos inspire a todos nosotros y, con la fuerza del Espíritu Santo, nos conduzca a un seguimiento más intenso, más comprometido y más radical de Jesús y de su Evangelio.
Hace hoy diez años, monseñor Gerardi fue cruel, salvaje y brutalmente asesinado. No obstante haber concluido la primera fase del juicio, su muerte no ha sido esclarecida del todo. Es más, pareciera que el proceso y el juicio para determinar responsabilidades se caracterizó y caracteriza más por el propósito de entorpecer la investigación que por buscar la verdad. Tampoco la violencia ha estado ausente habiendo tenido que lamentar la muerte de algunos testigos procesales y ha llegado hasta el asesinato en la cárcel de uno de los procesados, asesinato que condenamos enérgicamente en su momento.
Siempre hemos dicho que queremos saber toda la verdad, sea cual fuere, porque estamos plenamente convencidos que sólo sobre la verdad es posible otorgar el perdón. “La verdad os hará libres”, ha dicho el Señor. Que lo oigan los todavía ocultos y cobardes autores materiales e intelectuales del crimen. Que lo sepan claramente quienes se esfuerzan por confundir a la opinión pública sobre los verdaderos móviles del crimen. Con toda serenidad, en este día, como lo hice en el quinto aniversario de este horrendo crimen, como arzobispo metropolitano, reitero la postura de la Arquidiócesis de Guatemala: como discípulos de Jesús, estamos dispuestos a otorgar el perdón a los culpables, pero queremos saber a quién hay que perdonar y de qué. Queremos la reconciliación que supera el pasado y que abre la posibilidad de un mejor futuro, pero tenemos derecho a saber el pasado que hay que superar y el futuro que es posible construir. Esta es la razón principal por la cual el Arzobispado de Guatemala se ha constituido hasta el momento en querellante adhesivo y lo seguirá haciendo en el futuro.
En esta conmemoración puedo asegurarles, queridos hermanos y hermanas que, mientras el Señor me permita ser el pastor de esta Arquidiócesis de Santiago de Guatemala, en unión con mis hermanos los obispos de la Conferencia Episcopal, no escatimaré esfuerzos para que se haga justicia a un hombre justo, como lo fue monseñor Gerardo, a pesar de las presiones de algunos sectores para desistir de esta querella, no obstante las calumnias, las intimidaciones y las difamaciones de que ha sido objeto la Iglesia Católica y nuestra Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado. Puedo decirlo delante de Dios, que a todos nos ha de juzgar. Que no nos anima el más mínimo espíritu de revancha o de venganza. Solamente queremos saber la verdad sobre este horrendo crimen.
Queridos hermanos y hermanas: La resurrección de Nuestro Señor Jesucristo sostiene nuestra convicción de que nuestro mundo se sostiene por el amor de Dios “Esta es la fuerza victoriosa que ha venido al mundo: nuestra fe”. La fe en Cristo resucitado nos impulsa a superar cualquier rencor con el perdón, a transformar el egoísmo en solidaridad, a sustituir la violencia por el derecho y la ley, a cambiar la desesperanza por la confianza de que el futuro está en manos de Dios. Que esta Celebración Eucarística nos renueve a todos interiormente para seguir dando testimonio del Evangelio. Que permanezca siempre viva la memoria de Monseñor Juan José Gerardi, gloria del episcopado guatemalteco, un profundo enamorado de Dios y al mismo tiempo, un profundo servidor de los más pobres, de los más necesitados, de los sin voz, de los marginados.
Para nosotros, quienes le conocimos y apreciamos, Gerardi es la viva encarnación de la opción preferencial por los pobres que ha marcado y debe seguir marcando el caminar de la Iglesia en nuestro país.
Guatemala, 26 de abril del 2008