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Día a día con Monseñor Romero. Libro II. Monseñor Romero - Hombre de Dios.- 7
36. Rezar ensancha nuestra grandeza
No pocas veces nos encontramos con personas (de tradición religiosa, cristiana) que viven “pidiendo que Dios resuelva, que Dios intervenga, que Dios de sus bendiciones, que Dios aparte la maldad” y en la práctica no se comprometen. Hace unos años una señora me contó que estaba un tanto decepcionado de Dios porque tenía ya años de estar pidiendo que Dios le diera trabajo y aun no había encontrado empleo. Al preguntarle qué hacía para conseguir trabajo me dijo: pues sí, estoy pidiéndole a Dios. Monseñor nos dice hoy: “Realiza lo tú puedes hacer, pon en juego toda su técnica, inventa los regadíos para tus campos, a abono a tu tierra, alimenta tu ganado lo mejor que puedas, y cuando hayas hecho todo esto, reza”. Es una manera muy concreta para dejar claro que es responsabilidad nuestra aportar – más bien hacer todo lo posible – para que haya vida en la familia, en la comunidad, en nuestro pueblo. Solamente al hacer todo esto, nuestra oración “ensanchará nuestra grandeza”, nos haremos más humanos/as, más hijos/as de Dios, más esa imagen de Dios.
37. Promover nuestra propia dignidad
Monseñor Romero hace aquí una llamada a la gran mayoría de nuestro pueblo que “no comprende su dignidad, que no se promueve, que vive un conformismo que verdaderamente es opio del pueblo”. Aunque menciona también la tremenda responsabilidad de los ricos en el mantenimiento del pecado social (la estructura de pecado en lo económico, lo político,…), en este momento Monseñor se refiere a “los perezosos, a los marginados que no luchan por conocer su dignidad y por trabajar por ser mejor, los que se adormecen y están tranquilos”. Es claro que los medios de comunicación social (especialmente TV y las redes sociales, los juegos electrónicos,..) juegan un papel determinante en alimentar es “opio del pueblo” provocando la total pasividad frente al televisor, mirando hacia abajo al celular. Pero esto no nos quita la responsabilidad histórica de formar nuestra conciencia, de reconocer el pecado social y de luchar – de manera organizada – por transformar la sociedad y arrancar de raíz las estructuras de pecado.
Una de las misiones de las comunidades cristianas es promover la propia dignidad de cada ser humana, iniciando con la nuestra. Habrá que estar en constante vigilancia para que la propaganda de la sociedad de consumo, del juego político y de los mensajes religiosos no nos adormezca. Discernir a la luz de la Palabra de Dios, a la luz del Evangelio de Jesús, es tan fundamental.
38. Nuestra fiesta patronal
Monseñor hizo una consulta por radio y comunicó en su homilía que “todos quieren que se limpie de ese sentido profano esta fiesta que debería de ser la evocación más bella del Libertador de nuestro pueblo y de la verdadera liberación que la iglesia predica ¡El Divino Salvador”.
Como en todos los estados con religión cristiana, las fiestas religiosas se transformaron en fiestas con ferias (de todo tipo), luces, días de asueto, vacaciones en las escuelas, viajes, la playa,… El 6 de agosto es la fiesta del patrono de San Salvador (la capital) y El Salvador (el país). La empresa privada da asueto el día 6 a nivel nacional. El estado tiene asueto, vacaciones durante seis días.
A los largo de los años y decenios se ha construido tradiciones religioso- culturales alrededor de esa fiesta, con la famosa “bajada” en la tarde del 5 de agosto (con un espectáculo frente a catedral donde la imagen del divino salvador desaparece en un globo y luego sale ahí vestido de blanco recibiendo el aplauso de la gente y los gritos “viva el divino salvador del mundo”, con una misa en el atrio de la Iglesia, y el 6/8 una misa “solemne” con todos los obispos y con gran presencia de autoridades políticas y gobernantes.
Monseñor Romero hace una llamada a retomar la verdadera liberación y evocar el verdadero libertador de nuestro pueblo. Porque el Divino Salvador del Mundo es ese Jesús, ese que hizo el bien encima de las leyes y tradiciones, que supo alentar la esperanza de las y los pobres (enfermos, excluidos, hambrientos, gente sin viviendo y sin ropa, …). Retornar al Jesús histórico, su actuar, sus relaciones, sus palabras, su testimonio… es fundamental para que la fiesta del divino salvador vuelva a ser una fiesta libertaria y un grito de esperanza.
39. Con la mirada de Dios
Monseñor nos invita a ver la realidad, la vida, el país, nuestro pueblo “con la mirada de Dios”. Esto exige sin embargo una explicación, porque se trata del Dios de Jesús y no las miradas de los ídolos del poder, del dinero, del consumismo. Para poder ver la realidad con los ojos de Dios hay que regresar a Jesús. El es el ser humano que más ha logrado ver “con la mirada de Dios”.
No se trata de un ser que viene a resolvernos los problemas, que es el gran sanador y milagrero. Se trata de una manera de comprender la vida, la historia y de actuar en el día a día. Se trata de la mirada de las y los profetas, la mirada de un Dios que ve la humillación de su pueblo y baja para liberarlo de la explotación y la represión. Se trata de la mirada de Jesús y – así podemos decir – de la mirada de Monseñor Romero. Si miramos la realidad como lo hizo Monseñor, podremos ver con claridad (la claridad de Dios) el pecado estructural, el pecado de la omisión, .. pero también los signos de esperanza (especialmente en la vida de las grandes mayorías), ahí donde la vida está triunfando sobre la muerte.
