ESPIRITUALIDAD REVOLUCIONARIA
DEL APÓSTOL LEONIDAS PROAÑO MAHATMA DE LOS ANDES
(A la luz de algunas BIENAVENTURANZAS)*
POR: Patricio Del Salto Galán
Miembro de la Fundación Pueblo Indio Del Ecuador
(Constituida por Monseñor Leonidas Proaño)
1. EL APÓSTOL LEONIDAS PROAÑO
Caminar por las huellas del Apóstol Leonidas Proaño es seguir con total fidelidad a Jesús el Cristo, el revolucionario asesinado por el sistema opresor de su tiempo por enseñar que no debemos ostentar poder alguno y que el distintivo debe ser el servir con amor sin privilegios. Basta recordar sus palabras:
“…Los reyes de las naciones se portan como dueños de ellas y, en el momento que las oprimen, se hacen llamar bienhechores. Ustedes no deben ser así. Al contrario, el más importante entre ustedes se portará como si fuera el último, y el que manda como el que sirve.
Pues ¿quién es más importante, el que está sentado a la mesa o el que sirve? El que está sentado, ¿no es cierto? Sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve” (Lucas 22, 24-27)
“Se levantó mientras cenaba, se quitó el manto, se ató una toalla a la cintura y echó agua en un recipiente. Luego se puso a lavarles los pies a sus discípulos y se los secaba con la toalla.
Cuando llegó el turno de Simón Pedro, este le dijo: ’ Tú Señor, ¿me vas a lavar los pies a mí? Jesús le contestó: Tú no puedes comprender ahora lo que yo estoy haciendo. Lo comprenderás después.’
Pedro le dijo: ‘A mí nunca me lavarás los pies’ Jesús respondió: ‘Si no te lavo tu no podrás compartir conmigo.’” (Juan 13, 4-8)
Esta es la enseñanza sublime del Maestro, la enseñanza revolucionaria por excelencia que es entregada para bien de la humanidad, y que lastimosamente ha sido tan mal comprendida, tergiversada e incluso tomada como inspiración para realizarla una vez al año en los templos, cuando es una enseñanza para llevarla a cabo durante toda la vida. Así lo entendió el Señor Jesús y la pusieron en práctica los primeros cristianos, al punto de que esta virtud de la humildad y el servicio a los pobres era su distintivo fundamental, de tal manera que entre ellos no habían puestos de poder, sino tareas de servicio.
Taita
Leonidas Proaño entendió y vivió a cabalidad esta y todas las
enseñanzas
de Jesús, por ello se desprendió de toda posibilidad de privilegio
que le pudiera conferir el hecho de ser obispo, y optó libremente
por vivir como un cristiano consagrado a los valores del Reino, es
decir: a
la Verdad, el Amor,
la Justicia, la Libertad,
la Paz.
Podemos entender posiblemente de mejor manera ahora sus palabras:
“Los obispos debíamos realizar grandes esfuerzos por transformar una iglesia de imagen piramidal en una iglesia comunitaria... Comprendí que los sacerdotes habíamos sido acaparadores de todos los carismas en la Iglesia, que nos habíamos convertido, en vez de servidores, en dominadores del pueblo y que los laicos estaban llamados a jugar un papel preponderante. (Creo en el hombre y en la comunidad, pág. 100, Segunda Edición).
Y hace un llamado urgente a realizar un proceso de DESCLERICALIZACIÓN para servir adecuadamente a la humanidad:
“Estas características del mundo de hoy exigen que el sacerdote se desclericalice para humanizarse, encarnándose profundamente en medio de las angustias y esperanzas de los hombres. Exigen que se dé lugar a un sacerdocio pluralista que pueda insertarse en los más variados ambientes culturales. Exigen que el sacerdote, en donde quiera que trabaje, sea un promotor de vida comunitaria.” (Ibíd., pág. 162).
Para ello propone:
“En adelante, el Seminario, nuclearmente, será la familia, y expansivamente, será la comunidad cristiana. El problema está entonces, en hacer de la familia un seminario nuclear y en construir alrededor de la familia, la comunidad cristiana. La familia y la comunidad cristiana serán fundamentalmente el nuevo seminario o semillero. ¿De qué? De cristianos. ¿Y de dónde saldrán los sacerdotes? ¿Quién los formará? Fundamentalmente, la familia y la misma comunidad cristiana.” (Ibíd., pág. 163).
Y precisa cual deberá ser la misión de los que pretendemos ser fieles a Cristo:
“El Evangelio, para nosotros es Cristo mismo. El es la Buena Nueva de salvación para todos los hombres. El es la Buena Nueva de salvación para los pobres. El es el grito de liberación para los oprimidos. Vivir el Evangelio es comprometerse con la misión que Cristo ha traído a la tierra”. (Ibíd., pág. 240, Segunda Edición).
Contemplar la vida de Leonidas Proaño es tener la oportunidad de percibir en este tiempo a un discípulo de Cristo, que vivió con la misma categoría de los apóstoles de las primeras comunidades cristianas, libre de todo poder y rebosante de capacidad de servicio y consagración a las nobles causas de su Maestro. Este apóstol latinoamericano solo puede ser seguido por aquellos y aquellas que tienen la valentía y sencillez de ceñirse el delantal y servir a la humanidad a ejemplo del Cristo, a quién él sirvió y amó con todas sus entrañas, particularmente en los pobres y dentro de ellos de manera especial a los indígenas. Recordemos la afirmación que dejaba en claro su concepción revolucionaria sobre el templo en relación con el amor que sentía por los pobres y en especial por los indígenas: “Un indio vale más que una catedral”.
2. EL MAHATMA (GRAN ALMA) DE LOS ANDES A LA LUZ DE LAS BIENAVENTURANZAS.
Las Bienaventuranzas son la quinta esencia de las enseñanzas de Jesús, el Cristo. Cabe destacar que en el Nuevo Testamento al menos 50 veces se repite la palabra griega makarios (bienaventurado, dichoso, feliz), es decir esencialmente el Sermón del Monte entraña una promesa de felicidad para los pobres y para todas las personas que aspiran a una profunda y definitiva liberación.
