LA IGLESIA, RETORNO DE CRISTO EN EL ESPÍRITU

QUINTO DOMINGO DE PASCUA


23 de abril de 1978.

Hechos 6, 1- 7
I Pedro 2, 4-9
Juan 14, 1-12


 

Queridos hermanos:

Es el quinto domingo de Pascua. Como he estado insistiendo, los cincuenta días de Pascua, desde el Sábado Santo en la noche hasta la fiesta de Pentecostés, o sea, la venida del Espíritu Santo (14 de Mayo), son considerados por la Iglesia como un solo domingo, el gran domingo, la gran fiesta del Señor.

Yo quisiera que no perdiéramos de vista esa figura triunfante de Cristo resucitado. Es este el centro del mensaje del Evangelio. Por eso, cuando en el marco histórico que yo trazo para anunciar ese Cristo resucitado, la atención de muchos sólo se queda fija en el marco y critican como si la predicación se hubiera vuelto política, subversiva, revoltosa y todos esos calificativos que ya se han leído en diversos medios de difusión (de difamación, mejor dicho) contra la persona del obispo y la figura de la Arquidiócesis, se distorsiona la verdad del mensaje.

Yo les llamo la atención a que nos fijemos en el centro de mi predicación. No quiere ser otro que un eco del Año Litúrgico. Por eso, voy conduciendo con Uds. esta grey de la Arquidiócesis a lo largo del Año Litúrgico, guiados por la presencia de Cristo. Eso es la liturgia, presencia del misterio salvador de Cristo en la historia del pueblo donde se reflexiona ese misterio. Por eso, lo central es el misterio mismo que salva y, desde ese misterio salvador, se ilumina la realidad que nos circunscribe. Gracias a esto, este misterio salva a los buscamos en nuestra esperanza cristiana, en la figura central del Divino Redentor, la fuerza para dar solución a los problemas tan graves de nuestra Patria. Pero si sólo nos fijamos en el enmarque y solamente miramos la palabra medio de soslayo y no vemos de frente el mensaje divino que nos reclama, entonces en vez de atender con fe, se está escuchando como los fariseos escuchaban a Cristo: a ver en qué lo cogemos, a ver dónde está esa acusación que queremos justificar. Gracias a Dios, apelando al público que me escucha les puedo decir como Cristo a sus enemigos: ¡en público he hablado, preguntad a quienes me han escuchado a ver si es verdad lo que ustedes tratan de esconder en tanta campaña calumniosa!
 

HECHOS DE LA SEMANA. NUEVAMENTE EN CATEDRAL

Un hecho por ejemplo en esta semana para meditar la palabra de Dios hoy, es que podemos reunirnos nuevamente en la Catedral. El domingo pasado estaba ocupada por el Bloque Popular Revolucionario. Eso me dio ocasión para distinguir netamente que la Iglesia no es el Bloque. Los signos mismos hablan. Han regresado pues, los que ocuparon la Catedral, a sus casas. Muchos dicen que no eran todos campesinos. Yo pregunto ¿quién en El Salvador no tiene cercanías campesinas?. Todos somos campesinos. Pero bien, regresaron a sus casas.

Quiero felicitar al cuerpo diplomático y a la Cruz Roja que prestaron servicios tan eficientes. Pero esto mismo nos lleva como salvadoreños cristianos a decir: ¿por qué nuestra gente tiene que acudir a la fuerza, a la voz internacional de la diplomacia, a la Cruz Roja, para resolver el simple hecho de volver a sus casas?. Se ha creado en El Salvador un nuevo género salvadoreño: los desterrados en su propio país.

Quiero también aclarar que la ocupación de la Catedral y del Calvario no hay que medirla por la caridad con que hemos ayudado a otros campesinos en otros lugares, por donde la caridad del Buen Samaritano los ha acogido y les ayuda. El tomar una catedral, una iglesia, es también necesitar un signo que, no es el lenguaje normal, para expresar una angustia. Entiéndanme bien porque alguien que escuchó, que leyó en mi articulo de esta semana y en mi entrevista por radio, me dijo: "entonces Ud., está poniéndose más ojo verde a las ocupaciones de los templos?" Le digo: ¡Mucho cuidado!. Yo no he dicho eso. He dicho que se han tomado los templos sin la voluntad de la Iglesia, pero que la Iglesia comprende lo que quiere ser esa expresión. Y ahora puedo decir, cuando ha pasado el conflicto, que no se debe usar la iglesia. Es un Lenguaje tan grave la ocupación de un templo, que no debe de ser ya un recurso corriente. Que quienes quieran usar la Iglesia para esta clase de presiones, tampoco son amigos de la Iglesia; lo que les interesa es su propio interés y les sale sobrando la Iglesia.

