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Vancouver, Territorio del Pueblo Salish de la Costa
29 de Octubre de 2013
Vancouver, Territorio del Pueblo Salish de la Costa
Queridas y queridos amigos,
Les escribo con mucha alegría en mi corazón, con pena por las luchas y sufrimientos que se escuchan en cada rincón de la planeta, por la defensa de Nuestra Madre, y de las hermanas y hermanos que se encuentran más afectados por las violaciones permanentes de los depredadores ricos enamorados de la plata y del oro. Pero canta mi boca de alegría sabiendo que allí están, nuestros y nuestras queridas compañeros que han seguido abriendo camino, y seguirán siendo camino para los sufridos, más queridos de nuestro Señor de la Vida.
Les escribo con mucha felicidad en mi corazón porque mañana va a ser el día, oficialmente, en que inicio un camino junto con la pequeña parroquia de San Bernabé en el pueblo de Nuevo Westminster... la primera colonia del imperio británico en territorio ancestral de los pueblos Salish.
Acá es una zona de personas sufridas, pobres, trabajadores, desempleados, ancianos y ancianas, adictos, borrachos, enfermos de todo tipo... o sea, ¡me encuentro ya en el Reino! La parroquia es pequeña, pero desde su inicio se ha dedicado a ser el hogar para los más pobres, los indígenas ya descartados, sus tierras robadas, y de los inmigrantes-esclavos chinos quienes fueron traídos a trabajar, y a morir, construyendo los caminos de los ferrocarriles.
Soy ya párroca, entonces, de esta pequeña comunidad de creyentes, que trabajan más en hacer comida para los vecinos, y repartir ropa a los pobres, y recoger a los abandonados, y, eso sí, tomando el tiempo necesario para ir a celebrar la cena sagrada, y participar en la oración continua, y los sacramentos y lecturas guardados de los siglos por los siglos por nuestros ancestros. Camino de mi casa a la iglesia, por las calles y los cerros inclinados por Nuevo Westminster, veo abajo el río con los barcos de pesca y de carga, los que vienen y van, y la gente caminando rápido porque ya está llegando los días del frío. Los árboles se pintan de mil colores, cantando a su Dios, y nuestro Dios, un himno sinfín. Mi corazón también canta, y está contento.
Cuando acepté la invitación de mi obispo, el querido Michael Ingham, que me había apoyado siempre, a ir a esta parroquia, sabía y sentía, que iba ya a lo que era MI casa. He sido gitana-vagabunda-poeta, enamorada de los cambios, y la inseguridad, toda la vida. Pero bueno. Me conformo con una sonrisa.
Sé que, por ahora, mi lucha es “acá”. Pues, es “acá”, sin dejar ser la lucha de “allá”. Sentía tan fuerte la necesidad de regresar a trabajar “acá” precisamente por mi amor incansable por las tierras y la gente de “allá”. La minería es una plaga, una bestia que sale de “acá” de las entrañas de mi querida tierra acá en el norte. Entonces, vine, a trabajar, a luchar, a escribir, a enfrentar, a confrontar y a derrotar este demonio que vive en MI tierra, y va a chingar a los suyos. Ya no. ¡Basta! Lo bueno es que, en esta parroquia, me aceptan, tal vez no me entienden todavía, pero como son de corazón abierto... me escuchan, y estamos construyendo una base de lucha juntos.
Hace dos semanas, domingo, después de la misa, iba a mi oficina, que queda al otro lado del patio, cuando vi que venía una muchachita de 19 años, ya no podía caminar en sus taconotes y venía llorando. Había escuchado de nosotros, y venía caminando más de 3 kilómetros con estos zapatos horrorosos.
Pues, no les tengo que decir nada, porque pueden imaginar todo lo que la estaba pasando. Todo el pecado humano posible, todo, pero todo, estaba concentrado sobre la cabeza de esta joven. Vino a mi oficina. Le dí té con pan, más pan, y aun más pan comió. Fuimos a buscar entre la ropa
donada a ver qué había, y ¡cabal! encontramos unas botas peludas, todas cómodas, un suéter, una chumpa, y un mono de peluche. Fuimos de nuevo a mi oficina. Se quedó en el sillón cómoda, y cuando ví, ya estaba dormida, como la niña que aun era. Se había agarrado un –no me acuerdo cómo se dice en Argentina– una manta, un poncho, un zarape, creo que se dice en México, y con esto, dormida se tapó. Era toda una belleza. Me quedé viéndola, y sintiendo la bendición de todos y todas nosotros que luchamos por un mundo diferente. Este poncho/zarape/manta me lo había regalado Gerardo y los grandes amigas y amigos de SICSAL, del COR-Buenos Aires, cabal en estos días del año pasado que tuve la bendición de ir a verlos.
Entonces mañana, en la misa de celebración para el inicio de este nuevo ministerio compartido de San Bernabé, “el Hijo de la Consolación”, vamos a traer varias ofrendas a la mesa, el pan y el vino, el agua bendita, la Biblia, y nuestro Libro de Oración Común. Y entre estas cosas sagradas, me van a traer los zapatos de la muchacha, y el poncho/zarape/manta de
Argentina. Tienen su lugar en el altar. Se queden como símbolo del sufrimiento de los pobres de todo tiempo y todo lugar, y más que esto, como seña clara e inapagable del Amor y del Calor Humano que nos vino a encender el Dios de la Vida en nuestros corazones.
¡Gracias, compañeras y compañeros de SICSAL! La lucha sigue, y mi oración es que seguimos siendo luz y bendición unos para los otros.
En el amor de Jesucristo,
Emilie
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