40. La palabra del pastor que alimenta a la comunidad
Monseñor comenta la experiencia de su visita a la parroquia de Citalá, donde no tienen sacerdote, y cada domingo a la hora de la misa en catedral de San Salvador, escuchar la radio con la misa y la homilía presidida por el arzobispo. Luego las hermanas compartan la comunión. Monseñor se alegra porque ha podido sentir que “su palabra, predicación, su denuncia, su anuncio, su lectura del Evangelio en la realidad histórica, … realmente alimenta la comunidad”.
Diariamente, y sobre todo los fines de semana, se realizan centenares, miles de sermones, homilías en las misas, en los cultos, en las oraciones matutinas, de medio día, vespertinas,….. Pero me pregunto: ¿Sería que esas palabras – de los/as pastores – siempre alimentan la comunidad? ¿las comunidades realmente pueden nutrirse, alimentarse, fortalecerse a partir de las reflexiones, prédicas, sermones de sus pastores? Sé que Monseñor Romero preparaba, desde la oración personal, desde el estudio, desde la realidad, desde el encuentro con la gente (sobre todo pobre y víctima) sus homilías. Además tenía el don de la Palabra, era profeta que sabía hablar “la Palabra de Dios” a su pueblo. En algunos momentos he podido estar cerca de él durante su homilía… y se veía, se sentía, se oía que ese hombre humilde, ese arzobispo se transformaba en profeta de Dios que “alimentaba la comunidad”. ¡Qué gran ejemplo nos da a todos y todas que nos toca de una u otra manera facilitar una reflexión de fe, un mensaje de esperanza para la comunidad!
41. Jesús nos llama a una conversión sincera
Por la importancia de esta cita, especialmente en este tiempo de cuaresma, quiero transcribirla literalmente: “Así como Jesús no quiere excluir a nadie del Reino, así también llama a todos a una sincera conversión del corazón que se manifiesta en obras externas. Sin esa conversión no hay posibilidad de entrar en el Reino pues la puerta que a Él lleva es estrecha (Mt. 7, 13s) y el camino difícil; hay que estar dispuesto a dejarlo todo, incluso hacienda y familia; hay que estar dispuesto a perder un ojo, un brazo o al vida misma para entrar en el Reino” (2da. Carta Pastoral. 06.08.77)
La sincera conversión se manifiesta en obras externas. La conversión del corazón, el retorno a Jesús, el reconocimiento de las fallas y omisiones, se expresa en acciones muy concretas. No basta un acto de penitencia, ni el sacramento de perdón y reconciliación. La sincera conversión se visualiza, se hace concreta y vida, en la historia, en la familia, en la comunidad, en la colonia, en el trabajo, en las redes sociales, en la organización popular, en la política,… Sin “esas obras externas” de la conversión, es imposible entrar por la puerta estrecha, ni por el camino difícil del Reino de Dios.
En un segundo pensamiento de esta cita dice que hay que estar dispuesto a dejarlo todo, incluso hacienda y familia; hay que estar dispuesto a perder un ojo, un brazo o al vida misma “. Cuando Monseñor decía estas palabras no estaba hablando de algo lejano, de alguna teoría espiritualista, sino hablaba de la realidad que se vivía en aquel tiempo. Ser cristiano, vivir esa sincera conversión, era tremendamente arriesgado. No pocos laicos/as, sacerdotes, religiosas, dos obispos han sufrido esa persecución por sus palabras y sus obras, fruto externo de su conversión.
Pregunta hoy. Estamos (en este momento que escribo) al inicio de la cuaresma, tiempo por excelencia para la revisión de vida y la conversión. No basta guardar estampas del Beato Oscar Romero. No basta tener pósteres o camisetas con la imagen de Monseñor Romero. No basta cantar sus cantos o ir a las procesiones de farolitos y otras. Hay que estar dispuesto a abandonar todo, a perder todo. ¿Hasta dónde queremos llegar? ¿Nos atrevemos a ser verdaderos “romeristas”?
42. Jesús tomó carne en la historia real de su tiempo
Monseñor Romero nos recuerda algo que sabemos (pero fácilmente olvidamos): “Jesús realizó su misión, su predicación y su servicio a los hombres, en un mundo y en una sociedad concreta”. Es en esa sociedad concreta que Jesús predicó “el anuncio positivo del Reino” y “ la clara denuncia del pecado de su tiempo”. Si esta fue la misión de Jesús, deberá ser también la de sus seguidores/as: anunciar el Reino de y denunciar el anti Reino en la sociedad concreta en que vivimos hoy. No es tan importante rezar y repetir las frases de los Credos oficiales de la Iglesia, sino importante es vivir lo que vivió Jesús.
No vivimos en la luna, ni en algún otro planeta. Aquí no vivimos en La India, ni en Africa, ni en los EEUU. Vivimos aquí en esta realidad salvadoreña, hoy a 25 años de los acuerdos de Paz y a 37 años del asesinato de Monseñor Romero, en una realidad con más de 10 homicidios diarios, con un sistema de represión contra pandilleros, mientras no se toca los problemas estructurales que genera la violencia.
Así como Jesús, también nosotros debemos “tomar carne en la historia real de nuestro tiempo”. Esto exige mucho valor evangélico: tocar las heridas del pueblo en esta historia de hoy. La verdad de nuestro ser cristiano/a no lo vivimos en primer lugar en el culto religioso, sino encarnándonos en la realidad histórica siendo sal, luz, fermento de transformación radical para que haya “vida en abundancia para todos y todas.”
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