Por eso hermanos, ni con unos ni con otros; la Iglesia es Iglesia. La Iglesia quiere ser siempre el lugar de oración, el lugar también donde se proclama con libertad la palabra y el derecho de los hombres, pero desde la perspectiva del Evangelio. Por eso, por favor, que no se multipliquen ni se sigan repitiendo estos acontecimientos.
 

HECHOS QUE LAMENTAMOS

Lamentamos todavía muchas denuncias de capturas: 5 estudiantes de bachillerato, un campesino allá por Cojutepeque. Y sobre todo, lamentamos, hermanos, que arrecia la ola de difamaciones. Hay interés en mantener un ambiente de desprestigio para la Iglesia. Yo invoco al buen criterio de quienes quieren escuchar la verdadera voz de la Iglesia, y sepan distinguir entre un lenguaje que quiere provocar el desorden y una voz de justicia y Evangelio que señala las llagas de una sociedad. La Iglesia no hace lo primero. Querer confundir una especie de azuzar - como se ha dicho -, de levantar al pueblo, con una voz de justicia que reclama paz, pero a base de justicia, y que no puede haber paz verdadera en el pueblo mientras no se pongan esas bases de justicia…. Lo uno sí es subversión, lo otro es Justicia Evangélica. La Iglesia tiene la voz de esa Justicia Evangélica y no se la quiera confundir, no se quiera tener tan mala voluntad que todo lo que la Iglesia señala como necesidad de cambio, como necesidad de un orden más justo, se confunda con una voz revolucionaria. Que quede bien claro esto también, hermanos, la voz de la Iglesia está clamando paz, pero como lo decía aquel santo Pontífice Pío XII "opus justicie pax", la paz sólo tiene que ser fruto de la justicia y no una paz ficticia, una paz que no habla.

Por eso, más que este enmarque histórico de nuestra Patria, yo quiero que como reunión de familia que tiene que ser nuestra Misa de la Catedral, nos fijemos, queridos hermanos, miembros vivos de la Iglesia, en qué está haciendo la Iglesia: construyéndose a si misma y cómo los buenos católicos tienen que edificar esa Iglesia.
 

PREPARACIÓN PARA LA FIESTA DE PENTECOSTES

Los datos que ahora les doy son datos para darle gracias a Dios porque nuestra Iglesia, a pesar de la persecución y de la calumnia, de la mala interpretación, del mal ambiente que se le quiere hacer, sabe que su avance no depende de las circunstancias exteriores. La solidez de nuestra Iglesia está en afianzarse fielmente a su Cristo, en ser fiel al Evangelio, en desempeñar la misión que Cristo le ha confiado. Y por eso, una de las noticias más bellas, y agradezco la acogida que se le ha prestado, es la celebración de Pentecostés. En la vigilia de Pentecostés el sábado 13 de mayo a las 8 de la noche, tendremos aquí una concentración de jóvenes que ya se están preparando para recibir la confirmación en esa edad que es la propia de este sacramento. Sacramento de jóvenes, sacramento de compromiso cristiano. Son alumnos de bachillerato, de los tres cursos, o jóvenes que, aunque no estén en colegios, ya han cumplido los 16 años. Se están preparando con una buena catequesis para comprender que la Confirmación sólo se recibe cuando se tiene el propósito de seguir fielmente a Cristo, aunque cueste la vida. Si no fuera por la Confirmación no tuviéramos mártires en la Iglesia. La Confirmación es el sacramento de los mártires.

Por eso quiero advertirles también que estamos dando el suficiente tiempo para que nuestros queridos párrocos catequicen en sus parroquias. A partir del próximo Año Litúrgico, o sea de diciembre, no habrá más confirmaciones de niños chiquitos, que procuren comprender que la verdadera edad es la de la juventud.
 

