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Reflexionando la realidad a la luz de Monseñor Romero - 7
Empiezo con la primera parte de esta cita: “En esto se conoce a un auténtico católico: en que está con su obispo, Si no está con su obispo, no puede decirse buen católico”… y más adelante “cuando no estén de acuerdo con el obispo, tengan la valentía de dialogar con él y de convencerlo de su error o de convencerse de su error”.
Creo que solamente años después podemos comprender la verdad de lo que dijo Monseñor Romero. La verdad de la relación del católico con el obispo (estar con él o no estar con él) depende en primero lugar del obispo mismo. En Romero Dios mismo pasó por El Salvador, nos dijo el Padre Ellacuría. El pueblo lo había declarado santo. Francisco, Papa, empujó con energía evangélica la beatificación (2015) y estamos cerca de la canonización. En la vida, en la palabra (que era su fuerza), en su presencia el arzobispo Romero hizo presente al Dios de Jesús. Por eso pudo decir, en verdad, que quien no está con el obispo, no puede ser autentico católico.
Pero esta frase no se puede aplicar a cualquier obispo. Todo depende de dónde está el obispo. Si un nuevo obispo quiere imponer “orden y comunión” y pretende de manera despótica “hagan lo que yo digo” (ver el texto de Romero), está lejos de la prueba de autenticidad episcopal como la de Monseñor Romero.
Algo semejante vivirán obispos, sacerdotes, pastores y laicos-as de iglesias no romanas. No dudan que en Monseñor Romero hemos vivido a Cristo presente en nuestro pueblo. Tienen claro que en Monseñor Romero Dios mismo ha enseñado el camino de vida y salvación. Pero esto no es así ante muchos otros obispos romanos. El criterio debe ser el evangelio de Jesús, el Reino de Dios, la opción por los pobres, la vida en coherencia con la palabra, actitud acogedora, misericordiosa, ….
Por eso es tan importante “volver a Monseñor Romero”, volver a leer sus textos, sus homilías, sus reflexiones (diario), en el contexto histórico de su tiempo, para poder escuchar su voz hoy, de manera actualizada, para que sea también hoy “Palabra de Dios”.
242-2, El obispo siempre tiene mucho que aprender de su pueblo – parte 2
La segunda parte de esta cita de su homilía del 9 de septiembre de 1979, tiene que ver con la humildad y la sinceridad del obispo (podemos decir, “del pastor”) que “siempre tiene mucho que aprender de su pueblo”. Monseñor está convencida que el Espíritu (el Soplo) Santo provoca una cantidad de “carismas”, de servicios según el evangelio, de enfoques (acentos) cristianos. “En los carismas que el Espíritu da al pueblo, el obispo encuentra la piedra de toque de su humildad y su autenticidad”.
El obispo (sacerdote, pastor de congregaciones, animador-a de comunidades cristianas) encuentra su piedra de toque en el encuentro con aquellos-as que desde su propia carisma tratan de vivir auténticamente el evangelio, aunque sea en experiencias que el obispo no comprende mientras está lejos. Un obispo que no quiere aprender del pueblo (lo que empieza con acercarse, con escuchar sin enjuiciar), no puede ser un obispo según el Evangelio. Puede ser administrador de una institución religiosa, puede controlar los registros y exigir obediencia (ciega), pero nunca será obispo que se abre para que Dios mismo pase por él, como sucedió con Monseñor Romero. El pueblo es mi profeta, dijo el otro día.
243. La organización
Ante las desmovilización post Acuerdos de Paz en El Salvador, re-suenan las palabras proféticas de Monseñor Romero: “No es solamente un derecho, sino en ciertos momentos, como el de hoy, es también un deber” que el pueblo se organice para conquistar sus reivindicaciones sociales, políticas, económicas,… Monseñor está consciente solamente “la fuerza de un pueblo que clama unido por sus justos derechos” puede lograr las transformaciones tan necesarias.