Por esta razón “Las Bienaventuranzas” contenidas en el Sermón del Monte, son motivo de inspiración para grandes luchadores por la justicia, la libertad y la fraternidad universal. Uno de ellos Mahatma Gandhi, que según expresa Arun Gandhi, el Mahatma «Pasaba horas estudiando la Biblia y la vida de Cristo. En particular le gustaba la filosofía expuesta por Cristo en el Sermón del Monte». En una conversación con lord Irwin, ex virrey de la India, afirmó: «Cuando su país y el mío obren en conformidad con las enseñanzas que Cristo comunicó en este Sermón del Monte, habremos resuelto no solo los problemas de nuestros países, sino los del mundo entero».
Si analizamos la vida profética de Monseñor Leonidas Proaño podemos evidenciar de manera diáfana cómo él vivió el Sermón del Monte de principio a fin. En esta ocasión solamente analizaremos ciertos aspectos de la vida profética de Monseñor Proaño a la luz de algunas de las bienaventuranzas.
La narración evangélica expresa: “Jesús, al ver a toda esa muchedumbre, subió al monte. Allí se sentó y sus discípulos se acercaron. Comenzó a hablar, y les enseñaba…” (Mateo 5, 1-2). Vio el Maestro Crístico con amor a las multitudes empobrecidas por el sistema político, económico y religioso injusto, y subió a la montaña para llenarles de esperanza, para animarles en la lucha que deberían emprender por su liberación integral, para anunciarles el camino cierto que debe recorrer todo aquel que quiere ser libre y contribuir eficientemente en la liberación de los demás.
Taita Leonidas Proaño también subió innumerables veces a las montañas de los Andes, y desde allí proclamó a los desposeídos el mensaje liberador de su Maestro, y lo hizo con la pedagogía de los sabios, es decir de manera sencilla, con la paciencia y templanza que realizan los maestros, los seres que hablan de lo que viven, aquellos que siembran las semillas que con afán han cultivado y cosechado con mucho esfuerzo en sus vidas.
Monseñor Leonidas Proaño es uno de estos grandes maestros. Como fue Mahatma Gandhi para la India, así el Mahatma-Maestro Leonidas Proaño es para los Andes y Latinoamérica una gran luz a ser descubierta, puesto que si bien cumplió su tarea como obispo de la Iglesia Pueblo a la que amaba entrañablemente, sin embargo, su vida y ejemplo para ser valorada con justeza debe ser percibida en el marco de la espiritualidad más universal y factible de ser interpretada y vivida por todas y todos los seres que tenemos hambre y sed de justicia como la tuvo él; el ser humano Leonidas Proaño, que predicó con su vida como dijera el Apóstol Cubano y Latinoamericano José Martí:
“No hay sermón como la propia vida…”
2.1. CULTIVO DEL ESPÍRITU REVOLUCIONARIO DE POBRE
“Bienaventurados los que tienen espíritu de pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. (Mateo 5, 3)
Esta Bienaventuranza no se refiere a exaltar la miseria a la que son sometidos millones de personas por sistemas políticos, económicos, sociales, religiosos y culturales injustos, sino es un llamado a la vida sencilla y digna por la que una persona opta por sabiduría de manera voluntaria. Con relación al “Reino de los Cielos”, no debemos entender a un lugar fuera de esta tierra, sino al reinado de las leyes divinas en toda manifestación de vida, obviamente también en esta tierra, y sus leyes son: la Verdad, la Justicia, el Amor, la Paz, la Solidaridad, en suma la Vida digna. Si en un sistema no prevalecen estas leyes, simplemente es un sistema anticrístico que provoca muerte y exclusión.
Por otra parte el “espíritu de pobre”, como expresa la bienaventuranza, es mucho más fácil ser cultivado por una persona pobre, y más difícil para una persona rica, como lo enseñara explícitamente el Maestro Jesús. Sin embargo hay que aclarar que no todo pobre ha logrado cultivar esta virtud en su espíritu, sobre todo cuando su corazón aspira a gozar del poder y los privilegios que ofrece el sistema engendrado por los ricos.
Dejando en claro esto, podemos afirmar que al ser sabio y libre se lo conoce por el nivel de austeridad con que vive por su propia voluntad, ya sea en el ámbito material, intelectual y espiritual. El sabio da el valor que tienen todas las cosas, no más ni menos, y no se esclaviza ni acapara nada, puesto que sabe que es un ser de paso por este planeta, por ello es solidario y comparte los bienes materiales, mentales y espirituales. Consecuentemente podríamos decir que el grado de liberación de una persona es directamente proporcional al nivel de austeridad con que ésta vive. El cultivo de ésta virtud fundamental nos posibilitará ensanchar el corazón al punto de llegar a amar y servir a toda la humanidad. Así lo concebía el Apóstol Leonidas Proaño:
“Manera enteramente distinta de ensanchar la limitación humana es la del amor. En este caso, hay una renuncia a la ambición, al tener más. Se opta más bien por la pobreza. Se está al servicio de los demás en todo sentido. Se busca el bien de los otros particularmente de los más pobres. El corazón del hombre, vivificado por el amor, se va ensanchando más y más y llega a interesarse aun por aquellos hombres a quienes ni siquiera se conoce. Estos hombres son comunitarios y consideran a todos los hombres como candidatos a formar un solo pueblo, una sola familia. Y este es precisamente el Plan de Dios. El quiere hacer de todos los hombres un único pueblo por el amor y la fraternidad. Hacia allá debemos caminar particularmente los cristianos. Cristo ha venido a la tierra para hacer realidad esta vocación del hombre. Sin perder nuestras limitaciones congénitas, podemos agrandar nuestra capacidad de amar y convertirnos en hermanos de todos. Siguiendo esta vocación, nos hacemos semejantes a Dios, nuestro Padre. Ha habido hombres que han logrado con mucho la realización del Plan divino. Citemos dos nombres: San Francisco de Asís y Gandhi”. (Mons. Leonidas Proaño: Programa Radial “Hoy y Mañana” Riobamba, 28 de enero de 1.977)
Cabe destacar que, la conciencia de un bienaventurado que tiene espíritu de pobre, que vive con austeridad a todo nivel, no puede ser manipulada ni comprada a ningún precio. El apóstol Leonidas Proaño era uno de estos hombres libres, bastaba ver la austeridad con la que vivía, la sencillez con la que caminaba sobre esta tierra, pobremente, sirviendo sin vanas pretensiones y compartiendo lo que tenía.
