Se encuentra usted aquí
Día a día con Monseñor Romero. Libro II. Monseñor Romero - Hombre de Dios.- 5
22. La fuerza del amor
“La fuerza de la Iglesia es el amor”. Monseñor está convencido que esta fuerza va mucho más allá que la justicia. Aclara además que nunca ha promovido la violencia. “La fuerza del cristiano es el amor”.
Monseñor Romero nos cuestiona y nos pide averiguar con toda humildad y sinceridad qué es lo que nos motiva a actuar así como actuamos? ¿Se responde a las exigencias de los dioses del dinero, del poder (político, social, eclesiástico,..), del placer, … o respondemos al amor (sin reservas) así como Dios ama a la humanidad, su creación y su vida? No es fácil verse con honestidad en el espejo de Dios mismo, porque no cuesta engañarnos. ¿Serán heridas del pasado que nos dominan? ¿Serán vicios? ¿Será la búsqueda de poder y liderazgo?
Es necesario ir al “desierto”. El pueblo hebreo necesitaba 40 años para saber quién era de verdad y como tenía que vivir (con los 10 mandamientos). Jesús necesitaba 40 días en el desierto, peleando con los demonios (las tentaciones, las heridas, los sueños falsos, ..) para estar totalmente listo para asumir su misión como Hijo del Dios del Reino. ¿y nosotros? ¿Cuánto tiempo dedicamos a esta reflexión para poder llegar hasta el fondo y estar seguro que estemos viviendo solo de la fuerza del amor?
23. Seamos artífices de la paz
Monseñor Romero hace un llamamiento que brota del corazón del Evangelio y que abraza también a los que no comparten la fe cristiana.
En primer lugar hace una invitación a realizar un sincero diálogo “Este es el diálogo que la Iglesia ofrece”, un diálogo como “una sincera colaboración por una paz verdadera.” A 25 años de la firma de los Acuerdos de Paz volvimos a encontrar muchos rechazos a dialogar con sinceridad. La oposición política se ha retirado de todas las meses de diálogo con el gobierno. El Gobierno niega pensar en la posibilidad de dialogar con las pandillas para buscar soluciones a la espiral de violencia. Algunas voces (aún débiles) proféticas empiezan a desafiar para buscar caminos de diálogo. Ya basta de tanta violencia. No hay otro camino para la paz, solo el diálogo abre el horizonte de la paz.
En segundo lugar, Monseñor nos pide el compromiso de cultivar un ambiente de paz, de justicia, de amor, de libertad. “Cultivemos, hermanos, al menos cada uno, en la medida de sus alcances, procure hacerse artífice de la paz”. Que cada uno y cada una, en su propio entorno (familiar, comunitario, laboral, escolar, universitario, profesional,…) sea constructor de la paz, sea “pontífice”: constructor de puentes y derribando muros.
Son llamamientos de Monseñor Romero en julio de 1977. La represión estaba creciendo, pero no hicimos caso a esa voz de Dios que sonaba en la palabra de Monseñor Romero. Las fuerzas políticas y militares (instrumentos de la oligarquía y bajo la asesoría de los EEUU) solo optaron por más represión en contra de las voces populares, las voces de un pueblo cada vez más consciente y más organizado, exigiendo justicia, respeto a los derechos humanos,… Se fortalecieron también las respuestas armadas de las organizaciones del pueblo.
A 25 años de la firma de los Acuerdos de Paz nos urge aprender del pasado. Con más medidas represivas no vamos a resolver los problemas del país. Con retirarse del diálogo no se contribuye a la paz. Seamos artífices de la paz caminando por la vereda del diálogo.
24. El santuario íntimo de la creación es el hombre
“Porque en ninguna otra cosa puso Dios tanto de sí mismo como en el corazón de un hombre, de una mujer, de un niño, de un anciano, de un joven”. Hemos sido creados con “esa inmensa capacidad de amar”, además de la inteligencia y la libertad.