Monseñor hace en esta cita una llamada a los queridos hermanos que no están comprometidos en organizaciones populares, a los que lo escuchan semanalmente pero que no se arriesgan a asumir retos en la organización social y política. Recuerda, uno, que no es pecado organizarse, más que es absolutamente necesario asumir compromisos más allá del espacio religioso. Lo que Monseñor cuestiona (y lo hace en otras oportunidades) es que al organizarse se “diviniza” la organización, la convierten en un nuevo ídolo y sus dirigentes y líderes como sus profetas, a quien se debe “obediencia”. “El pecado es, para un cristiano, perder la perspectiva de Dios”. Aquí se trata del Dios de Jesús que no permite la idolatría de la organización. Cristianos-as no pueden hacerse ciegos y sordos en la organización, sino debe alimentar su fe para poder discernir entre verdad y mentira, entre justicia e injusticia, entre imposición y libertad,… Cristianos-as en la organización debe ser adultos, con conciencia clara alimentada desde su fe en Jesús, en el Dios del Reino.
244. Ya no es cristiano
Cito. “ Un cristiano que se solidariza con la parte opresora no es verdadero cristiano. Un cristiano que defiende posiciones injustas, que no se pueden defender, solo por mantener su puesto, ya no es cristiano. Busca las cosas de los hombres, ya no habla ni piensa de las cosas de Dios”.
Problema es que el opresor, el sistema opresor y los medios de comunicación (es decir: de desinformación y de ocultamiento) a su servicio nunca deja visualizar “las posiciones injustas”, no permite que se conozca las verdaderas razones detrás de sus posicionamientos. Por ejemplo. Jamás van a decir que su único y verdadero interés es ganar más y más y más, acumular más riquezas, para invertir más y seguir ganando más, y esto al precio que sea (pagado por los trabajadores-as, por la naturaleza, por los consumidores,..). El partido que defiende con claridad los intereses estratégicos de la oligarquía ya asumió el lenguaje de solidaridad, de apoyo a los pequeños, de bienestar para todos,…. De esa manera para la gente que no tiene apoyo (por ejemplo en sus iglesias, comunidades, cooperativas, sindicatos,…) para iluminar bien la realidad, para ir hasta el fondo, se deja engañar fácilmente.
En El Salvador la mayoría de los votantes (casi todos “cristianos” de una u otra manera) eligen por partidos de la derecha, mayoritariamente por ARENA, partido de la oligarquía y financiada por ella. Es decir solidarizan (con su voto) con la parte opresora y explotadora de nuestro pueblo.
Desde las Iglesias hay una tremenda responsabilidad histórica para apoyar a nuestro pueblo en su proceso de toma de conciencia sobre la realidad del país y del continente. “Las cosas de Dios” (que no asunto de religión) están en juego!
245. La sonrisa de un niño
Aquí aparece la sencillez del pastor. Se alegra por la sonrisa de un niño que le sonríe, que lo abraza y le da un beso. Monseñor se ponía en la puerta de catedral para saludar a la gente después de la misa dominical. En sus visitas a los cantones caminaba con la gente y se dejó abrazar por los humildes (en este caso expresado por la sonrisa de un niño). Monseñor sabía que esos abrazos eran sinceros, lo que no sentía con la mano que le daban los grandes (empresarios, políticos, militares), ni aquellos que (muchas veces con todo fariseísmo) trataron de besarle su anillo de obispo.
De verdad bien lo siente uno cuando un abrazo de una anciana o de un joven es expresión de sincera amistad y cercanía, o cuando un saludo como “hola, mucho gusto saludarlo” de alguien que no quiere a uno. El abrazo de paz en nuestras celebraciones de fe o al finalizar las reuniones de comunidad, son de esas expresiones de cercanía sincera. Hacen brotar un sentimiento de profundo agradecimiento por ese regalo.
