Luces y Sombras de la Iglesia en América Latina
Introducción
La celebración de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano es ocasión propicia para tratar cuestiones concernientes a la historia de la Iglesia en América Latina.
Quisiera empezar recordando las palabras de Monseñor Romero:
“Evidentemente, la Iglesia ha cambiado. Es evidente que, en los últimos años, la Iglesia tiene una nueva visión del mundo y de su relación con ese mundo. Quien no capte o acepte esta nueva perspectiva se incapacita para comprender a la Iglesia. Mantenerse por ignorancia, o por intereses egoístas, anclado en un tradicionalismo sin evolución es perderse hasta la idea de la verdadera tradición cristiana. Porque la tradición que Cristo confió a su Iglesia no es como un museo de recuerdos para conservar; viene sí del pasado y se debe amar y conservar con fidelidad, pero mirando siempre hacia el futuro. Es una tradición que hace a la iglesia novedosa, actual y eficaz en cada época de la historia, es una tradición que alienta su esperanza y su fe para seguir pregonando, para invitar a todos los hombres, hacia “los cielos nuevos y la tierra nueva”, que Dios ha prometido.
(Apoc.21, Is. 65,17.) De: La Iglesia, Cuerpo de Cristo en la Historia.
Animada por esa esperanza, quisiera considerar el caminar de nuestra Iglesia con sus luces y sombras.
En el proceso de la Iglesia en los últimos tiempos podemos considerar tres momentos:
1) La década del cincuenta e inicio de los años sesenta.
La Iglesiapercibe la urgencia de situarse de manera adecuada frente a las nuevas situaciones creadas por la sociedad moderna secularizada. En América Latina, la teología va tomando en serio las transformaciones que van ocurriendo en la sociedad y los cuestionamientos de la presencia eclesial en esas transformaciones. Aunque no se puede hablar de un pensamiento teológico original en América Latina, se van dando las condiciones para que ese pensamiento nazca y se consolide.
Crece el nivel de conciencia eclesial y se empieza el cuestionamiento sobre el nivel de inadecuación de las pastorales y del discurso evangelizador en las nuevas condiciones del pueblo de Dios en el Continente.
Se crean organismos eclesiales de gran envergadura, como el CELAM y la CLAR,
Se da también en ciertos países un apogeo en la participación de los laicos, sobre todo a través de la acción católica, con una nueva forma de presencia de la iglesia en la sociedad: la ACU y la JOC en Brasil son muy importantes y las diversas denominaciones en cada país como la ACRO en Guatemala, etc.
La reunión del Concilio Vaticano II es un momento crucial en la historia de la iglesia, abriendo una nueva época que Juan XXIII llamó de “Primavera Eclesial”. En él estaban presentes ya Don Helder Cámara, quien se destaca en el Mensaje de Varios obispos sobre una Iglesia Pobre y con los Pobres, Manuel Larraín y Gustavo Gutiérrez es ya perito del Episcopado peruano en el Concilio.
2) Del Vaticano II a Medellín y Puebla.
Este es un período histórico de extraordinaria riqueza, pero también de mucha complejidad.
La recepción del Vaticano II en América latina tuvo el efecto de un terremoto. De repente todas las estructuras y esquemas de la Iglesia fueron cuestionados. Fue una sorpresa que la colocó de repente entre el desafío de asimilar en pocos meses los resultados de casi 80 años de evolución de las Iglesias de la Europa Occidental.
Por otro lado, la realidad latino-americana era ignorada por los teólogos del Concilio, por lo que no se pudieron dar respuestas a sus problemas específicos. Hubo pues una aceleración de la historia y una distorsión, al introducir en América Latina problemas que no existían.
Se divulgaron las enseñanzas de la nueva teología conciliar de una manera original y creativa por lo que el Concilio tuvo en el Continente manifestaciones multiformes que alcanzan la vida de la iglesia en todas sus dimensiones.
A partir de entonces, en esta media centuria la Iglesia latinoamericana fue redescubriendo su identidad y misión, a medida que se fue abriendo al Espíritu y se dio generosamente a estos pueblos, preferencialmente a los pobres, trató de mantenerse fiel al Evangelio, interpretando la realidad desde la fe y sirviendo a la persona concreta.
Medellín fue la carta magna del movimiento hacia la pobreza, es el punto culminante de la historia post-conciliar. Medellín hizo una lectura creativa del Vaticano II: logró establecer un diálogo desde la realidad del Continente con las orientaciones del Concilio, que con sus grandes ejes teológicos y opciones pastorales nos ofrecerá una nueva concepción de Dios, más cercana y comprometida, una nueva manera de comprender el mundo y la historia, el paso de Dios cuando de situaciones inhumanas se camina hacia situaciones humanas.