Tan fácilmente se reza (y se repite) el credo: yo creo en Dios, Creador. Pero tanto nos cuesta asumir que hemos sido creados para amar, no para matar, no para destruir la vida. Ese Dios – Amor está presente en su creación humana capaz de “amar” y de amar hasta el extremo de darse de todo. De ahí que un ateísmo práctico (es decir: no responder a ese amor, no amar de verdad y hasta las últimas consecuencias) es tan destructivo para la vida, para la naturaleza, para la madre tierra, para la convivencia humana. Ese tipo de ateísmo práctico está muchas veces escondido debajo de un manto religioso de ritos y superficialidades cultuales.
Las maldades de nuestro tiempo (quizás de todos los tiempos) como la corrupción, el enriquecimiento, la destrucción de la naturaleza, el engaño, la injusticia, la violencia, la pereza, la comodidad, los vicios …. son expresión de no creer en el Dios de la creación, de no creer que Dios nos ha amado tanto que se quiso convertir en “el santuario íntimo de la creación”: el ser humano.
25, La celda íntima donde Dios baja
“En el corazón de cada ser humano hay como una pequeña celda íntima, donde Dios baja a platicar a solas con el ser humano. Es allí donde la persona decide su propio destino, su propio papel en el mundo”. El activismo que nos ha agarrado, la presión del trabajo (por sobrevivir, y las exigencia en el trabajo para ser productivo), la adicción a las nuevas tecnologías de comunicación hacen que “vivimos muy afuera de nosotros mismos”. No escuchamos “la voz del Señor que nos habla en nuestra propia conciencia”. Monseñor Romero observa que ahí está una de las raíces de tantos problemas y nos convoca a entrar a dentro, a esa celdita íntima, a nuestra conciencia para escuchar lo que Dios nos quiere decir a cada uno/a. ¡Cuánto podríamos hacer cada uno de nosotros por mejorar el ambiente, la sociedad, la familia en que vivimos!”
Monseñor nos invita a modificar nuestro camino diario y a prever (religiosamente) el tiempo necesario para entrar a nuestra conciencia, para apagar las bullas externas e internas entrando en el silencio (de la conciencia y de la oración). Si escucháramos diariamente lo que Dios mismo nos quiere decir, como quiere contar con nosotros, como desea que colaboremos en la construcción de su reino, como nos invita a rectificar, tendríamos la confianza para arriesgarnos a actuar de manera diferente. La vida sería diferente. Venceríamos los “peros” que nos inventamos para no ser testigos del Reino, venceríamos los temores.
26 Somos el corazón de la creación
Monseñor Romero nos comparte aquí su convicción que la humanidad, los seres humanos, somos los que damos “sentido al concierto de los pájaros y de las auroras” y nos invita a agradecerle a Dios “qué bellas son tus obras Señor, qué digno eres de alabanza”. Nos llama “el corazón de la creación”.
Claro, es nuestra misión. Podemos decir que Dios nos ha dado la misión, la vocación de ser ese corazón de la creación para cuidar, conservar, alimentar toda esa naturaleza, todo el planeta (y más allá). Sin embargo en vez de “corazón de la creación”, nos hemos convertido en un cáncer muy dañino. Llenamos la tierra con basura inorgánica, electrónica, nuclear. Destruimos los bosques a una velocidad inconcebible. Contaminamos el aire (especialmente en las ciudades) de tal manera que en muchas la vida misma corre peligro. Contaminamos los ríos y los mares con desechos químicos venenosos (entre otros de la minería). Hasta a penas empezamos a tomar conciencia que todo el uso de plásticos y de cosas desechables son una bomba de tiempo en el cuerpo de la creación.
Si los humanos podemos darle nombre y darle sentido a toda la creación, tampoco podemos olvidar que somos parte de la naturaleza, que somos tan débiles o tan fuertes como nuestro propio medioambiente. La Madre Tierra quiere enseñarnos de mil maneras como vivir, como resistir, como sobrevivir, como complementarnos, como nos necesitamos para la vida. Lastimosamente, en las últimas generaciones (especialmente desde el inicio del capitalismo en todas sus formas – que es destrucción al servicio de los dioses del poder y del dinero) hemos olvidado cómo escuchar esa voz de la madre tierra. Hoy nos grita de angustia por ejemplo en el calentamiento global con sus consecuencias fatales.
