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“Iglesia espera que beatificación de Romero sirva para la reconciliación.”
Es un título en el Diario de Hoy, visto por internet el día 25 de Mayo de 2015. Luego se cita frases del arzobispo de San Salvador. Una primera observación: el arzobispo es arzobispo, al servicio de la Iglesia en la arquidiócesis, pero no es “la Iglesia”. Es un grave error que se encuentra con frecuencia en los medios de comunicación. Sin embargo tengo la impresión que escriben que es la voz de la Iglesia cuando el medio comparte lo planteado. Si no comparten lo planteado, más bien dicen que es el arzobispo. De todos modos la Iglesia es el Pueblo de Dios y los obispos están al servicio de esa Iglesia que tiene su misión en función del Reino de Dios, según el camino de Jesús.
Pero quisiera compartir una reflexión sobre las múltiples referencias a la beatificación de Monseñor Romero que mencionan que “debe llevarnos a la reconciliación nacional”. "El Papa nos invita a actuar como actuó Monseñor Romero, a luchar por la paz, y nos ha pedido que trabajemos por una reconciliación nacional", declaró el arzobispo de San Salvador, monseñor Luis Escobar Alas, que insistió en que el Pontífice les pidió en una carta apostólica que procuren "una sociedad reconciliada".
El arzobispo reconoce que “El camino por recorrer para lograr este propósito es largo, sobre todo cuando se tienen altos índices de homicidios y otros tipos de violencia social, así como una sociedad polarizada” – cita el Ddh. Por supuesto que esas violencias sociales con tantos homicidios, extorsiones, desapariciones han provocado graves heridas. ¿Qué quiere decir el arzobispo con “la sociedad polarizada”? ¡Ojalá algún día lo explique en detalle! Me atrevo a pensar que lo expresa de manera positiva (el bien que no hemos hechos) diciendo: "yo estoy convencido que monseñor Romero dio su vida queriendo la paz, la justicia social, la reconciliación del país, el bien para todos , la dignidad de las personas más pobres y marginadas, y no lo hemos concedido".– siempre citando el periódico. Ampliando quisiera entender que el arzobispo quiso decir lo siguiente. Somos una sociedad polarizada porque no hay paz (a pesar de los Acuerdos de Paz), porque no hay justicia social. Esta última dimensión de la sociedad la ilustra aún más: no se respeta la dignidad de las personas más pobres y oprimidas. El arzobispo ya no aclara más. Pero ¿Cómo es que no se respeta da dignidad de las personas más pobres y marginadas?
Gozando de la libertad del Espíritu, quisiera contestar esa pregunta: el sistema económico (caracterizado como “neoliberal capitalista”) genera la exclusión, la marginalización, la pobreza y así se pisotea permanentemente la “dignidad” de esas personas. Estos días, un trabajador en una de las empresas SIMAN, me dijo que se le paga la hora extra a dos coras (0.50$). Además de ser empresas de una familia católica de renombre, las menciono aquí solamente como un ejemplo de cómo funcionan las empresas en este país: con salarios de hambre, generando empleo que no es digno porque el salario que pagan no da para poder vivir dignamente, y podemos añadir -recordando la publicación del ministerio de hacienda - sin pagar todos los impuestos al estado, no pocas veces no entregan el iva cobrado o la cuota del seguro de los empleados, con horarios y entornos laborales muchas veces poco respetuosos de la dignidad de los trabajadores/as,…. Digo las empresas de manera general: desde las grandes empresas internacionales y nacionales (con las maquilas a la cabeza), también las medianas, pequeñas y hasta de algunas ONG’s y organizaciones sociales (y eclesiales) oigo con cierta frecuencia como la práctica económica interna se contradice con sus planteamiento de desarrollo y de vida.
