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Día a día con Monseñor Romero. Libro II. Monseñor Romero - Hombre de Dios.- 1
Compartiendo reflexiones personales desde nuestra realidad a la luz de la Palabra de Monseñor Romero así como la encontramos en el libro "dia a dia con Monseñor Romero" Libro II - Monseñor Romero - Hombre de Dios.
1. La fe de nuestro pueblo.
Ya en su carta pastoral en la diócesis de Santiago de María (mayo 1975), Monseñor Romero pidió a los agentes de pastoral cultivar la capacidad de reflexión y asimilación que tiene nuestro pueblo. En su encuentro con la gente sencilla Monseñor se había dado cuenta que en la gente “va creciendo la comprensión de las realidades y de las palabras transmitidas” al contemplarlas, estudiarlas, meditándolas en su corazón. Este pueblo lee la Biblia, celebra la Palabra, se reúne en pequeños grupos de reflexión. Ahí se encuentran la realidad de la vida y de la historia, la Palabra viva de Dios, y la vivencia fraterna de la comunidad. Y luego se transforma en “el pan” de la solidaridad y del servicio. Esas comunidades empiezan a ser “verdaderos fermentos y esperanzas de este sentido de la fe del pueblo de Dios”.
No es difícil sentir aquí el corazón de las comunidades eclesiales de base, de otras formas de comunidades cristianas. Las CEBs nacen y crecen, resistan y se hacen Iglesia cada vez cuando desde la fe de nuestro pueblo la realidad histórica y la Palabra de Dios se encuentran. El pueblo (para Monseñor Romero significa: las y los pobres) es capaz de leer los signos de los tiempos, de descubrir los signos del Reino de Dios, de rechazar las amenazas y de luchar en contra de toda la estructura de pecado.
Monseñor también se refiere a posibles manipulaciones con falsas interpretaciones de la Biblia y – podemos añadir - de la realidad. Hoy, quizá aún mucho más que en el tiempo de Monseñor Romero, somos invadidos por lecturas conservadoras, literales, espiritualistas, superficiales de textos (seleccionados) de la Biblia. Lo mismo podemos decir de los medios de comunicación que nos bombardean diariamente con media verdades o mentiras enteras, con novelas y películas de violencia e infidelidades, para que - adormeciéndonos - no descubramos como suena la Palabra de Dios hoy. Por supuesto que Monseñor en su tiempo también se refería a la manipulación política de la fe del pueblo. Esa tentación sigue vigente, ya que el poder establecido siempre utilizará también los espacios religiosos para justificar la dominación. La imagen de Trump que quiso utilizar dos biblias para jurar lealtad a los Estados Unidos, diciendo “primero USA” es un claro ejemplo de esto. La presencia de pastores de Iglesias en actos oficiales de gobiernos y de partidos, siempre corre el riesgo de servir a los intereses del poder como justificaciones de sus acciones y sus omisiones. Más adelante, ya como arzobispo, después del asesinato de Rutilio Grande, Monseñor Romero ya no se prestó para nada a esas situaciones.
2. La única fuerza que salva.
Le ha costado decidir celebrar “misa única” en catedral (20 de marzo 1977) después del asesinato de Rutilio y sus dos acompañantes en el camino hacia el Paisnal. El nuncio y los demás obispos condenaron esa decisión. Sin embargo ahí estaba convencido que este asesinato, esta cruz de Cristo en nuestra realidad, convocaba a todos y todas.