REFLEXIÓN DE LAS RELIGIOSAS

Quiero también anunciar con alegría cómo la Iglesia se construye en el dolor. Las religiosas que trabajan en nuestros pueblos han tenido un día de profunda reflexión, tres días mejor dicho. Y uno de sus propósitos concretos ha sido organizar una misión de pacificación, de reconciliación, de amor cristiano, en aquellas zonas que han sido asoladas por el conflicto reciente. Son campesinos de corazón noble en los cuales no quisiéramos que anidara el odio ni la división y que volvieran por los caminos del mandato de Cristo: amaos los unos a los otros.
 

PASTORAL DE LOS CENTROS EDUCATIVOS

También quiero anunciar con alegría el esfuerzo que está haciendo la Federación Arquidiocesana del Centro de Educación Católica. Colegios católicos, escuelas parroquiales, están aunando criterios y esfuerzos para ser lo que tiene que ser una escuela católica; un instrumento de la pastoral diocesana. Próximamente tendrán un día de reflexión para seguir profundizando en esta pastoral colegial que, muchas veces, la han querido también confundir, cuando dicen una palabra muy confusa: que los colegios católicos están socializando. ¡Mentira! ¡Es calumnia!. El colegio católico lo que está haciendo es concientizando, haciendo ver que la verdadera educación tiene que ser un reflejo del Evangelio.

Y a propósito de esta misión educativa de la escuela y del colegio, hay que estar alerta con las transformaciones educativas, cuando esas transformaciones en vez de formar criterios autónomos, individuos artífices de su propio destino, protagonistas de la historia de su Patria, solamente quiere seguir formando masa, instrumentalizando juventudes, profesiones, para mantener situaciones injustas. Una verdadera reforma educativa tiene que buscar, ante todo, esto que la Iglesia viene señalando hace tiempo: la formación de criterios auténticamente libres, cristianos para que los hombres y las mujeres sepan ser artífices del propio destino de su patria.
 

LA IGLESIA, RETORNO DE CRISTO EN EL ESPIRITU

Por eso, queridos hermanos, tendría muchas otras noticias que darles pero quiero entrar más bien en el tema central. Este es el tema central de la homilía : las lecturas que se han hecho hoy pueden resumirse en este título: "La Iglesia, retorno de Cristo en el Espíritu". Lo repito porque aquí está la síntesis de todo mi pensamiento de esta mañana: La Iglesia es el retorno de Cristo en el Espíritu.

La Pascua, el misterio pascual, estos días de reflexión de la Iglesia, nos llevan a empalmar la despedida de Cristo de su vida temporal, con la presencia de Cristo en su vida mística y celestial. En otras palabras, el fin de la vida temporal de Cristo empalma con el principio de la historia de la Iglesia. El evangelio de San Juan, en estos bellos capítulos de la despedida en la última cena, se nos presenta como la constitución de la Iglesia, un Cristo que se despide de los suyos, así los llama San Juan a los miembros de la Iglesia, qué honor podernos llamar en esta mañana "los de Jesucristo", y que Jesucristo, mirando a quienes hoy asisten a la Misa, los llama: los suyos, sus discípulos. Con ellos celebra la inauguración de la Iglesia que se va a prolongar en todos los seguidores de Cristo que ahora somos nosotros.

Este retorno de Cristo en el espíritu quiere decir, con esa palabra con que Cristo comienza el evangelio de hoy: "tened fe en Dios", confiad un consuelo de ternura ante la tristeza de quienes durante tres años han compartido día y noche los problemas, las esperanzas, las angustias, de su Divino Maestro. Les dice que no se van a quedar solos, que a donde El va ahora, no pueden seguirlo, ya lo seguirán después. El paso de la muerte y de la ascensión a los cielos será también de los suyos, pero El lo hace ahora como cabeza del cuerpo místico, pero que todos lo seguirán un día y que retornará. Este es el tema de la homilía, que no solamente volverá al final de la historia sino que ya, después de resucitado, volverá a convivir en una forma invisible, pero real, en su Iglesia, que esta mañana, abril de 1978, Cristo vive no sólo en su cielo, está aquí. Hermanos, ha vuelto a los suyos en el Espíritu. La Iglesia es el retomo de Cristo en el Espíritu.
 