El hecho de haberse desprendido de sus atuendos episcopales y de optar por EL PONCHO que en su caso es el ORNAMENTO BIENAVENTURADO, dice mucho, más aún en un hombre como él que cada paso que daba era luego de largos períodos de meditación profunda, de serenidad imperturbable, de conclusiones que procuraba fueran siempre ajustadas a la verdad expresada en el Evangelio. Este acto debemos verlo como una opción profundamente revolucionaria puesto que desafiaba las estructuras de poder religioso, económico y político, más aún cuando el PONCHO fue concebido como vestimenta despreciable de los oprimidos. Con toda razón el P. Agustín Bravo amigo fiel de Taita Leonidas Proaño habla de la “revolución del poncho”, por él instaurada.
Cabe recordar las siguientes enseñanzas de Mahatma Gandhi que le calzan a plenitud a Monseñor Leonidas Proaño:
“Un investigador de la Verdad, un seguidor de la ley del Amor, nada puede guardar para el mañana. Dios nunca provee para el futuro; no crea más que lo estrictamente necesario para el día. No obstante si confiamos en su providencia, podemos estar seguros de que Él nos dará el pan de cada día, proveyéndonos de todo cuanto precisamos”
Jesús nació pobre entre los pobres. La mayoría de profetas han nacido en la pobreza. El príncipe Sidharta para alcanzar la conciencia Búdica tuvo que renunciar voluntariamente a las riquezas. Mons. Proaño no fue la excepción, forjó su carácter en el seno de su familia pobre, es así como cultivó desde niño la virtud de la pobreza y sencillez que liberan, de este modo aprendió a no idolatrar las riquezas materiales. Sus palabras son elocuentes al respecto:
“Soy hijo de familia pobre...
Supe, como todos los pobres hombres, lo que es padecer de necesidad y de hambre. Pero aprendí también a soportar privaciones sin quejas ni envidias...
Los pobres sienten casi espontáneamente la solidaridad con otros pobres, con todos los que sufren. Los ricos se vuelven egoístas.” (Mons. Proaño, en “Creo en el hombre y en la comunidad”, segunda edición, págs. 21-22, 04-03-84).
Agrega:
“Teníamos que trabajar, por lo mismo que éramos pobres.
Como en Nazaret, nuestra familia estaba compuesta sólo de tres miembros. Tres hermanos nacidos antes que yo murieron tempranamente. Como en Nazaret, los tres nos entregábamos al trabajo en la medida de nuestras fuerzas.
Tanto mi padre como mi madre dedicaban largas horas del día a tejer sombreros de paja...
...el estímulo de mis padres hizo que fuera perfeccionándome en el arte de tejer parejo y fino.
... Recuerdo que llegué a cumplir esta tarea satisfactoriamente y que me sentía orgulloso de ver mis manos ampolladas, sangrantes y luego encallecidas.
..., durante unos pocos años, mi padre arrendó unas cinco hectáreas de tierras. Entonces también aprendí a sembrar, a desyerbar y a cosechar. (Ibíd., pág. 23-24).
Todo ser que esta llamado a la liberación tiene que ser entrenado en la destrucción de su ego, de su egoísmo. Dicen los genuinos guías espirituales que si el maestro no posibilita la destrucción del ego del discípulo, no puede hacer nada con él. Las tentaciones de Jesús en el “desierto”, son la síntesis de las pruebas que debe vencer todo aquel que pretende ser libre y contribuir eficazmente en la liberación de los demás, y ellas hablan de vencer la codicia del poder político, económico o religioso.
Taita Leonidas Proaño siempre se mantuvo libre de toda carga innecesaria, incluidas las pesadas cargas teológicas dogmáticas que no dan respuestas eficaces a las expectativas de liberación de los pueblos, así entendemos sus palabras: “¿Qué cambios deben producirse en la Iglesia? Convertirse. La Iglesia se convierte en la medida en que nos convertimos cada uno de nosotros.” (Ibíd., pág. 155).
Convertirse es el llamado de Juan Bautista para iniciarse en el camino de liberación Crística, ello significa, desprendimiento de todo lo innecesario como ya se ha dicho y buscar los tesoros que los ladrones ni la polilla pueden corromper como enseña Jesucristo, es decir la sabiduría; y precisamente es lo que hizo el Apóstol Leonidas Proaño, por lo que un profeta como él no surge de la noche a la mañana, es el fruto de un trabajo arduo desplegado durante toda una vida contando por supuesto con la Fuerza, la Sabiduría y el Amor que el Gran Espíritu le concedió.
Por ello a él le cabe a perfección las sabias palabras que pronunciara el Señor Krishna en la India y que se encuentran compendiadas en el Bhagavad Guita (la Biblia de los hindúes): "El ser que está satisfecho con la sabiduría y el conocimiento, firme como una roca, dueño de sus sentidos y para quien un puñado de tierra, una piedra o el oro son lo mismo, él está en posesión de la unión con Dios” (VI, 8).
Por otra parte a la persona sabia se la distingue por la sencillez con la que piensa, habla y actúa. Monseñor Proaño al ser un hombre sencillo, aprendía de los sencillos y enseñaba de manera sencilla, por esto dice:
“...cuanto he vivido y he aprendido no ha sido extraído de las aulas universitarias de mi país o de algún otro país del mundo, sino de la cantera del pueblo, porque mi Universidad ha sido el pueblo y mi mejores maestros han sido los pobres en general y particularmente los indígenas del Ecuador y de América Latina, considerados en Puebla como "los más pobres entre los pobres". (En Palabra Viva 1, Cultura Indígena, págs. 5-6, Discurso pronunciado en la Universidad de Saarland, Alemania Federal, el 26 de octubre de 1.987 al recibir el Doctorado Honoris Causa).
Por tanto recordemos siempre que la realización de la virtud básica, la humildad, sin la cual no puede haber ninguna virtud, no la aprendió en un seminario o centro de enseñanza teológica, la aprendió junto con sus amados y venerados Maestros sus padres, y la perfeccionó en la convivencia con los pobres. De igual manera su amor y consagración a Cristo en los pobres, de manera particular a los indígenas, también lo cultivó en el seno de su familia según lo describe de la siguiente manera:
“Tanto mi padre como mi madre tenían un grande aprecio a los indígenas. Parecía que encontraran un gozo especial en conversar con ellos y en servirles...