246. La trascendencia
Monseñor Romero vivía la trascendencia (la relación con Dios) en el único espacio donde realmente puede ser vivido en toda radicalidad: en el corazón del pobre. En el encuentro verdadero con “el/la pobre”, al estar en “el lodo de la sociedad”, al tener en la mano la mano de un enfermo, al abrir el corazón para un andrajoso, al entrar a la casa humilde (la cabaña, la choza, el rancho, la casita bajareque o de lata y cartón), ahí – en la horizontalidad de la realidad – Monseñor vivía la presencia liberadora y desafiante de Dios: la trascendencia de la vida. Por eso le dice (con hechos): “Tú no eres basura, no eres excluido, tú vales mucho”. La presencia del creyente se transforma en presencia de Dios mismo que moviliza fuerzas para humanizar la vida.
Solamente en la radicalidad de la humanidad de Jesús, se descubre la radicalidad de su divinidad. Tan “humano”, solo Dios, decía un teólogo. La trascendencia de la fe no es para experiencias emocionales de trance, de caerse y temblar, ni para sentirse elevado en oración, sino es para estar presente en el corazón del pobre. Esto exige de la Iglesia y sus pastores, y sus fieles, una permanente conversión: ir en búsqueda de las y los pobres, porque ahí encontrarás a Dios. Preguntémonos: ¿A cuántas familias (más) pobres (que nosotros) hemos visitado en estos meses? Tantas veces hemos estado frente a frente con el Dios de Jesús.
247-1. Tenemos que respetar su memoria
Monseñor Romero recuerda aquí, finales de septiembre de 1979, a los sacerdotes asesinados. Hasta ese momento eran Nicolás Rodríguez (1970), Rutilio Grande (1977), Alfonso Navarro (1977), Octavio Ortiz (1979), Rafael Palacios (1979), Alirio N Macías (1979), Ernesto Barrera (1977). Y los llama “mártires en el sentido popular”. Justifica ese nombre de mártires diciendo que predicaron y vivieron esa “incardinación con la pobreza”, hasta las correr todos los riesgos, hasta las últimas consecuencias de ese camino, como lo hizo Jesús. “Los mataron como mataron a Cristo”. Los llama los “verdaderamente justos”, lo que no significa que no han tenido sus manchas. En el bautismo de sangre se han purificado de todo. Y luego Monseñor nos exige: “Tenemos que respetar su memoria”
¿Lo estamos haciendo? ¿Qué es respetar su memoria? Un mínimo es no callarlos, no dejarlos en el olvido… Ahí ya estamos mal. ¿Quiénes se acuerdan del Padre Nicolás Rodríguez, o de Manuel Reyes, o de Ernesto Ábrego, o de Marcial Serrano, el diácono Othmaro Cáceres y hasta del obispo Monseñor Joaquín Ramos? Me alegra que este año (2016) pudimos organizar una segunda memoria de Alfonso Navarro (la primera fue en el año 1978, a un año de su asesinato). ¿Porqué los hemos olvidado? Que no eran tan conocidos, no me parece un argumento válido. Estamos fallando. Un segundo nivel para respetar su memoria es rescatar su vida, su entrega. Tenemos responsabilidad histórica y creyente de investigar tanto su vida como su asesinato. La verdad también ahí nos va a liberar. Un tercer nivel son las celebraciones memoriales, como se hace ya desde hace tiempo, de Rutilio Grande, Octavio, Alirio, un poco de Rafael y de Ernesto, los jesuitas, las hermanas de Maryknoll, hermana Silvia. Ahí encontramos el peligro de la religión: vivir de celebración a celebración, “nos vemos el próximo año en la celebración”. No puede ser así: la celebración memorial no puede sustituir ni apartar el seguimiento. Ellos son faros en el mar (de la miseria, la injusticia,..). Ellos son de los beduinos en el desierto que nos gritan: no por ahí, sino por aquí (asi lo dijo Monseñor en misa de cuerpo presente de Alfonso Navarro). “Escúchemoslos”… El cuarto nivel es vivir la radicalidad de la vida creyente de esos mártires, quienes no se cansaron en proclamar las buenas nuevas de Dios a las y los pobres para su liberación. El verdadero respeto por los mártires no se vive conservando alguna reliquia de ellos, ni en ceremonias litúrgicas o actos culturales en su honor, sino en la realidad de hoy, en el compromiso, en la entrega “hasta las últimas consecuencias”.
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