Se encuentra usted aquí
Raquel Saravia, profeta de la liberación
Trataré de retratar, en estas breves páginas, a una mujer de talla extraordinaria que perfila con altura y coraje la mística profética de la liberación. Su vida refleja su infatigable vocación educadora, evangelizadora, teóloga y escritora.
Raquel es una de esas mujeres que dejan huella no sólo en la vida religiosa sino también en la Iglesia y sociedad guatemalteca y latinoamericana. Conocí a la Hermana Raquel en el año 1980 en un congreso de la Conferencia de Religiosos/as (CONFREGUA). Desde el primer momento me impactó su jovialidad, entusiasmo, audacia, brío y opción por los pobres en unos tiempos en donde hablar de esta opción era considerado por los poderes del Estado como subversivo.
Raquel Saravia nació en la ciudad de Guatemala en 1942. Se graduó de maestra de Educación Primaria, estudió el Profesorado en Ciencias Sociales y obtuvo la licenciatura en Historia en la universidad nacional de San Carlos.
Es una mujer abierta a la acción del Espíritu. Llegó el día en que decidió “seguir a Jesús en radicalidad”. Entró en la Congregación de la Sagrada Familia de Helmet. Inició su misión dando clases en el colegio Belga-Guatemalteco de la Congregación, en la ciudad de Guatemala, transmitiendo su entusiasmo a las alumnas.
La Educación fue para ella una vocación que la hizo vibrar durante toda su vida, entendida ésta como el desarrollo de la conciencia y la creatividad del alumnado. Las alumnas pertenecían a la clase media alta. Vivían en un ambiente acomodado, mientras en el campo y en los más alejados pueblos y aldeas la gente se encontraba en una situación de extrema pobreza y abandono. Raquel confiesa que “un día me topé con Jesús en los pobres de mi pueblo”. Aquella llamada de Dios a Moisés “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto… Ve pues y libera a mi pueblo” no la dejaba tranquila. Raquel detecta la presencia de Dios entre los más pobres y excluidos de la sociedad y en las luchas reivindicativas de los campesinos, indígenas, mujeres…
En un discernimiento de fe, Raquel, junto con su comunidad, opta por iniciar la conocida “Operación Uspantán”. Veía necesario que las jóvenes entraran en contacto con la realidad de pobreza del campesinado indígena. Aprovechando la presencia de varias Hermanas de la Congregación en la misión de Uspantán (Quiché) pidieron alumnas voluntarias para convivir por un tiempo con la gente campesina, dando clases a los niños, organizando talleres de formación con mujeres, y sobre todo aprendiendo de su experiencia…
Las jóvenes que habían participado en este proyecto regresaban impactadas por la situación de pobreza en que vivía la población indígena, carente de servicios de salud y educación, marginada, excluida, ignorada… Vieron con sus propios ojos esta cruda realidad, escucharon los lamentos de la gente, comprendieron que hay otra Guatemala totalmente desconocida para las chicas de la Ciudad. Después, compartían con pasión esta experiencia entre sus compañeras de colegio, familiares y amistades. Este encuentro con el campesinado significó para ellas una escuela de formación vital, de manera que algunas de estas jóvenes se involucraron, años más tarde, en organizaciones político-sociales que buscan un cambio estructural en el país. Varias de ellas fueron secuestradas y asesinadas por los escuadrones de la muerte.
La violencia se agudizó en el país. Cada día caían, por la represión del ejército, catequistas, mujeres, niños y niñas, jóvenes, sacerdotes, gente comprometida por la justicia. En ese tiempo Raquel era vicepresidenta de CONFREGUA y, junto con su equipo, emite un Comunicado denunciando esta situación de pecado.
Como consecuencia, ella y el equipo directivo fueron señalados como subversivos, comunistas, guerrilleros. El exilio fue la consecuencia de esa opción por los pobres. Su Congregación envía a Raquel a Roma a estudiar Teología. Al igual que Moisés, el dolor de su pueblo lo llevaba como herida sangrante en su corazón, sobre todo el asesinato de varias ex-alumnas, de amigos religiosos y la larga lista de mártires que seguían dando su vida, desde la fe, por otra Guatemala distinta.
