SER MAESTROS A PESAR DE LA VIOLENCIA

Mensaje del Arzobispo de San Salvador a los maestros


El Día del Maestro se celebrará este año en un clima de violencia y de terror que ya ha cobrado numerosas víctimas en las filas del magisterio y mantienen en la inseguridad y en la zozobra a muchos educadores.

Por eso la Federación de Centros de Educación Católica, en un gesto de hondo contenido cristiano, ha propuesto a las instituciones educativas católicas sustituir el carácter festivo del Día del Maestro por una misa en sufragio de los profesores recientemente asesinados y una profunda reflexión sobre los siguientes temas: la finalidad de la educación y su especificidad cristiana, las condiciones indispensables para el desarrollo de una auténtica educación, la libertad de organización del magisterio nacional y la necesidad de solidaridad.

Por mi parte, doy todo mi respaldo a esta bella iniciativa de la Federación de Centros de Educación Católica, ya que los cristianos no podemos permanecer indiferentes ante la salvaje persecución desatada últimamente en contra del magisterio en El Salvador. Conocemos el trágico saldo de esta persecución: 20 maestros asesinados, innumerables atropellos a miembros del magisterio, cientos de niños y jóvenes privados de la enseñanza porque sus maestros se han visto obligados a abandonar sus lugares de trabajo debido a la presión de las amenazas o de la persecución.

Solidario con ustedes en el dolor

Animado por esta misma motivación cristiana y como pastor de la Iglesia quiero dirigirme a todos ustedes, queridos maestros, para decirles una palabra en las difíciles circunstancias que muchos de ustedes están pasando y para reflexionar con ustedes sobre la belleza de su vocación, que tiene en Jesús, el Divino Maestro, el modelo más acabado de perfección.

En primer lugar, permítanme expresarles mi cordial solidaridad cristiana ante las angustias de la persecución de que muchos de ustedes son objeto. Sepan las familias de los maestros asesinados que me siento muy cercano a ellas, que comparto su dolor y tengo muy presentes en mi oración a los seres queridos arrebatados tan violentamente de su lado y a todos los que les lloran desconsolados.

Mi pensamiento va también a ustedes, maestros, a quienes la amenaza o la intimidación impiden vivir y trabajar en paz. Ustedes también son objeto de nuestra preocupación pastoral.

En segundo lugar, deseo recordar una vez más que toda vida es sagrada y que sólo Dios puede disponer de ella. Si algún maestro no cumple con su noble misión o es culpable de faltas graves, nuestra Constitución y nuestras leyes establecen maneras de proceder acordes con la dignidad humana. Es de justicia, pues, que las autoridades competentes investiguen a fondo los atropellos que se están cometiendo contra los maestros, para sancionar a los responsables y garantizar el respeto a los derechos del magisterio.

Sean fieles a su vocación

Las circunstancias en que muchos de ustedes viven actualmente, queridos maestros, son ciertamente difíciles. Procuren aprovecharlas para reflexionar y reafirmarse en el sentido de su noble vocación de educadores de nuestra niñez y de nuestra juventud.

El último Seminario Nacional sobre la Reforma Educativa concibe la educación como "un proceso por el cual se incorpora el individuo de forma crítica y como agente de cambio en la construcción de una sociedad más justa" (Recomendaciones, mesa I, tema A, III, 3). Esto supone, como ahí mismo se señala, formar "salvadoreños no conformistas, trabajadores, realistas, responsables y creativos de los procesos sociales y económicos" (mesa III, tema C) "que actúen a favor de la superación de las diferencias de intereses prevalecientes en la sociedad" (mesa I, tema A, IV, 2b). En esta misma línea se pronunciaron los obispos latinoamericanos reunidos en Puebla a principios de este año: la educación debe humanizar y personalizar al hombre, integrarse al proceso social latinoamericano, ejercer una función crítica y convertir al educando en sujeto, no sólo de su propio desarrollo, sino también al servicio del desarrollo de la comunidad (documento de Puebla, nn 1027-1030).

Por ser fieles a estas orientaciones varios de nuestros colegios católicos han tenido que sufrir también la persecución y, en ocasiones, el boicot sistemático. Espero que su ejemplo será seguido por todos los demás centros de enseñanza de la Iglesia, ya que esto es lo que nos está pidiendo la fidelidad a la noble vocación de educadores. No dudo que también los queridos maestros que laboran en los demás centros educativos sabrán apreciar este valioso aporte de la Iglesia.

Jesús, el Divino Maestro

Yo sé, queridos maestros, que la gran mayoría de ustedes profesa la fe cristiana. Y no hay duda que incluso quienes no comparten nuestra fe respetan a Jesucristo y tienen en gran aprecio su testimonio y su mensaje. Además, todos los maestros son conscientes de que ejercen su misión al servicio de un pueblo profundamente cristiano. Por eso les invito a fijar su mirada en Jesús, el Divino Maestro.

De Jesús aprendamos a no devolver mal por mal, a no responder a la violencia con más violencia, sino con amor y perdón.

Jesús nos enseña a descubrirlo y a servirle en todo hombre, especialmente en los más pequeños y en los que sufren.

Jesús nos muestra en su vida cómo se cumple hasta las últimas consecuencias una misión y cómo se enseñan los más nobles ideales más con el testimonio personal que con las palabras.

En nombre de Jesucristo, el Divino Maestro, que vino a enseñarnos y a realizar la liberación integral de todos los hombres, les saludo en el Día del Maestro pidiendo para ustedes las mejores bendiciones del Señor.

San Salvador, 22 de junio de 1979
Oscar A. Romero. Arzobispo de San Salvador

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