Ese amor y respeto a los pobres, particularmente a los indígenas, llegó a formar parte de mi propia existencia. Por esto, he dicho más tarde que no he querido nunca ser traidor a los pobres, pues nací en un hogar pobre y aprendí en ese mismo hogar a amar a los pobres...” (Ibíd, pág 71).
La espiritualidad humilde y revolucionaria de Taita Leonidas Proaño le llevaba a escuchar con mucha atención a los pobres, actitud que difícilmente se observa en los que tienen espíritu de ricos, que se creen saberlo todo y por tanto consideran a los pobres como ignorantes. Para los que aprendimos su capacidad de convertirse en discípulo de los pobres, es sin lugar a dudas el mayor legado que recibimos de él, puesto que en ello radica su mística y metodología de liberación que tanta falta hace hoy en día. A continuación valoremos el credo que dio sentido a su vida:
“Creo en los pobres y oprimidos. Creer en los pobres y oprimidos es creer en las semillas del Verbo. Creo en sus grandes capacidades, particularmente en su capacidad de recibir el mensaje de salvación, de comprenderlo, de acogerlo y de ponerlo en práctica. Por esto, es verdad que los pobres nos evangelizan... Creo en la Iglesia de los pobres, porque Cristo se hizo pobre, nació pobre, creció en un hogar pobre, hizo discípulos entre los pobres y fundó su Iglesia con los pobres. Por esto, al mismo tiempo que hago mi profesión de fe en los pobres, me atrevo a tomar las palabras estremecidas de alegría de Cristo: "Yo te bendigo Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos de este mundo y las has revelado a los pequeñitos.
Esta es mi Fe. Esta Fe ha dado sentido a mi vida.” (Creo en el Hombre y en la Comunidad, pág. 246, Segunda Edición).
2.2. CULTIVO DE LA MANSEDUMBRE
“Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra” (Mateo 5, 4)
Debemos aclarar que mansos no son precisamente los cobardes. Mansos son los que no tienen miedo a nada ni a nadie, más que a transgredir las leyes divinas, es decir las leyes del Amor, la Verdad, la Justicia, la Solidaridad, la Fraternidad y la Paz.
Quienes tuvimos la oportunidad de conocer a Taita Leonidas Proaño, podemos testimoniar su valentía en todas las circunstancias. Ante cualquier reto, agresión o amenaza respondía con una postura digna, enérgica, y a la vez serena. Sus palabras llevaban en sí el filo de la espada de oro de la verdad. Su voz no temblaba o enmudecía cuando debía proclamar la defensa a favor de los desposeídos. Su actitud profética era digna de todo respeto porque siempre estaba respaldada por su testimonio de vida. Su mansedumbre era imperturbable porque cuidaba que su trabajo sea una proyección de la obra del Cristo sin vanas pretensiones personales, sino para gloria de su Maestro Jesús y de los excluidos desde hace siglos. En la sabiduría de los hindúes se diría que era un Karma Yogui perfecto (ser que está unido a Dios a través del servicio sin egoísmo), como lo fue Mahatma Gandhi. Pero esta valentía no se la adquiere de la noche a la mañana, hay que cultivarla. Recordemos sus palabras que expresan lo manifestado:
“He sido muy propenso a la cólera. En aquellos lejanos días, la cólera fue violenta. De acuerdo con la formación que recibí en la familia y más tarde de acuerdo con los propios esfuerzos, la cólera se ha convertido en mí en una fuerza concentrada. Aprendí a no explotar de inmediato. Aprendí también que la cólera es destructiva.” (Ibíd., pág 46).
"Mis padres y mis vecinos, en algunas ocasiones, se reunían para conversar. Y era muy sabroso para los muchachos, para mí especialmente, escuchar con toda atención los relatos de las revoluciones que se habían sucedido unas después de otras, dentro de esa pugna por el poder entre conservadores y liberales. Los conservadores, como es sabido, se identificaban como católicos. Mi padre y también mi madre tomaron parte, en algunas ocasiones, en estos movimientos guerreros y revolucionarios...
Es indudable que relatos de este tipo me entusiasmaban. Desde el punto de vista de la formación de la valentía, ejercieron una fuerte influencia. Aprender a vencer el miedo. A superar inclusive una fuerza más grande. Pero nunca soñé en llegar a ser soldado. Todo esto, unido a la reflexión posterior, fue creando en mí un espíritu de lucha. El mismo proceso me ha llevado también al convencimiento de que la lucha por los más grandes valores del hombre, si bien debe ser activa e incansable, de preferencia debe ser no violenta, no sangrienta, no atropelladora de la dignidad de la persona humana, aunque se trate de aquellos que ejercen la opresión y la injusticia...
Dentro de este espíritu de valentía, debo colocar las reflexiones que me hacía mi padre..., me decía: `Al soldado no se lo conoce en el interior del cuartel. Al soldado se lo conoce en el campo de batalla´. De igual manera, al cristiano verdadero no se le forma en el interior de un seminario, resguardándole con gruesos muros y con un reglamento que le sirva de barrera. Al verdadero cristiano se le reconoce en medio de los peligros: debe saber luchar contra los peligros de su propio ambiente con firmeza de carácter.” (Ibíd., pág. 29-32).
Como vemos desde niño Monseñor Leonidas Proaño tuvo que cultivar su carácter. La fuerza que desperdiciaba en la cólera supo concentrarla paulatinamente para utilizarla en la lucha por la liberación personal, comunitaria y social. También observamos que su inclinación revolucionaria la manifiesta desde niño y una vez más sus maestros son sus padres y vecinos valientes.
Por tanto para toda lucha por la liberación es indispensable la valentía, ya sea que se opte por la vía armada y más aún cuando se ha optado por la lucha no violenta activa como lo hizo el Mahatma Leonidas Proaño. Recordemos que Mahatma Gandhi exigía a sus seguidores la virtud de la intrepidez como un requisito indispensable para ser militante del movimiento de liberación por la No-Violencia, sus palabras lo dicen todo:
"Mi credo de la no-violencia es una fuerza extremadamente activa. En él no hay lugar para la cobardía ni tampoco para la debilidad. Hay esperanzas de que el hombre violento sea algún día no-violento, pero no hay ninguna esperanza para el cobarde.