Reconocer la belleza de la obra del Señor, la creación y reconocer como somos parte integral de la Madre Tierra nos exige cambios bastante radicales en nuestras costumbres, maneras de actuar.
27. Sólo en Dios puede haber felicidad.
Monseñor Romero habla en el contexto de esa parte del mundo que de una u otra manera ha sido “cristianizado”. Dice que cuando el ser humano se aparta de Cristo, más bien está suicidándose. Hace referencia a la dura realidad de ver a los otros seres humanos como “rival, estorbo, una fiera” y de tratarlos “a palos, brutamente”.
En el sistema capitalista (neoliberal de hoy) los seres humanos son considerados solamente en cuanto a “fuerza de trabajo” (hasta nos llaman capital humano) y como consumidores/as. El mercado es el santuario y el templo de esos dios del dinero. La competencia (la competitividad) es el aceite que hace funcionar el sistema. Si aplasto al otro, puedo crecer. Si sacrifico a otros, puede recibir más beneficios de ese dios poder y dinero.
Sin embargo también en nuestro continente con sus economías neoliberales la gran mayoría de la población se llama de una u otra manera “cristiano”, alaban y aceptan a Cristo, bautizan y participan en el culto. ¿Para qué sirve creer en Dios, en Cristo si en la vida diaria seguimos siendo o bien señores (dueños de los medios de producción y sus aliados políticos) o bien esclavos/as (fuerza de trabajo y consumidores/as)?
Solamente podemos comprender a Monseñor Romero cuando menciona que “sólo en Dios puede haber felicidad” o cuando dice que “sólo en El puede haber felicidad, prosperidad, amor, libertad, paz”, si tomamos en cuenta que se trata del Dios de Jesús, de aquella persona (tan radicalmente, que solo Dios) histórica, sus opciones, su caminar, su fidelidad al Reino hasta la muerte. Solo ese Jesús ha sido resucitado. Nos urge volver a Jesús, retornar a las fuentes originales de ese movimiento de Jesús.
28. Mirar el rostro de Cristo en cada hombre
Aunque Monseñor dice la frase “mirar el rostro de Cristo en cada hombre”, luego explica que se trata del “hombre herido, golpeado, robado, abandonado”, ya que hace la referencia a la parábola del samaritano. No hay donde perderse en el mensaje del Evangelio: Jesús se nos acerca en el rostro herido de nuestro(s) pueblo(s). No lo encontraremos en otras partes. Monseñor dice “para mi, sacerdote, es una llamada tremenda de atención”, porque se observa en el actuar del levita y del sacerdote de la parábola. Y va más allá. Monseñor pide a su pueblo que denuncie a los sacerdotes que no viven según el actuar del “samaritano”, que denuncie aquellas actitudes y hechos de sacerdotes que no son congruentes con el evangelio de Jesús. El que denuncia debe estar dispuesto a ser denunciado si comete errores u omisiones (no hacerle caso al herido!!)
Por supuesto no se trata solamente de sacerdotes u obispos. Lo que Monseñor nos pide a todos y todas que vayamos al encuentro de esos/as heridos/as abandonados/as en el camino de la vida, que seamos sus hermanos y que estemos conscientes que en ese encuentro Jesús mismo nos está abrazando. Cada cristiano/a, cada miembro de CEB, cada animador/a de comunidades debe asumir esta responsabilidad histórica de hacer todo lo posible por salvar la vida. ¿Cómo salvar la vida de la juventud de hoy? ¿Cómo salvar la vida cuando los poderosos están destruyendo el medio ambiente? ¿Cómo salvar la vida a las personas que están obligadas a trabajar por el salario mínimo o aún mucho menos? ¿Cómo salvar la vida de aquellos que están en los infiernos de las cárceles de nuestro país? ¿Cómo salvar la vida de aquellos que sufren abusos (de cualquier tipo) de parte de su pastor que los engañan con mensajes seudo - religiosos? ¿Cómo salvar la vida de aquellas personas que son víctimas de abusos de poder, desde el nivel familiar, comunitario y hasta lo político?
Si queremos encontrarnos a Cristo hoy… no hay donde equivocarse.
- Inicie sesión para comentar