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Leyendo la realidad de hoy a la luz de la Palabra de Monseñor Romero- 24
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352. Es un pueblo que se hace respetar
“Se destruyen las organizaciones populares, ya se sabe con qué ideas, Porque un pueblo desorganizado es una masa con la que se puede jugar; pero un pueblo que se organiza y defiende sus valores, su justicia, es un pueblo que se hacer respetar”.
Uno de los fenómenos típicos de la post guerra en El Salvador, a partir de los Acuerdos de Paz, es la “desmovilización del pueblo”. Recordando los miles y miles de personas en la manifestación de las organizaciones de masa del 22 de enero de 1980…. Uno se pregunta: ¿Por qué el pueblo se desmovilizó tanto? ¿Por qué se permitió o porqué se fomentó la desmovilización del pueblo?
Monseñor Romero tiene una respuesta: “un pueblo desorganizado es una masa con la que se puede jugar”. Un pueblo sin formación crítica (política, ideológica, ..) es un pueblo que se hace masa, que ya no piensa, que se deja llevar por los estúpidos regalitos de los partidos en tiempos de elecciones. Realmente, a 25 años de los Acuerdos de paz ya no somos “un pueblo que se hace respetar” porque no está organizado, porque no defiende sus valores, ni su justicia. La militancia activa de un partido político no es “el pueblo”. Una concentración con las camisas del partido no es una concentración de “el pueblo”. Más bien lo que se debería de esperar (y fomentar) es que esa militancia trabaje a todo nivel para que el pueblo en su conjunto sea capaz de desenmascarar las mentiras y engaños, para que el pueblo se forme, se eduque, se concientice, abra sus propios ojos y su propios oídos, para poder actuar con sus propias manos, pies, cabeza y corazón… Eso es un pueblo que se hace respetar.
Por supuesto que también las iglesias y las comunidades de fe tenemos una tremenda responsabilidad en este camino hacia la paz, fruto de la justicia, la verdad, la libertad, la solidaridad, …
353. El grito de liberación
“las reformas agrarias son una necesidad teológica”, dice Monseñor Romero, porque la tierra no puede estar en las manos de unos pocos, porque es “don” de Dios para todos y todas. ¿Dónde está la “tierra prometida” del pueblo salvadoreño? ¿Dónde están las bendiciones de Dios en esta tierra cuscatleca?
A 25 años de los Acuerdos de Paz, Monseñor Romero nos recuerda: “no habrá verdadera reconciliación de nuestro pueblo con Dios, mientras no haya un justo reparto, mientras los bienes de la tierra no lleguen a beneficiar y hacer felices a todos los salvadoreños”. ¿Escucharemos esta voz en los “discursos” de la celebración del 25 aniversario?
La tierra en pocas manos es “un grito de liberación”. Y podemos ampliar: los salarios indignos (debajo del costo real de la canasta ampliada, que es un derecho fundamental), la salud como un privilegio para unos pocos que tienen poder y dinero, seguros de vida para unos pocos (sean diputados, magistrados, ministros, altos empresarios,..),…. Son gritos de liberación: NO PUEDE SER ASI. La reforma, el cambio radical del sistema económico, político, social, cultural…. son una exigencia teológica, es una mandato divino!!! Dios escucha el grito de liberación, conoce la angustia del pueblo y llama a Moisés (a cada creyente de verdad) a levantarse por la liberación, por la transformación, por el cambio del sistema. Ante el sistema capitalista neoliberal un creyente cristiano debe ser “anti – sistema”.
354. El orgullo
Llama la atención que en la medida que se estaba acercando a su propio asesinato, Monseñor Romero habla más de la “reconciliación”. En 25 años de los Acuerdos de paz no hemos trabajado la reconciliación. ¿Por qué sería? Monseñor ya nos desenmascaró: “No hay cosa más opuesta a la reconciliación que el orgullo”. Si aquellos que se han manchado de sangre las manos (y que han podrido su cabeza y su corazón), se sienten “puros y limpios, con el derecho de señalar a otros como causa de las injusticias, sin mirar hacia adentro, esos “orgullosos” se convierten en gran obstáculo para la reconciliación.