Nos propuso una educación liberadora que partió de la concientización iniciada por Freire. Nos presentó una Iglesia pobre, que se realiza en el pueblo, un compromiso por la paz y la justicia, la liberación de la situación de injusticia, de la situación de violencia institucionalizada que niega la paz y que constituye una situación de pecado, fue toda una culminación de ese dinamismo post-conciliar.
Como resultado de dicha reunión se multiplican las comunidades eclesiales de base, abriendo espacios de una vivencia de la fe, en profunda articulación con la vida y con un fuerte compromiso político.
Sin embargo, las grandes contradicciones del sistema económico vigente dejan ver la incapacidad de solucionar los desequilibrios sociales y de producir los cambios urgentes.
Desde el punto de vista político la implantación de los regimenes autoritarios, la represión de los derechos humanos, la doctrina de la seguridad nacional como una defensa contra la supuesta infiltración marxista, repercute en varios países donde cambia el panorama político instaurando una represión que incide en los cambios que la iglesia venía asumiendo, ofreciéndoles una brutal y despiadada resistencia.
La Iglesia llega a posiciones audaces de denuncia y profecía, (la profecía es denuncia y anuncio de esperanza), los anhelos de liberación del pueblo encuentran apoyo en la teología de la liberación que acentúa el análisis de la realidad, sobre todo el análisis de la fe de las comunidades como punto de partida de la teología. Se da también la liberación de la teología de lastres premodernos, de religiosidades populares de tipo milagrero y comercial, doctrinas que se pueden presentar en cualquier contexto sin atender a las preguntas existenciales que en él brotan, etc.
La teología de la liberación y la liberación de la teología son un poco las denominaciones simbólicas de las dos corrientes de los dos fundadores – Gustavo Gutiérrez y Juan Luis Segundo- y son un incentivo en las pastorales específicas, en la vida religiosa inserta, que desembocan en la persecución, por lo que cientos de cristianos, religiosos, sacerdotes comprometidos sufren el martirio.
En el final de la época de los setenta Puebla confirma y legitima las grandes intuiciones y avances de ese período y oficializa la evangelización liberadora, bajo el signo de la opción preferencial por los pobres, retomando la Encíclica Evangeli Nuntiandi de Pablo VI, como Medellín había tomado la Populorum Progressio. La reflexión y la producción teológica se nutren de esa vitalidad eclesial y nace y se consolida un pensamiento teológico más autóctono y original.
Puebla aportó una claridad doctrinal al ofrecer los contenidos de la Evangelización centrados en Jesucristo, la Iglesia y el Hombre, la tarea evangelizadora adquirió una clara dimensión cristológica, invitando a hacer la experiencia de salvación en El y asumirlo como modelo de vida.
Estos años –los 80– son también los años del cuestionamiento de la Teología de la Liberación de parte de la Congregación de la Fe, presidida desde 1981 por el Cardenal Ratzinger, quien firma las dos instrucciones sobre Teología de la Liberación y sobre Libertad y Liberación. Son los años de los cuestionamientos también de Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Jon Sobrino, etc., que terminan en resultados diversos personales.
Surgen varias figuras y movimientos sociales indígenas, Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz –ella sigue considerándose católica- los Zapatistas, y los movimientos de Ecuador y Bolivia.
Por el otro lado –la otra cara de la medalla- están las derrotas electorales de los antiguos movimientos revolucionarios –Sandinismo, FMLN, URNG- y sus divisiones, muy importantes, porque con sus proyectos políticos se había concretado el compromiso político cristiano de muchas Comunidades de Base
Se debe mencionar también la consolidación del Pluralismo Religioso de América Latina, con el auge de los movimientos pentecostalistas, de las clases pobres generalmente y neopentecostalistas, de las clases medias y altas y de los militares. Y también con la adquisición de ciudadanía –por así decirlo- de las antiguas religiones indígenas (maya, quechua, aymara) y afroamericanas (santería, candomblé, etc…). Y la materia pendiente del diálogo interreligioso.
Finalmente, hay que mencionar la celebración de la Cuarta Conferencia general del Episcopado, Santo Domingo, con el giro hacia la Evangelización de las Culturas y la Nueva Evangelización (que un poco se contrapone a lo que de verdad fue “nuevo” o al menos novedoso en Medellín y Puebla). En Santo Domingo se vivió el control de la curia vaticana y aparecen claramente dos tendencias: una más doctrinal atenta a las afirmaciones de las verdades de la fe y su correcta aplicación en el Continente y otra, que partiendo de la realidad quiere descubrir en ella los rasgos de la actual presencia de Dios y desde ésta trazar las líneas pastorales más acordes con las necesidades de los pueblos latinoamericanos. De esas divisiones surgió un documento sin consistencia, se trató de una especie de paro a los avances de Medellín y Puebla, que aplaza para más tarde las urgencias de la vida eclesial en América Latina.