1º. CRISTO, VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE, RETORNA EN EL ESPIRITU


 

a) CRISTO, VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE

¿Y quién es Cristo en primer lugar, para poder anunciar que aún después de morir volverá a vivir con nosotros?. Es hermoso el diálogo, podíamos decir esta es la primera idea para creer en este Cristo. Lo que aparece en el diálogo del evangelio de hoy, diálogo con los dos apóstoles, con Tomás y con Felipe. Cuando le preguntan ellos todavía ignorantes del gran misterio por qué no ha retornado Cristo en el espíritu, no son mas que hombres que han escuchado misterios tan sublimes que no los pueden captar y uno le pregunta: "¿A dónde vas Señor? Dinos, para seguir el camino". Y Jesús le responde una frase que sintetiza todo el Evangelio y toda su vida: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Y al otro discípulo que le pregunta: "Muéstranos al Padre y nos basta", era el ansia de todo el Viejo Testamento: conocer a Dios. Muéstranos a Dios. La respuesta de Cristo es toda una cristología, un tratado teológico de Cristo: "Felipe, tanto tiempo he estado con ustedes y ¿no me conocen?. El que me ve a mí, ve al Padre. ¿Que no creen ustedes que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí?"

Queridos hermanos, mientras no tengamos esta idea de un Cristo que es verdadero Dios y verdadero hombre, no hemos comprendido nuestra Iglesia ni el misterio salvador del Señor. Para esto se hizo hombre Dios, para que, por medio de la figura de ese hombre - Dios, nos adentráramos en el misterio de lo divino. Yo soy el camino. Nadie puede venir al Padre sino por mí. Y Dios no ha venido a salvar a los hombres sino por mí. El único medianero: Cristo Jesús. Dichoso el que lo ha conocido y cree en El. Dichoso el que sabe aún que en estas horas obscuras de nuestra historia Cristo vive, vive poderoso como Dios y vive comprensivo como hombre; es hombre de nuestros caminos, es hombre de nuestra historia, es hombre como le canta esa canción que está de moda: el Dios que aparece como obrero, como aquel que pasea por el parque, como aquel que trabaja en las carreteras y remienda llantas en las gasolineras. Dios está encarnado en cada hombre y comprende a cada trabajador, a cada hombre que quiera amarlo y seguirlo. Por eso decía: "Todo lo que hagas con uno de ellos, conmigo lo haces". Es el camino para conocer al hombre, así como es el camino para conocer a Dios. Nadie puede llegar a Dios sino a través de este puente de este camino que es nuestro Señor Jesucristo.
 

b) CRISTO VIENE A SU IGLESIA EN PENTECOSTÉS

Ese Cristo - Dios al que el Padre exaltó en esta hora de Pascua, es el Cristo que viene en Pentecostés. La venida del Espíritu Santo - entendámoslo bien - es el retorno de Cristo en el Espíritu, es el Espíritu de Cristo que viene a su Iglesia. Espíritu de Cristo con toda su fuerza salvadora, con todo su amor, con toda su valentía para denunciar el pecado, con toda su fuerza para decirle al hombre por dónde está el único camino, por dónde se puede salvar, y señalarle los caminos anchos por donde se pueden perder.

Este Cristo viene y dice en la última parte del evangelio de hoy: "Vosotros que creéis en mi, haréis cosas mucho mayores que yo". ¿Qué quiere decir esto?. Que toda la potencia salvífica que El trajo de Dios, la va a confiar a este grupo que ya son la Iglesia naciente; y que a través de los siglos y de los pueblos, esta Iglesia hará cosas mayores que Cristo en el sentido geográfico, numérico, porque Él salvó al mundo con una redención objetiva, muriendo en la cruz y dejando, diríamos, la fuente de la redención, pero sus discípulos tienen que repartir en canales por todo el mundo esa obra salvífica y Él ya mira a su Iglesia extendida por todos los pueblos haciendo cosas mayores que las que El hizo personalmente.