Terminados los estudios de teología regresa a México, dado que no podía entrar en Guatemala. Ahí entra en contacto con el obispo de San Cristóbal de las Casas (Chiapas), Samuel Ruiz, y el de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, y organizan la Secretaría de Refugiados guatemaltecos. Encontró en estos obispos una gran solidaridad con los refugiados, que en ese momento ya sobrepasaban los 50.000 en los campamentos de Chiapas. Participó junto con estos obispos y con Pedro Casaldáliga, quién realizó varios viajes a Centroamérica y México, en la creación del Secretariado Internacional de Solidaridad “Monseñor Romero”.
Siempre tan activa, y motivada por su amor a Cristo presente en los crucificados de la tierra, anima la solidaridad con los refugiados. Raquel expresó que “la solidaridad se hizo ternura en el corazón de los mexicanos”. En sus viajes a los campamentos compartía cursos de catequesis y charlas de análisis de coyuntura, pero como bien dice ella: “Siempre era yo la que regresaba llena de Dios por el testimonio que nos daban de perdón y esperanza, a pesar de los horrores que habían vivido y la pérdida de familiares. La lucha por la vida, su resistencia en medio de las penas y la lucha por su liberación, surgían de una fe profunda en el Dios de los pobres”. Raquel trabajó duro, pero con una gran alegría que se desbordaba en el servicio a su pueblo y la transmitía a los demás. Siempre se manifestó como una persona dinámica, alegre, jovial, llena de fe, mujer abierta al Espíritu de Dios y con grandes esperanzas en la transformación de Guatemala.
Después de diez años de exilio, regresa a Guatemala. Creyó que le esperaban años de descanso y quietud, pero dice ella que Dios le pedía que diera más. “Quería que transmitiera mi experiencia a la vida religiosa”. Fue nombrada maestra de novicias, profesora de junioras del Inter-Congregacional, superiora Regional de la Congregación, presidenta de CONFREGUA en donde configura el equipo de mujeres teólogas. Apoyó, con singular énfasis, la pastoral de la mujer, configurando un equipo de teólogas religiosas y laicas que iluminan esta pastoral mediante encuentros de formación y promoción de actividades con grupos de mujeres en las parroquias.
Fue vicepresidenta de la Conferencia Latinoamericana de Religiosos y Religiosas (CLAR). Su trabajo consistió en compartir los nuevos caminos e ideales de vida religiosa del post-Concilio y del post-Medellín. Ha seguido paso a paso el caminar de la vida religiosa latinoamericana, encontrando en ella luces y sombras. Fue inyectando el carisma profético y liberador que debe caracterizar a la vida religiosa. Raquel apuesta, al igual que el Papa Francisco, por la sencillez y austeridad evangélica en la vida religiosa, la compasión, la opción por los empobrecidos de la tierra, el diálogo fraterno y por una actitud positiva y esperanzadora de la vida.
Vivió con profundo dolor el martirio del obispo Juan Gerardi, profeta de la Recuperación de la Memoria Histórica, buen pastor que dio la vida por el reconocimiento y dignidad de las víctimas de la guerra. Años después, Raquel recibió el galardón “Orden Monseñor Juan Gerardi a los Derechos Humanos” de parte del Arzobispado por su compromiso con los más marginados.
Participó en la Conferencia del CELAM de Aparecida (Brasil) junto con los obispos. Fue posteriormente copresidenta del SICSAL con monseñor Álvaro Ramazzini. Su compromiso no se limitó al ámbito religioso y eclesial, participó también en la Comisión de Reconciliación por la Paz en Guatemala. Es una mujer, que desde su fe, se ha venido comprometiendo por la justicia y la paz. Ha sabido unir fe y vida, mística y profecía, espiritualidad y compromiso socio-político.
Su experiencia de vida religiosa ha sido una larga experiencia de Dios, que le ha conducido por caminos insospechados y le ha proyectado a la lucha por la solidaridad, la justicia y la liberación de los marginados, los pobres, los indígenas, la mujer… Confiesa que “Dios me ha conducido a una pasión profética que brota de la experiencia misma que mira la realidad desde Dios”.
En la actualidad, Raquel se encuentra bastante enferma, pero no pierde la serenidad, la lucidez y la esperanza. Con motivo del 15º Aniversario del martirio de Mons. Gerardi, varias organizaciones, entre ellas el SICSAL, le concedieron un reconocimiento por el trabajo, de tantos años, a favor de la liberación integral de su pueblo.
Esta es Raquel Saravia, mujer profeta de Dios al lado de los pobres, soñadora y luchadora por otra Guatemala y otra Latinoamérica de justicia y fraternidad.
Fernando Bermúdez
- Inicie sesión para comentar