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Día a día con Monseñor Romero. Libro II. Monseñor Romero - Hombre de Dios.- 6
28. Mirar el rostro de Cristo en cada hombre Aunque Monseñor dice la frase “mirar el rostro de Cristo en cada hombre”, luego explica que se trata del “hombre herido, golpeado, robado, abandonado”, ya que hace la referencia a la parábola del samaritano. No hay donde perderse en el mensaje del Evangelio: Jesús se nos acerca en el rostro herido de nuestro(s) pueblo(s). No lo encontraremos en otras partes. Monseñor dice “para mi, sacerdote, es una llamada tremenda de atención”, porque se observa en el actuar del levita y del sacerdote de la parábola. Y va más allá. Monseñor pide a su pueblo que denuncie a los sacerdotes que no viven según el actuar del “samaritano”, que denuncie aquellas actitudes y hechos de sacerdotes que no son congruentes con el evangelio de Jesús. El que denuncia debe estar dispuesto a ser denunciado si comete errores u omisiones (no hacerle caso al herido!!) Por supuesto no se trata solamente de sacerdotes u obispos. Lo que Monseñor nos pide a todos y todas que vayamos al encuentro de esos/as heridos/as abandonados/as en el camino de la vida, que seamos sus hermanos y que estemos conscientes que en ese encuentro Jesús mismo nos está abrazando. Cada cristiano/a, cada miembro de CEB, cada animador/a de comunidades debe asumir esta responsabilidad histórica de hacer todo lo posible por salvar la vida. ¿Cómo salvar la vida de la juventud de hoy? ¿Cómo salvar la vida cuando los poderosos están destruyendo el medio ambiente? ¿Cómo salvar la vida a las personas que están obligadas a trabajar por el salario mínimo o aún mucho menos? ¿Cómo salvar la vida de aquellos que están en los infiernos de las cárceles de nuestro país? ¿Cómo salvar la vida de aquellos que sufren abusos (de cualquier tipo) de parte de su pastor que los engañan con mensajes seudo - religiosos? ¿Cómo salvar la vida de aquellas personas que son víctimas de abusos de poder, desde el nivel familiar, comunitario y hasta lo político? Si queremos encontrarnos a Cristo hoy… no hay donde equivocarse.
29. Daremos cuenta del amor “La violencia no es evangélica, ni cristiana”, nos recuerda Monseñor Romero. Nos habla de todas las formas de violencia: entre parejas, entre la misma familia, entre vecinos/as, de las instituciones hacia las personas, de las pandillas, de la represión (con todas las manos duras a imaginarse), del ejército contra el pueblo, de la carrera armamentista, de las películas violentas, de los juegos electrónicos violentos, de la imposición de doctrinas, de la constante desinformación de parte de los medios de comunicación (que además proclaman ser servidores de la verdad),… Todos y todas daremos cuenta del verdadero amor que hemos puestos en cada actitud, en cada sonrisa, en cada palabra pronunciada, en cada actividad, en cada abrazo. “La fuerza de la Iglesia es el amor”. No siempre los máximos representantes de las Iglesias viven ese amor hacia comunidades y personas que tienen otra experiencia de fe y de Iglesia. Hasta entre comunidades eclesiales de base se manifiesta celos que son lo contrario de amor. Amar debe ser la única brújula que nos llevará hacia el Reino.
30. Démosle a nuestra vida un sentido de inspiración de amor Monseñor nos invita a iniciar viviendo el amor “en la intimidad de tu propio corazón”. Celos, críticas destructivas, prejuicios, acusaciones sin fondo, justificaciones fáciles del actuar propio, la búsqueda desesperada de protagonismo personal o grupal, …. Todo esto debe ser arrancado desde nuestro corazón, para que la semilla del amor divino en nuestro corazón (esto es: hemos sido creados a imagen de Dios) pueda nacer y dar cosecha en nuestro actuar. “No puede nacer lo que no se siembra, no se puede cosechar lo que no se siembra”, recuerda Monseñor Romero. Nos llama a ser sembradores de amor hasta en las circunstancias más difíciles como “perdonar al enemigo”. La guerra inicia en el corazón de las personas, recuerda el Papa Francisco el día de hoy.
31. La construcción del bien común “No es alejando como se construye el bien común” nos dice Mons. Romero. ¿Sería este su mensaje a la dirigencia de ARENA que se ha retirado de las mesas de diálogo? “No es expulsando a los que no me convienen como voy a enriquecer el bien de mi patria”. Recuerdo la frase de un animador de una CEB que dijo “los sacerdotes son los que dan tarjetas rojas a las CEBs”. Condenar, expulsar a experiencias eclesiales (también fruto del Espíritu, si escuchamos bien), o simplemente negar su existencia, no tiene nada que ver con el Reino de Dios. Como tampoco tiene sentido condenar y rechazar a todo sacerdote que camina con CEBs. Lo que Monseñor Romero nos dice sobre la construcción conjunta del bien común para el pueblo, vale también para la construcción del Reino, para la construcción de una Iglesia al servicio del Reino. Los aportes de “jóvenes inquietos”, cada uno/a aportando con su propia responsabilidad, con su propio modo de ser, y así “levantar el bien común, el bien que hacemos entre todos y que crea condiciones de bondad, de confianza, de libertad, de paz”. Creo que este aporte exige también la debida humildad. No es cuestión de querer ser el mejor, lo más puro, el ideal (además de no existir), sino “caminar humildemente con el Dios de la vida”, como nos dice un profeta bíblico, valorando cada aporte hacia ese bien común, hacia el Reino que está naciendo.