En su homilía decía “La única fuerza que puede salvar es Jesús, que nos habla de la verdadera liberación”. Me llama la atención que antes de hablar de Cristo (el crucificado que ha sido resucitado por el Padre), Monseñor dice que es “Jesús”: aquella persona tan excepcional (tan humana, tan de Dios) que vivió hace unos 2000 años en Palestina y que ha hablado en aquel tiempo y también hoy de “la verdadera liberación”. No hay posibilidades para entender y serle fiel a Cristo, si no caminamos con Él en la historia, si no nos encontramos con ese Jesús histórico. Es una bondad de las ciencias que nos están ayudando para descubrir a ese Jesús detrás de los textos bíblicos que ya son expresiones de la experiencia de fe de las primeras iglesias. Porque realmente la ´”única fuerza que salva” es Jesús. Es decir no son cánones, ni leyes, ni doctrinas, ni ritos y cultos, ni jerarquías, sino “ese Jesús” así como Dios mismo se hizo presente en El. Recordemos que nos dijo “quien mira a mi, mira al Padre” (Jn 14,9). De la misma manera Monseñor nos avisa que no son las ideologías políticas (neoliberales o socialistas) que van a salvar al pueblo. Monseñor más bien está convencido que los problemas (económicos, políticos, sociales) del pueblo puedan encontrar soluciones humanas y verdaderas en la Palabra de Dios, en Dios que se hizo humano en Jesús. Ahí encontraremos el verdadero horizonte, la verdadera utopía, la verdadera inspiración para ser hombres nuevos y mujeres nuevas para un mundo diferente, ese “otro mundo” que tanto anhelamos.
Así debemos entender lo que Monseñor Romero dijo sobre la misa, la eucaristía celebrada en la comunidad de fe: (1) Cristo evangeliza y (2) Cristo da su cuerpo y su sangre para la vida del mundo. Yendo al encuentro con el Jesús histórico y desde las y los pobres, Cristo hoy nos evangeliza, nos ofrece la buena noticia de parte de Dios y al mismo tiempo se da a nosotros, nos da su vida, su cuerpo y su sangre, para que nosotros nos hagamos “el cuerpo y la sangre de Cristo” al servicio del Reino del Padre.
(Homilía de la misa única, 20 de marzo de 1977)
3. Dios nos ha hecho para la felicidad.
En la misma homilía de la misa única del 20 de marzo de 1977 Monseñor nos dice que “Dios nos ha creado para la dicha, para la felicidad”. Partiendo de la parábola de Buen Padre, Monseñor hace referencia a tanta gente que quiere buscar la felicidad “fuera de Dios”, fuera del Dios de la liberación, fuera del Dios que escucha el grito de las y los oprimidos, que ve su sufrimiento, fuera del Dios que se hizo humano (que se hizo pobre) en Jesús de Nazaret. Tanta religión ofrece esas felicidades emocionales con sus descargas y desahogos, con llantos y gritos. No es la felicidad que el Buen Padre quiere darnos a sus hijos/as. Tanto mercado nos ofrece sus atractivos, tratan de seducirnos para que compremos la felicidad con las nuevas tecnologías de comunicación, con las vitrinas de la tiendas, ofreciéndonos tarjetas de crédito para que sea aún más fácil comprar la felicidad. Monseñor denuncia los adoradores de los falsos ídolos (más delante explicará que se trata de los dioses del poder, del dinero, de la organización, del placer). Podemos añadir también que es imposible ser creyente de ese Dios que nos ha hecho (a todos y todas) para la felicidad y al mismo tiempo no pagar el salario mínimo decente a cada trabajador/a. No se puede creer en ese Dios (sí se puede hacer la payasada de estar en ritos y cultos, sin coherencia con la vida) y al mismo tiempo ser obstáculo para que tantos otros/as no sean felices, no tengan “la tortilla y el conqué”, ni tienden donde acostarse.
Creer que Dios nos ha hecho para la felicidad nos exige ser promotores/as de verdadera felicidad para cada vez más hombres y mujeres, iniciando alrededor de nosotros/as. La verdadera felicidad está en los valores del Reino: justicia, libertad, verdad, misericordia, solidaridad / hermandad, vida,…. No respondemos a Dios (a pesar de los ritos, cultos y oraciones, llantos y aplausos, bailes y fotos) si no somos testigos en esa lucha por la felicidad de “las y los demás”. Nuestra propia felicidad será el regalo, el extra, el don que Dios nos da, en la medida que otros/as logren ser verdaderamente felices, viviendo con dignidad.