Los que aún defienden que no hubo masacres en El Salvador, los que aún (se) justifican la tortura, el desaparecimiento, el asesinato que han realizado, el secuestro,…. se han convertido en los orgullos que ni son capaces de reconocer que han sido y siguen siendo parte del “desorden del país”.
Los que proclaman la paz sin luchar para que haya leyes (e instituciones que las defienden) que transforman la estructura del país, son mentirosos. Los que mancharon sus manos con sangre (sea quien sea), no tendrán que estar en ningún puesto de gobierno, más bien con toda humildad (lo contrario del orgullo) tendrían que reconocer que su complicidad en el derramamiento de sangre. Humildemente podría colaborar para que el pueblo, desde abajo, crezca o vuelva a crecer como pueblo que se hace respetar. “humildad” una característica que no se observa en los políticos de nuestro país.
355. El Cristo botado.
La espiral de violencia que creció a enormes velocidades después de los acuerdos de paz, ha hecho que en vez de abrir la puerta, empezamos a encerrarnos. Pasajes cerrados, colonias con el ingreso y salida cerrados. Hoy a 25 años de los Acuerdos de paz, parece que hemos llegado a nuevas dimensiones de violencia: ya no tanto la rivalidad violenta entre pandillas por sus territorios (a defender o a ampliar), sino entre pandillas y la policía / el ejército. Hemos llegado a niveles de inhumanidad donde hay gente (no poca!!) que se alegra al saber que “fallecieron” unos cuantos pandilleros en “intercambios de fuego” con la policía. Nadie ya no investiga en qué medida se trata de ejecuciones extrajudiciales, abusos violentos de poder,… El negocio de las armas funciona perfectamente bien. Las empresas de seguridad privada hacen buenos negocios.
¿Quién se preocupa por “el Cristo botado”? Nos gusta o no, las 40,000 prisioneros/as en las cárceles de El Salvador viven en verdaderos infiernos, situaciones horriblemente indignas para seres humanos, universidades de criminalidad. Las familias de los más de 14 asesinados diarios (ya desde hace varios años) siguen acumulando heridas profundas (tanto entre los pandilleros como entre los policías, soldados asesinados), y aceleran la “deshumanización” en el pueblo, aumenta la agresividad,… Pero también los torturados lentamente con salarios de hambre (mientras las empresas hacen grandes ganancias), también los desempleados (porque el sistema económico no prevé, no está interesado en garantizar trabajo digno, sino solamente “ganancia para pocos”. Son “el Cristo botado”. En la medida que los sistemas nacionales de salud y educación aún no cuentan con todos los recursos necesarios para atender adecuada y dignamente a los “Cristos botados”, no habrá “reconciliación”, no habrá paz. Solamente cuando se empieza a recoger “con ternura” a esos Cristos y se es capaz de besarlo, se abriría perspectivas de vida, de esperanza, de amor, de paz.
356. De nada sirven los millones
Más y más se descubre (aunque sea muy lento) lo que muchos sabíamos: lo llaman “enriquecimiento ilícito”, es decir “robo”. En nuestro país no pocos políticos, gobernantes, magistrados, diputados,…. se han enriquecido robando al pueblo. Hicieron leyes que permiten que esos delitos “venzan”, ya no pueden ser perseguidos. Cuando se persigue, no se ha sabido que exigen que los grandes ladrones (millones y millones) devuelvan lo robado. Más bien se vislumbra que se va a devolver los bienes confiscados (temporalmente) a los que salen de la cárcel (como el expresidente de ANDA, Carlos Perla). El partido ARENA ha recibido los saquitos de Paco Flores y sin pena siguen apareciendo en público, hablando de la justicia, de la austeridad, del recorte de personal,…. Los procesos de privatización han sido paraísos de robo para los gobernantes de aquel tiempo.