Hay que reconocer que uno de los mayores aportes de la conferencia reside en lo que Sobrino denomina el reconocimiento del otro, en concreto al indígena, al negro y a la mujer.
3) La realidad de los últimos años.
La realidad que nos toca vivir hoy desde finales de los 90 y principios de este milenio constituye en “tiempo de Dios”, un verdadero “kairos”. Somos testigos del gran cambio vivido por la humanidad, que muchos han definido como un “cambio de época”. En este tiempo hemos escuchado los gritos de nuestros pueblos, pero también la gracia de interpretar sus señales en los signos de los tiempos y responder a las llamadas de conversión y al compromiso en la construcción de un tiempo nuevo, que ayude a ser realidad el sueño de otro mundo es posible”, o como decía Monseñor Gerardi: “una Guatemala distinta”.
Como en todo tiempo, encontramos algunas sombras y luces que nos cuestionan y nos retan para seguir en este caminar cada vez más complejo de América Latina.
Algunas sombras…
A partir de los últimos años del siglo pasado en muchos países vivimos las repercusiones de la situación creada por los gobiernos militares dictatoriales inspirados en la ley de la seguridad nacional. En esos tiempos dieron su vida muchos de nuestros mejores compañeros y compañeras de camino y quisieron matar todas nuestras ilusiones y sueños.
A las dictaduras militares se siguieron democracias frágiles y casi siempre ineficientes. Gobiernos que se dejaron y se dejan dictar las leyes y reglas desde afuera, con las cuales deben regir nuestros pueblos.
En la mayoría de nuestros países se nota actualmente una gran falta de liderazgos, sobre todo en la política, no contamos con hombres ni mujeres verdaderamente comprometidos con la causa del pueblo, pues muchos fueron exterminados o desaparecidos. Nuestra clase política se ha caracterizado por falta de ideales y de honestidad, o por el uso del poder en beneficio propio.
Ingresa totalmente el modelo neo-liberal o de ajuste estructural en el que van entrando todos los países del continente. Tendencia al mercado libre y total, la privatización de las empresas estatales, de la globalización creciente, de la hegemonía absoluta del mercado. Es el tiempod e la globalización del comercio, de los medios de comunicación, en la economía mundial. Hay un mayor deterioro en el sector social y sigue aumentando la pobreza. Va tomando cuerpo la hegemonía del poder del capital internacional, sobre todo a raíz de la reunión de las Naciones Unidas en Copenhague en l996. Hay una falta de equidad en la distribución de los bienes y comienza a sentirse la conciencia del malestar generalizado.
La opción por el pobre parece totalmente ausente en un modelo neo-liberal sin entrañas que afecta y corrompe no sólo la economía, sino también todo intento de vida y de esperanza de nuestros pueblos. Nos ha invadido muchas veces el desánimo, nos parecía casi imposible luchar dentro de un sistema hegemónico tan poderoso que hace cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres.
Las crisis de las utopías y paradigmas llevan a buscar nuevas referencias y alternativas. Vivimos una desilusión ante el final de los grandes proyectos de transformación que soñamos en diversos niveles. Pensamos que ya no hay lugar para los indígenas, los afro-americanos, sobre todo por la discriminación económico-social que siguen sufriendo todavía hoy. Hemos observado el recrudecimiento de la situación de injusticia estructural del Continente latino americano, el énfasis que se había puesto en lo cultural y en lo ecológico, las grandes transformaciones ocurridas después de la caída del socialismo histórico, se han olvidado.
La violencia se ha enseñoreado en nuestros países por diversas razones, exclusión de las grandes mayorías empobrecidas, muchos jóvenes son víctimas de la guerra y actualmente del crimen organizado.
Fuerzas neoconservadoras y fundamentalistas ganan espacios en la sociedad, en la iglesia y en la vida religiosa. Nos dice José María Vigil: “Pertenezco a esa generación que se ha pasado la vida –literalmente 40 años- luchando por la puesta en práctica del Concilio Vaticano II, por la defensa de sus propuestas, y por su recuperación. Hace años que el discurso informal conservador nos viene repitiendo que el Concilio es un pasado remoto al que hay que dejar de mirar, porque ya se pasó su hora y ya no tiene vigencia. Nosotros, los apasionados por el Concilio siempre sostuvimos su actualidad, su vitalidad perenne, su urgencia pendiente, su vitalidad inmarcesible.”