4. Pasar de la muerte a la vida
Creer en la resurrección de la vida, celebrar la resurrección significa “pasar de la muerte a la vida”. Monseñor Romero aclara: “Vida quiere decir justicia. Vida quiere decir respeto al hombre (y a la mujer). Vida quiere decir santidad, quiere decir todo ese esfuerzo por ser cada día mejor, porque cada hombre, cada mujer, cada joven, cada niño/a, vaya sintiendo que su vida es una vocación que Dios le ha dado para hacer presente en el mundo.”
Todo el esfuerzo por ser cada día mejor. La fe en la resurrección de Jesús tiene que ver con la realidad de nuestra vida diaria. Es constantemente pasar de la muerte a la vida, es luchar por pasar de la injusticia hacia la justicia, de desorden económico (esa estructura injusta que produce empobrecimiento) a una sociedad con estructuras justas, fraternas, solidarias, de corrupción politiquera hacia democracias realmente participativa, de relaciones patriarcales y machistas a relaciones de respeto mutuo,…. Todo esto exige esfuerzos diarios por mejorar en la propia vida, en la familia, en la vecindad, en el trabajo, en el estudio, en la organización social,….
Las Iglesias dedican anualmente mucha energía en las celebraciones de la semana santa. Las tradiciones religiosas de semana santa llevan a mucha gente a procesiones y cultos, pero muy poco hacia ese “paso constante de la muerte a la vida”. Jesús ha sido fiel a su vocación, a su misión, hasta llegar al abandono total en una de las torturas más crueles de ser crucificado. Desde ahí ha sido resucitado. Ahí ha destruido el pecado de toda forma de muerte. Por eso, creer de verdad en la resurrección de la vida se expresa en la lucha por la vida.
6. Misión de las madres.
En el mes de mayo de 1977 (8/5) Monseñor se dirige a las madres de y en nuestro pueblo. En primer lugar hace referencia a “esta hora de violencia, de sangre, de sospecha, de incomprensiones”. ¿Sería que está hablando aún de nuestro tiempo hoy? Todos los días hay unas 10 madres que lloran por la muerte violenta de uno/a de sus hijos/as, asesinados dentro o entre pandillas o fallecidos en intercambio de balas con la policía. Tantas madres que lloran porque sus hijos/as están en el infierno de las cárceles donde para poder visitarlos (si acaso) son humilladas hasta no poder más. “la madre tiene por misión amar y unir a sus hijos”. ¡Cómo se transformaría la faz de El Salvador si las madres (de las víctimas de la represión, de la guerra, y de la violencia de hoy) nos uniera a todos los salvadoreños!
También menciona Monseñor Romero “esta hora de sospecha”. No pasan muchos días o nos damos cuenta que la policía (sin autorización judicial muchas veces) invade viviendas (con toda la brutalidad del caso) siempre en búsqueda de ‘terroristas, criminales”, también viviendas de familias que no tienen nada que ver con la problemática de las pandillas. Con las nuevas medidas especiales ‘todos somos sospechosos”. Monseñor hace su llamada a las madres para que asuman su papel de “unir a los hijos/as del pueblo”.
Y luego “la hora de las incomprensiones”. Podemos referirnos a las grandes incomprensiones a nivel político (entre la clase política, las y los que viven de la política), a nivel económico (dueños de las empresas que no quieren comprender la realidad de la vida de sus trabajadores /as), a nivel social (donde cada vez nos encerramos, con portones, con vigilancia privada, con no-comunicación, con “ver, oír pero sobre todo callarse). Monseñor llama a las madres.
Durante los años de represión y de la guerra (y aún después de los acuerdos de paz), las organizaciones de madres (y familiares) de asesinados y desaparecidos han jugado un papel inmenso. Solo podemos agradecerles esa generosidad, esa terquedad, esos enormes esfuerzos por exigir verdad y justicia. Hoy a todo el pueblo nos toca apoyar a las madres para que puedan “unir a sus hijos/as, unir a todos los salvadoreños” para construir caminos hacia la justicia, la verdad, la reconciliación y por fin hacia la paz.
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