32. Hay que salvar al hombre ya viviendo en la historia “Hay que darle a la juventud, a la niñez de hoy, una sociedad, un ambiente, unas condiciones donde pueda desarrollar plenamente la vocación que Dios le ha dado”. ¡Qué responsabilidad de nuestra generación de adultos! Responsabilidad de políticos, de empresarios, de gente de Iglesias, de todos y todas. Probablemente hoy la situación y las condiciones de vida de la juventud son peores que en los tiempos de Monseñor Romero. Los programas sociales en apoyo a la educación (escolar), a iniciativas recreativas y deportivas y económicas para jóvenes son importantes. Sin embargo mientras no se cambia “esa sociedad, ese ambiente, esas condiciones” estructurales, la problemática (de desesperación y de violencia) seguirá existiendo. Cada asesinato de jóvenes provoca que sus hermanos se motivan para vengarse, para integrarse en las pandillas. Hay que ir hasta las raíces. Monseñor recuerda a las Iglesias que no se trata de salvar almas, ni para la hora de morir, sino que hay que trabajar para “salvar al hombre ya viviendo en la historia”. Es decir hay que cambiar ese condicionamiento histórico para que los seres humanos podamos vivir plenamente nuestra vocación de “resplandecer en el mundo como una imagen de Dios”
33. Sólo Dios “Mi origen y mi destino, mi razón de ser, la luz de mi inteligencia, el amor de mi corazón, la fuerza de mi vida, la perseverancia en mis propósitos, sólo Dios me los puede dar” Quienes hemos conocido y escuchado a Monseñor Romero no dudamos que sea realmente “hombre de Dios”. Con todas sus características humanas (incluidos los lados flacos), Monseñor estaba convencido que sólo Dios podía darle la fuerza del Espíritu para asumir su misión de defender a las y los pobres, de ser profeta de Dios, de ser pastor de un pueblo explotado y reprimido. Lo que quiere decir en la frase citada le exigía una profunda honestidad y humildad. Porque no se trata de crear a un dios a mi imagen, que me justifica, sino se trata del Dios de Jesús, el Yavé de la Liberación de todos los Egiptos (esclavitudes y represiones). Escuchar a este Dios exige una vida en oración, en el silencio de la vida, en contacto vivo con las y los (em)-pobre(cido)s. Sin esa cercanía cuestionadora con las y los más pobres del pueblo, sin abrazar sus cruces, sin hacer los esfuerzos por bajarlos de la cruz, no se puede escuchar la Voz del Dios de Jesús. Monseñor nos da su testimonio personal, como vivía de la gracia que el Dios de Jesús le daba. A la vez nos invita a arriesgarnos de la misma manera a ese Dios. La cuaresma que está cerca puede ser un buen período para revisar si nuestro origen, nuestro destino, nuestra razón de ser, la luz de nuestra inteligencia, el amor de nuestro corazón, la fuerza de nuestra vida y la perseverancia de nuestros propósitos de verdad los recibimos del Dios de Jesús o de los dioses de bolsillo, los ídolos…..
34. Descubrimos a Dios en la oración Uno se pregunta: ¿cómo es que Monseñor Romero pudo ser tan radicalmente “la voz de Dios”, especialmente al pronunciar sus homilías junto a su pueblo tanto en catedral como en los pueblos? Para ser la voz de Dios es necesario encontrarlo, descubrirlo y hoy nos dice: “solo haciendo oración se puede descubrir lo que Dios quiere”. Monseñor era un hombre de oración, pero no de manera aislada. La otra cara de este encuentro con Dios era su descubrimiento de Dios en el encuentro con la gente pobre y sobre todo – en aquel tiempo – reprimida. Diariamente veíamos a Monseñor Romero escuchando “a su gente pobre”. En la cuaresma de 1978 Santiago (de una familia pobre en el tugurio de La Fosa) me enseñó: “siempre hay familias más pobres que la nuestra… por eso hago ese ayuno solidario”. Eso es el verdadero lugar para la oración donde podemos descubrir a Dios, dónde nos habla con claridad y con fuerza. Además esa “oración” tampoco responde a una receta de oraciones pre establecidas por especialistas. Jesús se retiró de noche o de madrugada para ir a la “montaña”, para estar en el silencio del corazón, para orar, para discernir la voluntad de su Padre. No tengamos miedo de ese silencio de la oración.
35. La luz que nos trae la Palabra de Dios Que dejemos entrar en nuestro corazón un rayito de esta luz que nos trae la Palabra de Dios. Monseñor hace referencia tanto a los que “se han dado la tarea de odiar, de amenazar, de matar, de calumniar”, como a “aquellos donde se está apagando la fe y la confianza”. El primero grupo sigue existiendo y no pocas veces bajo el manto religioso. El segundo grupo también existe, pero quizás un tercer grupo es aún más peligroso: aquellos que adoran a los dioses de poder, dinero, de la organización, del placer. En estos últimos la Palabra del Dios de la liberación, del Dios de Jesús ya está eliminado y ya se han cerrado. La Palabra de Dios es una luz que hace ver las manchas oscuras y los espacios libres de nuestra vida. Mucha gente tiene miedo de esa Palabra de Dios y quiere seguir cerrando las ventanas para justificarse. Se observa a personas con prácticas religiosas (de todo tipo) que en la vida concreta e histórica viven de manera opuesta al Reino de Dios. No es por mucho leer y repetir las oraciones oficiales de las iglesias que uno está escuchando la Palabra del Dios de Jesús. Para que esa palabra de Dios entre como luz en nuestra vida hay que abrirse, estar dispuesto a escuchar. Orar es en primer lugar escuchar lo que Dios quiere decirnos.
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