… La verdadera no-violencia es imposible si no se posee una intrepidez inalterable".
La violencia tarde o temprano engendra violencia, por ello pese a que Monseñor Leonidas Proaño respetaba a los pueblos que en su afán de liberación habían optado por la lucha armada, sin embargo recomendaba desde su opción evangélica optar más bien por la lucha no violenta activa como lo hizo Gandhi, Martin Luther King, Mandela, entre otros.
Hoy más que nunca debemos optar por la No Violenta Activa puesto que el imperialismo norteamericano pretende involucrarnos a los países latinoamericanos en conflictos armados que benefician a su plan de ingerencia geopolítica, a su proyecto de neo conquista y usurpación total de nuestras riquezas, y por supuesto a sus grandes empresas de armamentos, por lo que es indispensable que no caigamos en sus trampas y dinámicas guerreristas. Sin embargo está claro que debemos luchar contra toda injusticia para volver a poseer la tierra que se nos fue dada en heredad a todas y a todos. Recordemos algunas enseñanzas claves al respecto:
"La No-violencia es la fuerza de la Verdad... es la fuerza del Espíritu... es la fuerza del Amor". (Mahatma Gandhi)
Recordemos también que el Profeta Mahoma, al día siguiente de su entrada en la Meca, dijo: "Ahora la Guerra Santa ha terminado, por lo menos la Pequeña Guerra Santa, pues la Grande, la Verdadera, es la que cada cual libra dentro de sí mismo sin odio y sin efusión de sangre".
Ahora bien, Jesucristo promete que los mansos poseerán en herencia la tierra, y el Bienaventurado Leonidas Proaño hace un llamado ferviente a luchar por la defensa de la vida planetaria:
“... Busco en todas partes luchadores por la Paz y por la Vida. Debemos actuar antes de que sea demasiado tarde, antes de que la ambición y la locura de unos hombres conviertan a nuestro planeta tierra en una luna muerta, en un cementerio del espacio.” (En Palabra viva 1, Cultura Indígena, pág. 9-13, Discurso Pronunciado en la Universidad de Saarland, Alemania Federal, 26 de octubre de 1.987 al recibir el Doctorado Honoris Causa).
2.3. CULTIVO DEL SUFRIMIENTO LIBERADOR
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.” (Mateo 5,5)
Son bienaventurados los que sufren y luchan por su liberación mas no los que se han resignado a ser sometidos por las injusticias.
Monseñor Proaño era uno de los que sufrían ante las injusticias, pero buscaba de manera personal y comunitaria descubrir la verdad sobre las causas que las engendraban, para luego luchar con todas las fuerzas en pos de erradicarlas y alcanzar la liberación ya que son inhumanas, anticristianas e injustas.
El método revolucionario para descubrir la verdad y liberar al pueblo oprimido de las injusticias se sintetiza en el proceso del VER-JUZGAR Y ACTUAR, que él lo resume de la siguiente manera:
“El movimiento jocista fue para mí otra valiosa experiencia de grupo. Allí aprendí a respetar el pensamiento ajeno. Aprendí, sobre todo, el proceso de su método: Ver, juzgar, actuar. Este método se hizo carne en mí. Ver la realidad. Verla en profundidad. Averiguar sus causas. Luego juzgarla, es decir, establecer una comparación entre lo que es y lo que debe ser, entre esa realidad y el plan de Dios. Por último, actuar esto es, tomar resoluciones para cambiar esa realidad de acuerdo a los planes divinos.” (Ibíd., pág. 62).
“La comparación, mediante nuevas preguntas y problematizaciones, entre la realidad descubierta, sobre todo en sus aspectos negativos, y los designios de Dios, han provocado crisis, angustias, inquietudes hondas... Así hemos ido descubriendo la estructuración terrible del pecado en el mundo. Así hemos llegado a ver cómo, en nuestros países, en la época en la que estamos viviendo, es el capitalismo la estructuración de la “situación de pecado” de que habla Medellín...
La crisis ha provocado preguntas, casi desesperadas, en los participantes. ¿Qué podemos hacer? ¿Qué tenemos que hacer? ¿Cómo cambiar esta situación? ¿Somos capaces de enfrentarnos con esperanza a una situación semejante? ¿Qué está haciendo la Iglesia? ¿Qué hemos estado haciendo nosotros?...” (Ibíd., pág. 133).
Este método aplicado con tanta sencillez y respeto magistral por el Apóstol Leonidas Proaño constituye la aplicación práctica de su espiritualidad revolucionaria. No cualquiera puede poner en práctica este método. Para aplicarlo hay que estar dispuestos a vivir las anteriores bienaventuranzas; hay que cultivar nuestro espíritu al punto de convertirnos paulatinamente en facilitadotes del proceso de descubrimiento de la verdad de manera comunitaria; hay que tener fe en que Dios se revela a los sencillos; hay que ser capaces de ser discípulos y a la vez maestros. De tal manera que podríamos decir que Taita Leonidas Proaño era un educador magistral.
Monseñor Proaño es un guía respetuoso y a la vez un discípulo del pueblo. Es el artista de la pregunta adecuada y de la sistematización precisa. Impresionaba observar el respeto con el que preguntaba a los pobres, el cuidado con el que lo hacía. Si no encontraba respuesta a sus preguntas, las reformulaba, dando a entender que él era el que no estaba haciendo la pregunta de manera correcta y por esto no obtenía la respuesta. Mirándolo parecería que uno estaba ante el minucioso trabajo de un experimentado minero que tiene la certeza de encontrar oro, plata y diamantes dentro de las conciencias. Al final daba su aporte y entonces se le podía contemplar también como el maestro del aporte oportuno.
Todo esto lo hacía con una pedagogía sencilla lo cual facilitaba para que los pobres descubran ellos mismos las causas profundas de las injusticias que les causaban tantos sufrimientos de generación en generación. Este método se inserta dentro del proceso de concientización, evangelización y compromiso político.
