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Día a día con Monseñor Romero. Libro II. Monseñor Romero - Hombre de Dios.- 12
69. Dios me ha hecho para El
“Toda mi vida será feliz desarrollándose si tiene como centro la gloria de Dios.” Y recordemos que para Monseñor Romero la gloria de Dios es que el pobre viva!!!! El corazón humano está inquieto mientras no descansa en Dios, nos recuerda. Sin embargo siempre habrá que evitar las imágenes falsas de dios, las idolatrías, las expresiones religiosas (también cristianas, también católicas) que apartan a Dios del pobre, que lo encierran en templitos para adorarlo ahí. Con Monseñor Romero podemos decir, que Dios nos ha hecho para que lo encontremos en las y los pobres (empobrecidos), en la liberación, en la vida, en la lucha por la vida de las mayorías. Jesús, hijo de Dios, imagen plena de Dios, Dios mismo hecho humano, nos lo dijo clarito: tenía hambre, sed, estaba desnudo, enfermo, encarcelado,….. y …¿Me encontraste?
70. Descubrir el mensaje eterno de Dios
Obispos, sacerdotes, animadores de comunidades,…. tienen la tremenda responsabilidad de ser la voz del mensaje eterno de Dios mismo. Nuestra palabra humana debe ser transparente para la palabra de Dios, el Dios de Jesús, por supuesto, el Dios de las y los pobres!!!! Me da lástima cuando oigo la “palabrería” de homilías (además de largas) que en el fondo no tocan la vida de la gente, que proclaman llamadas verdades filosóficas o teológicas eternas, pero que no tocan “las heridas de la vida”. El apóstol Tomás debe ser ejemplo para cada predicador/a: tocando las heridas del pueblo, de la gente (es decir: las heridas de Dios en la historia) se debe ayudar a la comunidad creyente a “descubir el mensaje eterno de Dios”. Ese mensaje eterno de amor (de Madre y Padre) debe sonar históricamente, para la gente, para el pueblo de ahora y de aquí.
Lastimosamente también Monseñor Romero sufrió el desprecio, el rechazo (así como el mismo Jesús) por historizar, por hacer realidad histórica la Palabra eterna de Dios. A no pocos/as predicadores de hoy, sucederá lo mismo y hasta desde dentro de la institucionalidad de las Iglesias.
71. Iluminar la historia con la Palabra de Dios.
Para creyentes, especialmente para animadores/as de comunidades, misioneros/as, sacerdotes, obispos, … , es fundamental saber discernir la Palabra de Dios en la historia concreta. Dice Monseñor Romero: “Cuantos acontecimientos en esta historia vertiginosa de nuestra patria en nuestros días, hay que iluminar con esta palabra de sabiduría eterna”. Claro que sí, pero , ¿Cómo saber separar mis criterios personales (muchas veces muy interesadas!!) de los criterios divinos. Nuestros juicios son débiles y falibles, nos recuerda Monseñor.
Muy cercano a las y los pobres, tocando las heridas del pueblo (y de la gente concreta), en comunidad fraterna, desde el silencio de la oración, aprovechando también los estudios bíblicos (para no caer en las trampas de lecturas fundamentalistas o literales), y con mucha humildad lograremos descubrir esa Palabra de Dios que puede iluminar nuestra historia. Esa palabra siempre nos retará, nos obligará a “abandonar seguridades” y a confiar en la fidelidad de Dios.
72. Cristo, la riqueza absoluta
“El único valor para el cristiano es Dios, es Cristo” nos dice Monseñor Romero. Siempre hay que recordar que es el Dios de Jesús y que el Cristo, el Ungido, es aquel torturado, asesinado que ha sido resucitado!!!! Lo verdaderamente absoluto es Dios y su gloria es que el pobre viva. Esto no podemos olvidar!!!! Jesús, Dios mismo hecho “carne”, humano, histórico, enseña un camino a andar que responde al horizonte del Reino de Dios.
Lastimosamente en las iglesias se han integrado (bautizándose) tanta gente sin haber conocido, sin haber hecho la opción de responder (de lleno, de manera “absoluta) a la elección de Jesús. La fiesta social del bautismo, de la primera comunión, de la confirmación, del matrimonio, y, los documentos oficiales (fe de bautismo, de confirmación, de matrimonio) parecen ser mucho más importantes que esa “riqueza absoluta que es Cristo”. Solamente tocando las heridas del prójimo, las heridas del pueblo, seremos capaces de descubrir esa tremenda riqueza de la vida en el camino de Jesús. Y descubriremos que hasta perdiendo todo, seremos capaces de seguir a Jesús.
73. El cristiano pone su fuerza en Dios
Orar con manos “limpias de ira y divisiones”. Por Dios, ¡qué exigencia nos pone Monseñor Romero! Como que nos dice, que no podemos orar, que no podemos poner nuestra “fuerza en Dios” si tenemos las manos “sucias”. La suciedad del “mundo”: la mentira, el engaño, la injusticia, la explotación, el egoísmo, la idolatría (del poder y de la riqueza), el libertinaje, la insolidaridad, el consumismo, la exclusión, la división, la ira, el odio, la muerte, …. Todo esto se pega en las manos e imposibilita levantarlas para orar al Dios de la vida.
Monseñor era hombre de oración. Lo he visto en varios momentos…. “la colaboración del cristiano” es “orar con las manos limpias”. Si las manos no están limpias no podremos escuchar lo que Dios quiere decirnos. De nada sirve repetir oraciones formales y escritos en libros especializados, si no podemos escuchar a Dios por tener las manos ensuciadas por el veneno. Sin embargo Monseñor nos pide poner nuestra fuerza en Dios: ir constantemente a esa fuente de vida, ese Dios de los pobres, el Dios de Jesús, de esa víctima, del crucificado resucitado.
74. Me glorío de estar en medio de mi pueblo
Monseñor Romero se alegra mucho por poder y querer estar en medio de su pueblo (empobrecido, perseguido, excluido, víctima). En varios momentos he podido acompañar a Monseñor Romero por algunos caminos del pueblo, celebrando la eucaristía en un ranchito, de bajo de los árboles, en medio de su pueblo. Monseñor sintió “el cariño de las y los pobres” hacia él, hacia la Iglesia que era expresión de “esperanza” Quizás solamente las y los pobres sintieron de verdad que en Monseñor Dios mismo estaba pasando por sus cantones y caseríos. Monseñor se sentía bien, muy bien, en medio de su pueblo. Para él esos encuentros eran experiencias espirituales, encuentros con el Dios de los pobres.
El estar en medio de su pueblo era una opción concreta y decidida. El poder (político, económico y religioso) lo consideró como un traidor. Lo calumniaron y lo acusaron de lo peor por estar en medio de su pueblo y por tocar sus heridas. Así se hizo la voz de los sin voz, la voz de Dios!
Preguntémonos: ¿cuánto tiempo estamos de verdad “en medio del pueblo”?
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