Cristo no tuvo ante su presencia física esta muchedumbre que yo tengo aquí en Catedral, ni este auditorio de la radio en esta hora que yo sé que es muy numeroso. Es verdaderamente Cristo que está hablando por mí y me está diciendo: tú estás haciendo cosas mucho mayores que yo, no porque seas más que yo sino porque lo que yo dije tú lo estás repitiendo a través del milagro de la radio; en la atención de esa muchedumbre tú estas repitiendo mi palabra, estás salvando al mundo señalando el camino; y como yo también, recibes la ofensa, la calumnia. También a mí me apedrearon, también a mí me persiguieron, también en mi tiempo hubo gente que aunque yo le señalé con milagros la potencia de Dios, no creyeron en mí, me sentenciaron, me crucificaron porque les estorbaba mi doctrina; así tiene que estorbar la tuya también, pero estás haciendo casas muy grandes porque es Mi Obra la que tú estás continuando. Y cada sacerdote, por más humilde que sea su parroquia, está haciendo cosas más grandes que Cristo en el sentido del evangelio de hoy. Lo mismo el catequista, el padre de familia, el predicador de la palabra, los suyos, sus discípulos, están llevando al mundo la obra redentora del Señor.

Cristo retorna, pues, en el espíritu. Es el Espíritu de Cristo el que nos congrega, es el Espíritu del Señor el que todos los domingos mira sus iglesias llenas para transmitirle su verdad y su vida. ¡Que hermosa es la Iglesia!, hermanos, el retorno de Cristo en el espíritu. Cristo está aquí. Y cuando en la hostia consagrada lo adoremos sin verlo, no dudemos, es un retorno de Cristo en Espíritu, es el Espíritu del Señor el que me ungió sacerdote para decir las mismas palabras suyas en la última cena: "Esto es mi cuerpo" y levantar a la vista de todos y adorar yo también, a Cristo que está presente entre nosotros.

Cristo está presente en la confirmación de Pentecostés. Cuando el obispo con sus sacerdotes impongan las manos, el Espíritu de Cristo viene a posesionarse de esos jóvenes que hoy se están preparando para recibir el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo que retorna con un Cristo no visible pero sí real, valiente, verdadero. Cristo sigue hablando con voz e inflexiones distintas, según sean sus instrumentos, pero es el mismo Cristo el que habla, y al mismo Cristo al que se. atiende, y al mismo Cristo al que se ofende y se desprecia cuando se calumnia y se desprecia a su Iglesia.
 

2º. PRESENCIA DE CRISTO EN LA IGLESIA COMO CONSTRUCCION, PUEBLO Y COMUNIDAD

Por eso, hermanos, un segundo pensamiento. Esta presencia de Cristo que retorna son estas tres figuras que encontramos en las lecturas de hoy. Yo les suplico que las reflexionen mucho. Se presenta hoy como una construcción, la Iglesia como una casa de Dios. La segunda figura es la Iglesia como pueblo de Dios, como una raza elegida. Y la tercera figura es la Iglesia como una comunidad de diaconía, es decir comunidad de servicio, que eso quiere decir diácono, el servidor.
 

a) LA IGLESIA COMO UNA CASA DE DIOS

En primer lugar la Iglesia es una construcción de piedras vivas. La figura es bella. Dice la lectura de hoy que Cristo es la piedra fundamental y sobre esa piedra todos ustedes cristianos, son piedras vivas. No son piedras muertas materiales. Cada hombre con sus cualidades, con sus carismas, con su grado de santidad es una piedra viva. Estamos construyendo un templo y cuando un cristiano muere, esa piedra es colocada en el templo de la gloria. El esplendor de Dios ilumina ese santuario hecho con hombres de las canteras de la tierra, iluminadas con luz de espíritu, con sangre de bautismo, que es sangre de Cristo. ¡Qué bello destino el de la vida humana! Cada hombre es una piedra viva.

Hemos pensado, hermanos, que aún cuando envejecemos y enfermamos y nos sentimos inútiles, pobres, marginados, somos piedras que el Divino constructor está labrando para hacerse un templo que ya comienza a esplender en esta tierra. "Pero para ustedes - dice San Pablo - esta piedra que es Cristo, es piedra fundamental". En cambio, hay muchos que la desecharon como inútil, como inservible para sus intereses. Prefirieron las tinieblas, lo material. Para ellos Cristo será piedra de tropiezo, piedra de choque. ¡Qué terrible!. Este Cristo que se está ofreciendo como base para construir la vida de los hombres, muchos hombres la desechan porque quieren poner otros fundamentos, otros ídolos, otros valores y Cristo no encaja bien en esa construcción.