El sufrimiento cuando es inconsciente esclaviza, pero cuando es consciente de las causas que lo provocan se convierte en una fuerza liberadora. Así lo descubrió Jesucristo, María la Madre de Jesús, Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Mandela, Monseñor Leonidas Proaño, entre otros. De tal manera que todos ellos con la fuerza del sufrimiento conciente impactaban a las conciencias de sus amigos y enemigos a quienes debían servir en el proceso de liberación. Así entendió Mahatma Gandhi la enseñanza de Jesús: “Cuando te den en una mejilla preséntales la otra”, entonces propuso la estrategia de no responder con violencia ante las agresiones sino de “hacer que nuestro dolor les duela”. Del mismo modo utilizó esta fuerza amorosa y redentora cuando ayunaba, cuando eran agredidos por sus enemigos, etc. En este sentido Martin Luther King expresaba:
"Podéis hacer lo que queráis, pero nosotros seguiremos amándoos...Metednos en las cárceles y aún así os amaremos. Lanzad bombas contra nuestras casas, amenazad a nuestros hijos y, por difícil que sea, os amaremos también...
Pero llegará un día en que conquistaremos vuestro corazón y vuestra conciencia y de este modo nuestra victoria será doble."
Monseñor Leonidas Proaño también puso en práctica este método liberador de las conciencias. Cuando se encontraba en sus últimos días de vida en este plano terrenal, tuve la oportunidad de estar en algunas ocasiones con él, y debo manifestar que cuando ingresábamos a la habitación en la que nos recibía, se podía percibir una atmósfera liberadora. En una de estas ocasiones sintiendo en mi espíritu esta fabulosa ayuda espiritual, entre otras cosas le dije: Monseñor nos apena por un lado que se acerca la hora en que usted nos deje cuando salga de su cuerpo, sin embargo tenemos una sana envidia de que está próximo su encuentro definitivo con el Gran Sol,….. Queríamos agradecerle por la ayuda que nos está dando a través de su sufrimiento…. Ante lo cual me interrumpió y expresó: “te agradezco y agradece sus sentimientos a los de tu equipo. Sí, ofrezco estos sufrimientos por la liberación de todos los pobres, en particular de los indígenas, y de todos aquellos que trabajan con ellos…” (Encuentro realizado por el autor en la Casa del Sagrado Corazón de Jesús de la Armenia, el 11 de agosto de 1988). Cabe destacar que Monseñor Leonidas Proaño vivió su pasión dolorosa en sus últimos meses de vida inspirándose en la Pasión de Jesús el Cristo de Dios y la Pasión a la que fue sometido Atahualpa por sus asesinos los conquistadores.
Reiteramos que el poder redentor del sufrimiento se logra cuando se aprende por sabiduría cuales son las causas del sufrimiento y por la firme resolución de no cooperar con las injusticias. A este momento del proceso Gandhi lo denominó como la no cooperación o desobediencia civil.
Por tanto concebimos como Bienaventurados a los que descubren LAS CAUSAS DE SU SUFRIMIENTO Y SE LIBERAN DE ÉL MEDIANTE EL EJERCICIO DE LA VERDAD.
En este sentido son oportunas las siguientes recomendaciones de Mahatma Gandhi:
"Hagamos que nuestro primer acto matinal sea repetir este propósito para el resto del día: `No temeré a nadie en la tierra, sólo he de temer a Dios. No alimentaré mala voluntad para con nadie; no me someteré a las injusticias de persona alguna. Dominaré lo falso con la verdad y para oponerme a lo falso aguantaré cualquier sufrimiento".
Concluyamos diciendo que los que sufren los efectos provocados por las injusticias y buscan a Dios para liberarse, son los privilegiados del amor liberador de Dios, así nos muestra el Apóstol Leonidas Proaño cuando nos dice:
“La fe cristiana nos descubre a un Dios solidario con los pobres, con los oprimidos. Leemos en el libro del Éxodo que Dios dice: ‘He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he escuchado sus gritos al maltratarlos sus mayordomos. Yo conozco sus sufrimientos. He bajado para librar a mi pueblo de la opresión de los egipcios...’, (Ex. 5, 7 y 8).”
2.4. CULTIVO DEL HAMBRE Y SED DE JUSTICIA
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” (Mateo 5,6)
En arameo antiguo se utiliza la misma palabra para designar a la verdad y a la justicia. Es decir, estamos llamados a buscar las ideas verdaderas y luego llevarlas a la práctica, lo cual significa ejercer la justicia.
Podríamos por tanto leer también en el evangelio: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la verdad".
Ahora bien para llegar a la vivencia de esta Bienaventuranza, es indispensable haber desarrollado suficientemente las raíces de la primera Bienaventuranza analizada, es decir el ser Bienaventurado por tener un espíritu de pobre, por ser lo suficientemente humilde para poder descubrir la verdad, puesto que Dios la revela solo a los pequeños, a los niños, jamás a los que se creen sabios y entendidos.
En este contexto podemos entender la profundidad del poema de Monseñor Leonidas Proaño:
“Hijo, si como yo fecundo,
quieres ser en la vida,
sé como yo, tierra y nada más que tierra,
sin vanas pretensiones, sin quejas, sin envidias.”
(Del Poema Madre Tierra)
Mahatma Gandhi solía decir al respecto: “Uno debe ser tan humilde como el polvo para poder descubrir la verdad.”
Es conocido que la humildad es la verdad. Todo ser que pretende contribuir en la liberación de los empobrecidos, debe ser humilde, sencillo, para poder ser veraz. Su conciencia debe ser cual diáfano diamante que refracta la luz del sol de la verdad. Los que tuvimos la alegría de conocer a Monseñor Proaño, sabemos que era un hombre humilde, sencillo, totalmente veraz en sus palabras y acciones.
Un bienaventurado con corazón de pobre busca la verdad, no se siente harto de sabiduría y por lo mismo la busca incesantemente. En cambio el que tiene un corazón soberbio se cree saberlo todo y es incapaz de buscar la verdad, peor aún en los pobres y en las cosas sencillas. Recordemos lo que nos alerta el Evangelio: “¡Pobres de ustedes que ahora están satisfechos, porque después tendrán hambre!” (Lucas 6, 25).
Vale mencionar que lo peor que puede pasarle a un ser humano, a una institución, religión, jerarquía, o iglesia es perder el hambre por la verdad y por la práctica de la justicia. Cuando esto sucede las personas o las instituciones nos convertimos en personas o instituciones vacías, en sal que ha perdido el sabor, en aguas estancadas que van perdiendo vida por su estado de corrupción, en sepulcros blanqueados como dice Jesús.
