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LA ESPERANZA, LA JUSTICIA Y LA VERDAD. MONSEÑOR ROMERO Y EL PUEBLO TENÍAN RAZÓN.
La tristeza y el llanto del pueblo pobre, sufriente, hambriento de comida y de justicia, crucificado como le llamara Ignacio Ellacuría, se transformó en alegría y cantos de júbilo y esperanza el pasado 23 de mayo. Las lágrimas derramadas de tristeza, impotencia e indignación por la muerte de su amado pastor que los defendió hasta el último segundo de su vida, se volvieron a sentir pero ésta vez, porque pudo más la esperanza que la desesperanza y la verdad se impuso a la mentira. La sabiduría popular no se equivoca, con justa razón Monseñor Romero decía: El pueblo es mi profeta... Los pobres han marcado el verdadero camino de la Iglesia… que haya más y más Comunidades Eclesiales de Base... Este pueblo profético, lo declaro santo desde el mismo instante de su martirio y durante más de tres décadas, ha gritado a los cuatro vientos que Monseñor Romero es nuestro profeta, nuestro pastor, nuestro Santo para todo el mundo; pero la iglesia en vez de apoyar al pueblo lo quiso silenciar. Todo este tiempo la iglesia nos amenazaba con argumento que íbamos entorpecer el proceso de beatificación, que mientras el vaticano no lo declare santo no lo podemos llamar así etc.
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