Así se explica que la Iglesia, construcción de Dios, no cohesione con la construcción materialista del mundo, así como no pega - los arquitectos lo saben bien - el cemento armado con el lodo. Los materiales se distancian cuando no están hechos para conglutinarse. Todo hombre que no es Espíritu de Cristo, es lodo, es barro, es bahareque, es construcción endeble; no puede subsistir sobre la roca inconmovible de aquel que construye en la sinceridad, en el amor, en la verdad, en la justicia, en todo aquello que es la sinceridad.

No puede construir sobre la base de Cristo y Cristo le estorba al que vive de la mentira, al que vive de la hipocresía, al que deja su pluma para destilar veneno, odio y difamación . No puede estar con Cristo una construcción que es de odio y es endeble como el barro.
 

b) LA IGLESIA PUEBLO DE DIOS

La otra bella figura de la Iglesia es pueblo de Dios. Hermanos, yo quisiera que se grabaran profundamente en su vida estas cuatro frases, que son como los cuatro insignes honores del verdadero cristiano. San Pedro nos dice hoy a los bautizados que por el bautismo somos: lº) raza elegida; 2º) sacerdocio real; 3º) nación consagrada y 4º) pueblo adquirido para narrar las maravillas del Señor. Este es nuestro deber, esta es la misión de la Iglesia como pueblo de Dios.
 

RAZA ELEGIDA

Es hermoso si ustedes leen la carta I de San Pedro que hoy se ha leído sólo en un trocito, allá al principio. La dedica a los cristianos que están en la dispersión. Es una frase para decirle: "el cristiano por su bautismo constituye una raza elegida". Cualquiera que sea el color de su piel, cualquiera que sea su categoría social, cualquiera que sea su color político, es una raza elegida. Es como los israelitas cuando tenían que emigrar de su nación y vivir en la diáspora. Donde quiera que vivieran, recordaban el origen y el destino de su historia. Así, todo cristiano donde quiera que esté, debe sentir su raza elegida; por el bautismo me he hecho raza de Dios, por el bautismo soy consanguíneo de Cristo, voy llevando en mi sangre, en mis venas, en mi vida, esta dinastía de Dios. ¡Qué honor!
 

SACERDOCIO REAL

Quiere decir que este pueblo de bautizados tiene verdaderas funciones sacerdotales. ¡Cómo quisiera tener tiempo, hermanos, para describirles en qué consiste la función sacerdotal del pueblo!. Desde el día en que un niño se bautiza, se incorpora a un pueblo puesto en el mundo para dar culto a Dios. Esto es lo sacerdotal, dar culto. Y San Pedro dice que somos sacerdotes para dar culto espiritual a Dios. La vida del bautizado, cualquiera que sea su profesión, es un culto a Dios.

Misa no sólo se celebra el domingo en catedral, misa es la del hombre que hace de su vida un culto al Señor. Nunca de sus labios una mentira, nunca en su conciencia un resentimiento, un odio; en su profesión por más humilde que sea, a la gloria de Dios. Y así, está celebrando misa el hojalatero, el carpintero, el barrendero, la señora de mercado, el estudiante, el profesional. Cuántas categorías de vida que están escuchando esta palabra. Y yo les digo, hermanos, todos ustedes son sacerdotes que celebran su misa en su propia profesión, en su propia vida. No pierdan el sentido divino de su existencia.

Y cuando el dolor nos pruebe, ustedes queridos enfermitos que me escuchan - se que me están escuchando allá en el querido hospital de la Divina Providencia, como en tantos otros hospitales y en tantos lechos de enfermo - sé que ustedes queridos enfermos, como Juan XXIII, pueden decir cuando le dijeron a Juan XXIII que la enfermedad era grave y que tenía que acostarse, él dijo: "también la cama es un altar, y yo ahora soy la víctima de ese altar". ¡Qué hermoso concepto!. Así puede decir también el trabajador, la empleada que va a su oficio: "también mi oficio es un altar y en ese caso yo soy la víctima sagrada de ese altar, voy a trabajar con gusto, voy a cumplir mi deber".