En cambio Monseñor Proaño siempre fue un incansable buscador de la verdad y un asiduo practicante de la justicia. Fundamentalmente buscaba la verdad a través de los pobres, de los pequeños, esto le concedió una gran fuerza ética y moral, que la manifestaba en una actitud de permanente valentía en la lucha por la justicia. Siempre lo vimos con una actitud de un gran discípulo del pueblo y de la naturaleza, por ello fue un gran maestro. Recordemos sus enseñanzas:
“La actitud verdadera, esto es, la actitud de permanente búsqueda de la verdad y de sumisión a la verdad, una vez que creemos haberla encontrado, nos comunica una seguridad, una fuerza, una capacidad de aceptación de desafío y de riesgos que jamás puede proporcionar el miedo”. (Ibíd, pág. 29)
El culto que practicaba no solo consistía en la liturgia religiosa, sino y sobre todo el culto a la práctica de la verdad y la justicia, esto le permitió irradiar el carácter de un espíritu libre y libertario. De este modo entendemos sus palabras:
“Todos sabemos que el culto a la verdad engendra la libertad, al menos en teoría. Desde el punto de vista existencial, puedo decir que, cuando se actúa con honradez, con verdad, se experimenta la libertad interior que nada ni nadie puede arrebatarnos…” (Creo en el Hombre y en la Comunidad pág. 28).
Impresionaba la veracidad que irradiaba en sus palabras y acciones. Nada era falso en él; no existía nada de hipocresía en su ser; era totalmente transparente en sus virtudes y defectos; se mostraba tal y cual es; sin dobleces. Estas virtudes llevadas a la lucha por la liberación lo convertían en un hombre de una sola pieza tal como lo describe el Padre Agustín Bravo, en un hombre totalmente veraz.
En palabras de Mons. Proaño encontramos:
“Otra característica de nuestra actitud debe ser la de mostrarnos verdaderos. No se trata ni de defender ni de atacar a las personas. Se trata de buscar la verdad, para que brille, por encima de todo y de todos. Debemos decir la verdad. Debemos hacer la verdad. La verdad se dice con la palabra. La verdad se hace con la actitud. Nada de dobleces ni engaños, porque si aspiramos a ser libres debemos ser esclavos de la verdad...” (Ibíd., pág. 232).
Si la verdad y la actitud verdadera engendran la justicia, podemos concluir también que detrás de toda injusticia siempre existe una mentira. El método de liberación practicado por Monseñor Proaño conducía a erradicar de raíz las injusticias puesto que apuntaba a descubrir y destruir las mentiras que engendraban las inequidades. En consecuencia el método del VER-JUZGAR-ACTUAR llevado a cabo en comunidad entre los pobres era y es indispensable para un eficaz proceso de liberación.
La búsqueda y la práctica de la justicia condujeron a Taita Leonidas Proaño a adquirir un compromiso político en el sentido más noble de la palabra, es decir a la búsqueda del bien común. Las principales críticas a su accionar pastoral venían de personas vinculadas a los sectores oligárquicos, y una de las acusaciones era que se involucraba en política. Su respuesta es totalmente esclarecedora:
“… todos los hombres estamos llamados a hacer política. Los apolíticos en este sentido vendrían a ser como los zánganos en una colmena. Desde este mismo punto de vista, hay necesidad de una educación para la política. Desde el más humilde labriego hasta el más genial ministro de economía están llamados a contribuir, desde sus respectivos puestos, al bien común de todo el pueblo. Así entendida la política, no puede ser campo vedado para militares, para extranjeros o para sacerdotes.” (Tomado del libro Concientización, Evangelización y Política, Pág. 157.
Su accionar político apuntaba a cambiar el sistema opresor, el sistema capitalista, que a decir de sus palabras es antihumano y anticristiano:
“El capitalismo es frío, como es frío todo lo que es metálico. No le importan los hombres ni los pueblos. Le importan las ganancias. Y solamente le importan los hombres y los pueblos en la medida en que éstos le proporcionan ganancias. Para poder devorar ganancias, devora hombres y pueblos. Es frío no tiene corazón”. (Texto de la conferencia radial en Riobamba el 24 de marzo de 1.983. Profeta del Pueblo, pág. 118)
Por ello jamás tuvo miedo a contribuir en el proceso de demolición de las estructuras capitalistas, de denunciar las estrategias de opresión del imperialismo norteamericano, de luchar incansablemente con su fe en los pobres hasta alcanzar una SOCIEDAD NUEVA basada en los valores del Reino de Dios, que no es otra cosa que el Reinado de la Verdad, la Justicia, el Amor, la Libertad, la Solidaridad y la Paz. Sus enseñanzas son totalmente claras y por ellas sufrió persecución de los sectores políticos, económicos y religiosos vinculados a los opresores. Su pensamiento en este aspecto es elocuente:
“... Dios condena con palabras terribles, con amenazas y con castigos, todo lo que significa injusticia, todo lo que significa opresión del pobre, de la viuda, del huérfano, del obrero, del trabajador. Todo lo que significa esclavitud. Dios no está contento con que haya hombres esclavos. Dios repudia todo lo que significa, por lo mismo, dominación de unos hombres sobre otros. Dios repudia todo lo que significa Imperialismo, porque es una dominación de un pueblo sobre una multitud de pueblos.” (En Fe y Política, Pág. 4-5, Riobamba 20 de octubre de 1.983).
Su visión profética le permitía visualizar a largo plazo el proceso de liberación, y anunciaba la esperanza de la liberación de la siguiente manera:
“Si como signos de cambio en la sociedad se han señalado la conciencia de necesidades colectivas, la explosión de expectativas, la insurgencia de la juventud, la marginación sentida, la expectativa de opciones, esto quiere decir que se está produciendo una rápida toma de conciencia de la propia debilidad, de la propia miseria, de la propia esclavitud, del subdesarrollo total. Y quiere decir que empieza, vigoroso, el grito de protesta. A mi modo de ver, está sonando la hora de la liberación: es ésta la voluntad de Dios. (Creo en el hombre y en la comunidad, pág. 155, Segunda Edición).