La conclusión, entonces será: somos una sociedad polarizada como consecuencia de una estructura económica injusta, que genera grandes riquezas para pocos y grandes pobrezas para muchísimos. De esa estructura pecaminosa Monseñor Romero nos pidió (y eso sí, a “todos y todas”) que la arrancáramos de raíz. El arzobispo reconoce que no hemos conseguido “el bien para todos”. Esa tarea pendiente "es una pena para nosotros, todos somos culpables, sin señalar a nadie, somos todos, queriendo un El Salvador en paz”. Por supuesto que todos queremos la paz. Por supuesto que Monseñor Romero quiso – sobre todo – evitar que llegáramos a esa guerra de 12 años con 75,000 muertos/as y más de 8000 desaparecidos/as. Con toda razón el arzobispo nos dice: “todos somos culpables”. Pero ese todos también hay que aclarar iniciando con la jerarquía de la Iglesia, sus pastores, las y los miembros de las Iglesias que tienen la misión de ser “buena noticia para las y los pobres” de parte de Jesús y el Reino de Dios. También “la oligarquía”, tan denunciada por Monseñor Romero y tan convocada a “quitarse los anillos”, es decir a convertirse, a arrepentirse de verdad y a destruir los ídolos del poder y de la riqueza. También las organizaciones sociales, también el pueblo trabajador (de manera general), el pueblo pobre, tan invitadas por Monseñor a no transformar la organización en ídolo, a tomar conciencia de la situación en que viven, a organizarse y a luchar por la reivindicación de sus derechos fundamentales…
Luego me pregunto: ¿qué quiere decir el arzobispo con “esperamos ese milagro de monseñor Romero". Yo creo – como estaba dibujado creativa y lúdicamente en un dibujo en el CoLatino – que Monseñor Romero “cada rato viene acá con la esperanza de ver que algo cambie”. Pero me pregunto: ¿aún no está claro que Monseñor Romero nos ha llamado a nosotros/as a realizar ese milagro? Los Evangelios están llenos con testimonios de Jesús a sus discípulos en el sentido de “denles ustedes de comer”, de enviarles a curar a los enfermos, a expulsar esos demonios (que provocan muerte y exclusión, miseria), a ser buena nueva para las y los pobres!!!
No. Me parece que la primera llamada y la definitiva que el “tan querido beato Monseñor Romero” (expresión que he oído de la boca del arzobispo) es: arrepiéntanse!!! Conviértanse!!! Esto significa empezar con reconocer la verdad (desde la perspectiva de Dios, es: de los pobres) sobre la historia de nuestro pueblo, las causas de la guerra, las atrocidades de la guerra, las masacres, el asesinato de Monseñor Romero (y de todos aquellos que vivieron coherentemente su fe). Y luego reconocer el pecado estructural de nuestra sociedad, el pecado en nuestra propia vida, el grandísimo pecado de la omisión. Sin ese reconocimiento (hasta las últimas consecuencias) no habrá arrepentimiento, no habrá conversión y como consecuencia no habrá “reconciliación”. Porque recordemos que la presencia de ricos, políticos de derecha y de izquierda, de gobernantes y ex gobernantes en los espacios reservados durante la beatificación, no es ningún signo ni de reconocimiento de pecado, ni de arrepentimiento, ni de reconciliación. El Papa Francisco habló de monseñor Romero como de “Este pastor dedicado, con el ejemplo de Jesús, eligió estar en medio de su pueblo, especialmente los pobres y los oprimidos, a costa de su vida". El beato convoca a estar en medio del pueblo pobre y oprimido y esto, con el riesgo de la propia vida. Solamente desde las heridas (abiertas) en el pueblo se podrá llegar a la conversión y el arrepentimiento, es decir a la reconciliación.
Si el verdugo no reconoce lo que hizo como un gran delito y violación a los derechos humanos fundamentales, si los coroneles del ejército no reconocen que masacraron a nuestro pueblo (Sumpul, Santa Marta, Mozote, La Quesera, …), si la dirigencia de la guerrilla de aquel tiempo no reconoce sus propios errores (como por ejemplo el asesinato de los alcaldes del PDC), si la jerarquía de la Iglesia no reconoce su silencio cómplice durante y después de la guerra, si cada uno y cada una no reconoce que hemos optado por comodidades, desmovilización popular, falta de conciencia crítica y que nos hemos dejado seducir por el consumismo y los juegos electrónicos en todas sus formas, …. no habrá conversión, no habrá arrepentimiento, es decir: no habrá reconciliación.
¡No pidamos a Monseñor Romero que nos haga el milagro de la reconciliación! Nosotros/as debemos ser el milagro. El mismo, durante sus tres años de arzobispado, nos ha expresado repetidas veces “no por ahí, sino por acá”!! Nos ha enseñado el camino de la conversión y el arrepentimiento. Recordemos la parábola “del rico epulón y el pobre Lázaro”: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco creerán aunque alguno sea levantado de entre los muertos." (Lc 16,30) No. No habrá intervención milagrosa desde el cielo para arreglar nuestra realidad. Dios ya nos envió a Jesús, a Monseñor Romero!!! El camino es: reconocer la verdad (dolorosa), arrepentirse, convertirse, dejarse curar por el perdón de parte de las y los pobres, cambiar de vida y de actuar, arrancar de raíz este sistema económico injusto, hacernos justos para construir juntos un pueblo ejemplar, un pueblo de “El Salvador”, un pueblo de Romero: ejemplo para el mundo entero!!! Así, Monseñor habrá resucitado en su pueblo.
San Juan Opico. 25 de mayo de 2015
Luis Van de Velde
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