Díganme, hermanos, si esto es subversión. Digan si esto es resolver las cosas y no ponerlas en su puesto, decirle a los políticos: también ustedes pueden ser hostias sagradas para Dios si cumplen su trabajo político con verdadero sentido cristiano. Decirle también al que tiene dinero y haciendas: tú también puedes ser víctima sagrada a Dios; si eres bautizado, eres hostia de un altar si le das un sentido social de justicia, de cristianismo y de hermandad a tus relaciones con todos tus hermanos. Esto es ser cristiano, ser bautizado, ser pueblo de Dios, raza elegida, sacerdocio real, nación consagrada. Una nación puesta en el mundo para ir proclamando las maravillas del Señor, pueblo adquirido por Dios.

Nos ha comprado Cristo con su sangre, no nos pertenecemos a nosotros. Cristo es nuestro dueño, es nuestro Rey y el tiene que gobernar sobre nosotros. Si alguno no quiere que Cristo reine sobre él, haría bien, como hacen - dicen los cristianos allá en Alemania - donde les obligan a pagar un impuesto para ayudar a su propia religión, cuando ya no quieren pagar ese impuesto, van a decir: "yo ya no soy cristiano, bórrenme del libro del bautismo". Seria preferible; no porque no les cobraran un impuesto, sino porque no quiero aportar a esta hora en que el pueblo de Dios tiene que ser pueblo escogido, nación consagrada, valiente comunidad para proclamar las maravillas de Dios y denunciar las injusticias del pueblo que nos circunda. Seria preferible borrarse del libro de la parroquia y no llamarse cristiano, que ser bautizado e ir arrastrando la ignominia de los paganos y pecadores, bautizados pero paganos en el corazón.

A esto viene nuestra fiesta de Pentecostés, a revivir esta conciencia cristiana de nuestro pueblo, a decirle como San Pedro en la lectura de hoy que recordemos nuestra dignidad de raza elegida, de sacerdocio real, de nación consagrada y de pueblo adquirido.
 

c) LA IGLESIA COMO UNA COMUNIDAD DE DIACONÍA

Y finalmente, hermanos, este pensamiento del Cristo que retorna en el espíritu a los suyos, a nosotros, y hace de nosotros una comunidad de servicio, una comunidad de amor, una comunidad de jerarquía, una comunidad de oración.

La comunidad, la comunión, es lo característico de la Iglesia. Por eso, el Concilio Vaticano II nos invita a educarnos saliendo de una educación individualista: "mi alma y Dios", y entrar, en cambio, en una espiritualidad de pueblo. Somos un pueblo, una comunidad, una comunión. En griego lo decían los primeros cristianos: somos una "coinonía". Bonita palabra que hoy se ha puesto de moda otra vez cuando en las comunidades de base, en las comunidades parroquiales se va descifrando qué significaba para aquellos antiguos la "coinonía", comunidad, una vida de familia. Y esa vida de familia sus propias características.
 

EL ORDEN DE LOS DIACONOS


 

¿POR QUE NACIÓ EL ORDEN DE LOS DIACONOS?

Nos lo ha contado hoy el libro de los Hechos. Había contiendas (ya comenzaban las divisiones en la Iglesia) entre hebreos y griegos. Decían los unos a los otros: "No nos cuidan bien a nuestras viudas, se descuidan de nuestra gente". Siempre comienza por algo egoísta o materialista la división en la Iglesia. Es el primer rasgo, la primera noticia de la historia de la Iglesia en que aparece una división entre los que forman la Iglesia. No nos extrañemos, hermanos: en "Iglesia de hombres con mañas de hombres", tendrá que haber divisiones de hombres. No nos debe escandalizar , mas bien, fijémonos como se superó aquella crisis.

La jerarquía, Pedro y los apóstoles, llaman a la comunidad, la "coinonía" y les dicen: "Ha crecido mucho la comunidad, ya nosotros apóstoles no podemos atenderlos a todos, nosotros no podemos descuidar nuestro deber principal que es la oración y el servicio de la palabra. Escojan, pues, entre ustedes siete hombres llenos del Espíritu Santo". Y escogieron siete, entre ellos el protomártir San Esteban, y les impusieron las manos. ¡Miren hermanos qué bonito gesto de Iglesia, la jerarquía propone el modo, la comunidad participa eligiendo, y los elegidos reciben el poder de la jerarquía!. Otra vez, la Iglesia... la jerarquía. No olvidemos nunca porque el día en que demos a esta comunidad sólo un sentido carismático, un sentido de amor y de comunión y nos olvidemos de la autoridad que es el Papa, los obispos, los sacerdotes, estaremos destruyendo la vértebra de esta comunidad.
 