En estos años infinidad de veces se ha condenado la Teología de la liberación, otras se le ha ignorado y ha sido considerada nociva y peligrosa por su método de análisis, o se le declara acabada, pero la verdad es que ese rechazo se debe a que puso el dedo en la llaga en la realidad de dolor y muerte vivida por nuestros pueblos.
Junto a esa realidad se ha mal interpretado a las comunidades eclesiales de base y mientras eran apoyadas como células del pueblo de Dios por algunos de los pastores, en otros lugares del Continente no eran bien vistas a causa de la realidad que descubrían.
Falta una evangelización más profunda, no se han valorado suficientemente las expresiones de religiosidad popular, existe confusión ante las múltiples ofertas espiritualistas y lo más grave es que muchos sacerdotes no ofrecen un acompañamiento personal ni una formación pastoral en su parroquia.
Preocupa el avance de las sectas y nuevos movimientos religiosos. Se estima que en los últimos diez años descendió fuertemente el número de católicos en muchos países. Ha crecido mucho el número de jóvenes indiferentes, sin ninguna creencia. Dentro de la iglesia diversos movimientos poco han contribuido a la evangelización liberadora en el Continente. En ellos se está abusando de los métodos fundamentalistas y del uso del sentimentalismo y de la emoción para atraer a las gentes, aunque siempre hay algunos en que se ha logrado una conciencia social.
Pero sobre todo se han criticado internamente todos los cambios y presionado para una vuelta de ruta. El conservadurismo ha vuelto para quedarse, ocultando las relaciones entre la fe cristiana y la realidad.
La implementación de un clericalismo dentro de nuestra iglesia. En lugar del servicio (diakonía) muchos sacerdotes recién ordenados han priorizado el poder. Muchos obispos y la Curia Romana contribuyen también a reafirmar ese poder y de fomentar el arribismo en la iglesia.
Esa situación también está unida a la falta de formación en los seminarios y muchas veces en la formación de la misma vida religiosa, especialmente la masculina. Jóvenes que llegan de los campos son acogidos en lugares o casas fuera de su realidad y se les consiente con una vida fácil y poco comprometida.
Por último estamos viviendo en muchas partes el riesgo de una segunda vuelta a la “gran disciplina”, con el fortalecimiento del conservadurismo en la Iglesia.
Pero hay luces…
Desde la vida hemos descubierto que toda experiencia es pascual y desde el Crucificado/Resucitado y hoy desde los crucificados de nuestra historia interpretamos la realidad que se hace cada vez más sacramento y lugar teológico de la manifestación y revelación de Dios, del Señor para cada uno de nosotros y nosotras. Desde allí contemplamos:
La esperanza que sigue animando a nuestros pueblos y las iglesias cristianas. Nuestro pueblo tiene una fe y una esperanza contra toda esperanza. Ej. desde la tormenta Stan, a pesar de la absoluta pobreza en que quedaron muchas familias, no han dejado de luchar por reconstruir sus pueblos, comunidades y su propia vida.
Aunque se creía en la muerte de la teología de la liberación (TL), sigue adelante, lo que se creía sólo el rostro propio de la «renovación conciliar» en este Continente, que Medellín -que propició o acogió esa teología-, fue mucho más que una simple aplicación. Fue, sí, una «aplicación», y una aplicación concienzuda, consecuente, y fiel, pero con una fidelidad creativa, creadora, que aplica un espíritu atreviéndose a caminar por sí misma bajo su inspiración. América Latina puso en práctica aquello que tanto se dijo: que el Concilio no era sólo un punto de llegada, sino, a la vez, un punto de partida.
Siguen presentes los enfoques, los ejes nuevos, los pasos adelante, realmente «post-conciliares», que suponían una novedad real más allá del Concilio. La TL asumió plenamente la teología conciliar, pero la reelaboró, llevándola a un nivel ulterior, a un planteamiento nuevo, a un enfoque distinto, constituyéndose como una nueva teología que era fruto y herencia de la novedad conciliar. Sus ejes teológicamente estructurales como son:
a) una lectura histórico-escatológica de la realidad
b) el reinocentrismo
c) la opción por los pobres, siguen estando presentes.
Se ha profundizado en cristología: la asunción consecuente de la vuelta al Jesús histórico, el descubrimiento de la «Causa» de Jesús, un nuevo sentido de su cruz..., en eclesiología, se ha ampliado mucho el nuevo «modelo» de Iglesia, pueblo de Dios, sabemos que todo somos iglesia, han surgido una gran cantidad de comunidades y de nuevos ministerios..., en misión: el descubrimiento capital del reinocentrismo, la opción por los pobres, la nueva relación «fe y política»....