Pero la liberación que Taita Leonidas Proaño aspiraba no solo era política o económica, era total, era: material, mental, emocional, social, cultural y espiritual, de este modo entendemos sus palabras:
“Cuando hablamos de liberación integral del hombre, estamos hablando de la liberación cristiana que incluye todas las liberaciones, porque toma en cuenta todas las esclavitudes.
La liberación así entendida está íntimamente ligada con el desarrollo también integral del hombre.
Desde este punto de vista, los países llamados desarrollados lo son, de ordinario, solamente desde el punto de vista económico. En esos países, los valores humanos y los valores comunitarios van desapareciendo.
...Cristo vino a salvar a todo el hombre y a todos los hombres. Cristo es el Hombre Nuevo, es el prototipo. En la medida en que los hombres, por la acción del mismo Cristo, vamos transformándonos en el Hombre Nuevo, vamos alcanzando el desarrollo para el que estamos llamados. (Ibíd., pág. 185).
Para lograr esta liberación hace un llamado a morir a todo aquello que no nos permite vivir como hermanos, a nuestros estados de ignorancia que engendran actitudes egoístas, codiciosas y opresoras, por lo que nos invita a que se realice en nosotros un verdadero proceso de resurrección:
“Debe realizarse en nosotros esa muerte al hombre viejo, de que habla San Pablo, para dar lugar al hombre nuevo. Debemos disminuir nosotros, para que El crezca. En esto, estamos llamados a ayudarnos los unos a los otros para crecer juntos...” (Ibíd., pág. 189).
Pero este proceso debe realizarse no depositando nuestra fe en las jerarquías, en las cúpulas, sino en los pobres, en las organizaciones populares, los gestores de una auténtica liberación, por esto recomienda:
“...Siempre estamos esperando que la salvación nos venga de otra parte. Hay que dar una vuelta total. La salvación, hablando en términos políticos, tiene que venir del pueblo, pero mediante una praxis. (En Fe y Política, pág. 10, Riobamba 20 de octubre de 1.983).
Leonidas Proaño vivió a plenitud aquellas palabras liberadoras que dijera el Apóstol Pedro: "No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te lo doy: ¡Por el nombre de Jesucristo de Nazaret, camina! Y lo tomó de la mano derecha y lo levantó.” (Hechos 3, 6-7). Es lo que hizo con los indígenas y los pobres en general, por esto fue considerado un obispo revolucionario, fue perseguido y encarcelado.
Esta es la mayor obra del Apóstol, Profeta y Mahatma de los Andes. Esta es su espiritualidad revolucionaria que debemos reencarnarla de manera urgente en la actualidad, por el bien de todas y todos los ecuatorianos y de la vida planetaria en general.
3. CONCLUSIÓN
A las personas libres se las conoce por la humildad que reflejan en todos sus actos; por la enérgica mansedumbre con la que viven siempre ajustados a lo que consideran verdadero; por el dolor que sienten cuado alguien o ellos mismos se alejan del camino de la liberación escogido y por su solidaridad incondicional con los oprimidos; por el hambre y la sed de justicia con la que viven de principio hasta el fin de sus vidas; por la misericordia con la que actúan inclusive con respecto a sus enemigos; por la transparencia, esperanza y objetividad con la que miran el mundo y sus sucesos; por la consagración de todas sus fuerzas, de su mente y de su corazón a la consecución de la paz mediante la practica de la justicia; por la paciencia y ecuanimidad que manifiestan ante la injurias, las persecuciones y toda maldad dicha contra ellos con mentira.
Estas son las características claves de los maestros-profetas que han encarnado en este planeta en diversas épocas de la humanidad, para preservar la llama de la esperanza y propiciar la liberación de todo aquello que impide la realización plena de los seres humanos. Estos son los BIENABENTURADOS SERES LIBRES y solo ellos pueden contribuir eficazmente en la liberación de los demás.
Sus obras no son suyas; es la obra del Cristo Cósmico que vino para liberar a los oprimidos; y el trabajo realizado durante su paso fugaz por este planeta, por lo general no es comprendido a plenitud, puesto que son conciencias magistrales que cultivaron sus almas en el crisol de los siglos, por lo que decenas de años son requeridos para comprender la obra realizada, y más aún para seguir sus huellas, porque se requiere para ello el cultivo personal y comunitario de las conciencias. Sin lugar a dudas el Apóstol, Mahatma de los Andes, Leonidas Proaño es uno de ellos para bien del Ecuador, Latinoamérica y el Mundo.
Concluyamos en primer lugar con las palabras libertarias del Maestro Jesús a quien el apóstol Leonidas Proaño siguió hasta las últimas consecuencias:
“Ustedes serán mis verdaderos discípulos si guardan siempre mi palabra. Entonces conocerán la Verdad y la Verdad los hará libres” (Juan 8, 31)
Con el Himno gujaratí, conocido como “La última plegaria del Mahatma Gandhi”, puesto que éste la había recitado en su oración matinal el mismo día en que fue martirizado:
”Ya te sientas fatigado o no, ¡oh hombre!, no descanses:
no ceses en tu lucha solitaria,
sigue adelante y no descanses.
Caminarás por senderos confusos y enmarañados
y sólo salvarás unas cuantas vidas tristes.
¡Oh hombre!, no pierdas la fe, no descanses.
Tu propia vida se agotará y anulará,
y habrá crecientes peligros en la jornada.
¡Oh hombre!, soporta todas estas cargas, no descanses.
Salta sobre tus dificultades
aunque sean más altas que las montañas,
y aunque más allá sólo haya campos secos y desnudos.
¡Oh hombre!, no descanses hasta llegar a esos campos.
El mundo se oscurecerá y tu verterás luz sobre él
y disiparás las tinieblas
¡Oh hombre!, aunque la vida se aleje de ti, no descanses.
¡Oh hombre!, no descanses;
procura descanso a los demás”
Y con un verso tomado de un poema del Apóstol Mahatma de los Andes, Taita Leonidas Proaño:
“Compartir los peligros en la lucha
Por vivir en justicia y libertad
Arriesgando en amor hasta la vida
…es solidaridad”
* Exposición presentada en Santa Cruz, Riobamba, el 29 de marzo de 2008, con motivo del Jubileo celebrado por el XX aniversario de la resurrección de Monseñor Leonidas Proaño