LA DIACONIA


 

¿QUE ES DIACONIA?

La diaconia es una palabra griega que significa también servicio. Los diáconos y toda la jerarquía es diaconía. Los obispos no mandamos con un sentido despótico. No debe ser así. El obispo es el más humilde servidor de la comunidad porque Cristo lo dijo a los apóstoles, los primeros obispos: "el que quiera ser más grande entre ustedes, hágase el más chiquito, sea el servidor de todos". Nuestro mandato es servicio, nuestra conducción, nuestra palabra, es servicio.

Fíjense bien en esto de San Pedro: la misión principal es oración y servir a la Palabra. En este momento, hermanos, yo estoy sirviéndoles a ustedes. Mi predicación es un servicio a la palabra de Dios para transmitirla al pueblo. De ahí mi empeño en preparar lo mejor que puedo con mis pobres alcances, esta homilía, todas mis intervenciones, mis escritos, para transmitir la Palabra tratando de hacerla lo más nítida posible. Y por eso me duele, ¡cómo no me va a doler que al servidor de la Palabra, que al humilde criado de la comunidad de la Arquidiócesis, los señores que reciben este servicio, en vez de agradecérselo lo vituperen! ¡le digan como los señores insolentes a sus pobres cocineras: " ¡eso no sirve!"

Hermanos, yo les agradezco a ustedes tantos bellos testimonios de solidaridad, que ya les repetí una vez que le dan ganas de orar como Cristo., sobre todo, entre la gente humilde: Te doy gracias Padre, porque este servicio a la Palabra que yo trato de hacer, me lo comprenden los humildes, los sencillos de corazón; cuando en cambio se torna diatriba, se torna ofensa, y suscita y desata calumnias para todos aquellos que se creen autosuficientes, soberbios, encastillados en su propio modo de pensar y no quieren que nadie les llegue con la doctrina auténtica del verdadero Evangelio.
 

LA SEÑAL DE ESTA COMUNIDAD: EL AMOR

Y es finalmente, hermanos, y con esto termino, un servicio, una comunidad que la resuelve todo el amor. "En esto conocerán que sois mis discípulos". Esta es la señal de esta comunidad: el amor. Yo los invito a todos para terminar esta reflexión, que tratemos de revisar nuestro propio corazón. Si hay amor aún para aquellos que nos ofenden, eres cristiano. ¡Bendito sea Dios!. Si estás guardando un rencor, una rencilla contra aquel que molesta tu situación, que tú mismo sabes que no es cristiana, eso mismo te está diciendo que no eres cristiano. Si tu pagas para escribir o para hablar por radio ofensas contra tu hermano, aunque sea el obispo, no eres cristiano. Tú que te ganas la vida, que por necesidad de tu estómago vendes tu pluma, tu lengua para hablar por radio, servir de intereses mezquinos, no eres cristiano; pero eres más comprensible, te comprendo, tienes hambre y tienes que vender aunque sea tu fama.

Cuídense, hermanos, no nos vendamos a nadie. Hemos sido comprados por Cristo y el amor suyo es el que debe de imperar entre nosotros. Celebremos nuestra Eucaristía. ¡Qué honor también saber que ese bautismo que nos ha hecho raza de Dios nos invita a la Eucaristía cada domingo para alimentar nuestra vida divina, nuestra vida divina que es lo más hermoso que Cristo nos ha traído!. Porque Cristo resucitado no se ha ido, ha retornado en el espíritu y su vida de resucitado, su vida inmortal, su vida que muere ya, se quiere hacer nuestra vida; nosotros podemos hacer nuestra esa presencia, esa vida de Cristo entre nosotros por los sacramentos, por la fe. Por eso proclamemos ahora, pues, con una convicción profunda de que Cristo está aquí entre nosotros, el Credo de nuestra Misa.

Creemos en un solo Dios...
 

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