Actualmente la TL se encuentra felizmente madurada y florecida en ramas diversas a cargo de nuevos «sujetos emergentes», de la TL confrontada con la perspectiva de género, con la causa ecológica, indígena o negra.
Las comunidades de base siguen vivas y se articulan en forma distinta a través de la síntesis fe/vida. Desde ese pueblo de Dios de las comunidades evangelizadores se ha nutrido la teología del laicado a partir de la llamada común del bautismo, fuente de todas las vocaciones. Actualmente los laicos han asumido un protagonismo creciente y se están formando en varias escuelas de teología.
La vida religiosa ha tomado en serio la responsabilidad, inició un proceso de refundación cuyas elementos fundamentales fueron la vuelta a Jesucristo y a las fuentes de la Vida religiosa, para construir una vida religiosa mística y profética. La CLARha sido una luz, un organismo de animación, reflexión y compromiso que no ha cesado de profundizar y recrear esa vida.
Ha correspondido al CELAM la preparación, celebración y seguimiento de estos eventos eclesiales que han ido marcando la vida pastoral del continente y continúa impulsándolos. Las conferencias de Medellín, Puebla y Santo Domingo nos condujeron a un cambio de lugar geográfico, social, cultural, teológico, espiritual y político. Aprendimos a valorar nuestra riqueza y a trabajar desde nuestras culturas.
Hemos logrado construir redes eclesiales, inter-culturales, inter-congregacionales, ecuménicas, de diálogo religioso desde la búsqueda común de la justicia, la paz, la integridad de la creación y canales de solidaridad.
Se ha hecho visible a la mujer latinoamericana y caribeña en la Iglesia y la sociedad. En ese sentido la vida religiosa femenina es la que más pasos ha dado.
A nivel político se están logrando en América Latina gobiernos más democráticos: Lula y otros de su equipo que no han estado marcados por la corrupción, Ricardo Lagos, que terminó su presidencia con más de un 70% de apoyo popular en encuestas, mientras que fue electo por un poco más del 50%, Michele Bachelet, primera mujer presidenta de Chile, Kirchner y para algunos, Chávez, pues es muy ambiguo y últimamente Evo Morales que todavía no sabemos.
Los foros mundiales de Porto Alegre, Mumbay, Caracas, se han transformado en una instancia internacional de lucha por los derechos fundamentales de los pueblos en contra de Davos/N.York, en su lucha por la competencia y el sistema.
Conclusión
Al contemplar con una mirada de fe nos damos cuenta que la marcha de estos años con luces y sombras nos da esperanza.
El mejor fruto de estos 50 años de camino han sido nuestros mártires, como la mejor prueba de autenticidad y fidelidad en estos años, hombres y mujeres, sacerdotes, religiosos y laicos que han regado su sangre en nuestras tierras por la vida de los pobres… debemos recordar su memoria pues como dice Don Pedro Casaldáliga: “Si perdemos la memoria de los mártires, perdemos el futuro de los pobres”.
Hoy seguimos recordándolos, con nosotros y nosotras está presente Angelelli, Romero, Gerardi, tantos sacerdotes y religiosos que regaron la siembra de la evangelización y los miles de cristianos y cristianas comprometidas por el amor a su pueblo.
Hoy seguimos resistiendo, aunque a veces se nos hace difícil, podemos mirar el Continente como un lugar teológico, desde el cual podemos ver los desafíos del mañana. No hemos dejado de hacer camino ni perdido la esperanza.
No podemos permitir que toda la riqueza y tradición de la iglesia de América Latina quede olvidada. Por eso debemos dejar oír nuestra voz, nuestro clamor, en la preparación de la V Conferencia, los obispos han insistido en que debemos participar y como Organismo de Solidaridad debemos seguir luchando para que en Jesucristo vivo nuestros pueblos tengan vida plena. Debemos proclamar que la “esperanza ha perdido el miedo.”
Bibliografía:
De Freitas, carmelita: La Reflexión Teológica al servicio de la Vida Religiosa en América Latina.
Moreira, Vilma. Evaluación y Prospectivas del Caminar del Cristianismo en América Latina y el Caribe.
Meléndez, Guillermo. El concilio plenario y las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano.
Ruano, Victor. El camino de la Iglesia Latinoamericana en los últimos 50 años. Rasgos más significativos.
Vigil, José María. ¿Adiós al Vaticano II?
Agradecimiento al P. Juan Hernández Pico por su colaboración.