Sin embargo el pueblo no quiere reaccionar….. y sigue creyendo las promesas electorales. Monseñor Romero se enfrenta con esos grandes ladrones que prefieren sus capitales a los seres humanos, que prefieren robar al pueblo para acumular más y más millones en dinero, en lujos, en bienes, en propiedades, carros de lujo último modelo,… No, dice Monseñor Romero, “de nada sirven los millones”. Su vida no vale lo que tienes en dólares o propiedades. Los seres humanos, los humanos somos el verdadero tesoro. En cada ser humano (especialmente las y los “crucificados” de la historia) podemos ver a Cristo que nos llama, que nos convoca, que nos reta a vivir de manera diferente.
357. Tocan el corazón mismo de Dios
Si hay sangre en un pueblo, de nada sirve lo se hace, de nada sirven las promesas (políticas electorales). 5000 o 6000 asesinatos durante los últimos años… más de 600 “fallecidos” en “enfrentamientos entre pandillas y policías”, pero también tantos miles de hermanos nuestros que no ganan suficiente para poder vivir dignamente con su familia (comida, ropa, vivienda, acceso a agua, luz, educación, salud,..), también son “sangre derramada” del pueblo. Y “esos muertos” “tocan el corazón mismo de Dios”.
Da lástima que las Iglesias que ya no siguen el ejemplo de Monseñor Romero (a pesar de tener ahora las fotos, hasta con reliquias en sus templos) cuando decía:”ésta sigue siendo la preocupación principal de la Iglesia, esto es lo que le obliga a levantar incesantemente, incansablemente, semana tras semana, su voz, como si fuera una voz que clama en el desierto”. Si para las Iglesias “nada fuera tan importante como la vida humana, como la persona humana, sobre todo, la persona de los pobres y oprimidos”, estarían haciendo y hablando de otra manera!!!
358. Nada me importa como la vida humana
No es cualquier frase que dice Monseñor Romero. “Este es el pensamiento fundamental de mi predicación: nada me importa más que la vida humana”. Su justificación es que la vida humana es la vida de los hijos/as de Dios. Cada muerte provocada (cada asesinato, cada “fallecido en intercambios con la policía, cada “desaparecido/a”) es la negación de Dios mismo, la negación del amor. Cada vida humana es expresión de la vid de Dios. También en aquellos humanos que hacen daño a otros. La vida es sagrada. La vida es de Dios. La vida es Dios.
Por eso las luchas por la sobrevivencia de la madre tierra, por rescatar la naturaleza, por exigir que se deje de sangrar el medio ambiente (nuestro ambiente de vida, nuestro entorno de vida), es parte fundamental del mensaje y de la práctica de fe en Jesús. Las y los mártires medioambientales (cristianos/as o no) son verdaderos testigos del Dios de la vida.
Cada familia en pobreza porque los dueños de las empresas no pagan un salario digno (porque su dios dinero y ganancia es insaciable!!) es un ataque a la vida, a Dios mismo. Cada niño/a que no recibe una educación integral y de calidad, es una bofetada en la cara de la vida, porque ese niño/a es condenado a vivir en los márgenes de la sociedad.
Monseñor nos grita desde hace casi 37 años: “lo que más se necesita hoy aquí es un alto a la represión”· Que lo escuchen los gobernantes! La represión (a los sospechosos o reales pandilleros, hoy llamados terroristas) solo despierta nuevos odios, hace imposible la reconciliación y la paz. Son palabras de Monseñor Romero, a quien hoy se acostumbra tanto mencionar.
Ojalá que con el 25 aniversario de los Acuerdos de Paz los gobernantes, los firmantes recuerden que “nada más me importa como la vida humana”. No bastaba, no basta que se termine “la guerra” como tal. Hoy la vida está sangrando con pobreza, con muertes prematuras, con asesinatos, con desaparecidos, con “fallecidos en intercambio de disparos con policías”, con masacrados por escuadrones de exterminio…..
Pero esa prioridad fundamental vale también para las iglesias: nada más importante que la vida humana. La vida humana vale más que leyes, cánones, tradiciones religiosas, normas litúrgicas, …. “la vida de cada ser humano” es el centro del Evangelio que debemos de predicar y vivir.
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