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Día a día con Monseñor Romero. Libro II. Monseñor Romero - Hombre de Dios.- 18
109. Ser cristiano es ser valiente
“Ser cristiano no es cosa fácil” Esto no se refiere a las obligaciones rituales, sino a “tomar conciencia de la responsabilidad seria que supone ser cristianos”, especialmente en tiempos de persecución. Lo que Monseñor vio en aquel tiempo (de persecución), vale hoy, quizás aún más en tiempos de acomodamiento, de temor (por la violencia), de prácticas religiosos (hasta con fervor religiosos para los mártires)” ¡Qué pocos cristianos auténticos van quedando!” Ser cristiano/a exige valentía para salir a la calle, para ir a visitar a vecinos, a tocar puertas y estar dispuestos a “tocar heridas”, para convocar a grupo de reflexión para conocer mejor a Jesús, para celebrar la fe de manera liberadora, para ser sal y fermento en las organizaciones populares de lucha.
Claro, venimos de una Iglesia claramente martirial, pero hoy, ¿cómo estamos? ¿dónde están los profetas? ¿Por qué nos cuesta hoy ser “mártir”, eso es testigo de la fe, testigo de Jesús en la realidad de hoy? ¿Ya no somos valientes?
110. Confirmación, sacramento del martirio
“No debemos traicionar a Cristo con la cobardía de los falsos cristianos de hoy.” Monseñor Romero se atreve a llamar el sacramento de la confirmación, “sacramento del martirio”. Por supuesto es el sacramento de la presencia animadora del Soplo Santo en la vida y el compromiso del “testigo” (mártir). En los tiempos de Monseñor era cuestión del martirio real: ser desaparecido/a, ser asesinado/a. Si hoy no hay persecución a la iglesia, tendremos que cuestionarnos (nos lo recordó el Padre Joaquín Meléndez durante la homilía en el 40 aniversario del asesinato del P. Alfonso Navarro). En la catequesis para la confirmación (a confirmandos y a sus padres y madres) sería una exigencia evangélica explicarles que la confirmación es “sacramento del martirio”. No sirve para cobardes, para miedosos, para débiles, ni para apariencias (religiosas y sociales). Monseñor Romero nos invita, nos desafío a tener “el valor que debemos tener como cristianos”. Hoy escuchamos y nos inventamos tantos “peros” (nos creamos obstáculos) para la auténtica evangelización, para el anuncio del Evangelio de Jesús. Si hemos sido confirmados/as, es bueno recordar que hemos sido confirmados en Soplo Santo para “el martirio”, iniciando siendo verdaderos “testigos” con nuestras vida (personal, familiar) y en nuestros compromisos.
111. Al hijo de la carne hay que hacerlo hijo de Dios.
En esta cita Monseñor Romero hace una llamada a la prontitud del bautismo. “El deber de bautizar cuanto antes a sus hijos”, que las familias no esperen meses o años sin bautizar a los niños. La preocupación fundamental de Monseñor Romero debe haber sido – pienso – que las y los hijos/as de verdad puedan descubrir su misión como “hijos/as de Dios”, descubrir que Jesús es el camino a andar en su vida. Si esto es la verdadera preocupación de madres y padres, se sobreentiende que desean bautizar a sus hijos/as pequeños/as y llevarlos de la mano por este camino a andar en su vida. Sin embargo en la realidad de hoy (y de ayer, y probablemente de mañana) el bautismo de niños/as se ha “adelgazado” hasta un acontecimiento social para conseguir madrina/padrino que garanticen regalos, una fiestecita, sin ningún compromiso ni con el Dios de Jesús, ni con el camino de Jesús. Estarán anotados en algún libro de bautismos, pero no crecerán descubriendo su misión de vivir como “hijos/as de Dios”.
112. El sacramento de los mártires.
Es evidente que esta expresión no aparece en las catequesis para la confirmación. Monseñor Romero llama este sacramento “de los mártires”. En el martirio las y los cristianos son confirmado/as en el Espíritu Santo. Monseñor hace una referencia a la experiencia de los primeros cristianos que han aguantado la prueba de la persecución. “No hubieran muerto por Cristo”.
En medio del modelo económico capitalista neoliberal, en la periferia y patio trasero de los USA, con inmensas olas de violencia, de pobreza, … ya es de extrañarse que la Iglesia no es perseguida, no es “martirizada”. Sin embargo Monseñor vincula el sacramento de la confirmación con la radicalidad del testigo, del martirio, hasta dar la vida y derramar la sangre.
Es lástima y da pena ver a la cantidad de niños (aún se confirma niños/as) y jóvenes que recibe el sacramento de la confirmación sin ningún compromiso, sin ponerse en el camino de Jesús, sin entrega ni servicio. Cumplir con un sacramento más, un acontecimiento social y nada más. ¿Serán más cristianos/as que los no confirmados/as? Da pena decirlo, pero la respuesta es no. Vivir el verdadero sentido creyente del sacramento de la confirmación es ponerse en barricada, a la cabeza de la lucha por el Reino de Dios
113. Valor para predicar la verdadera doctrina de Cristo.
En un lenguaje propia del fin de la era de la cristiandad Monseñor Romero que ser cristiano “en esta hora quiere decir tener el valor que el Espíritu Santo da con su confirmación para ser soldados valientes de Cristo Rey.” Ser cristiano exige el valor para dar testimonio de la verdad de Jesús. Monseñor habla de la doctrina de Jesús. Sabemos que Jesús no era un maestro de religión con una doctrina teológica propia. No tenerle miedo para anunciar la buena noticia de Jesús, el horizonte del Reino de Dios. No callarnos por comodidad o para que no nos traiga problemas.
Realmente aquí estamos frente a uno de los desafíos más grandes para el cristianismo en este país (en América Latina). Cristianismos de salvación fácil y personal, cristianismos de cultos (en todas sus variedades), cristianismos conservadores que consuelan, cristianismos predicados por explotadores y opresores, cristianismos que están en línea directa con las idolatrías del poder, del dinero, de la organización,….. todas esas formas de cristianismo son traiciones a “la verdadera doctrina de Cristo”, es decir del camino de Jesús, de sus hechos, de sus opciones, de su vida.
114. El hombre sin Dios es un desierto.
Al hablar del hombre sin Dios Monseñor se refiere en esta cita al que tortura a nuestra gente, al que atropella los derechos humanos. Ese hombre que se ha transformado en fiera, en desierto, en una vida sin amor, con su corazón que “no es más que el perverso perseguidor de los hermanos”. Sin embargo, en El Salvador y en nuestro continente ese hombre, esos hombres torturadores eran “cristianos”, la gran mayoría “católicos” de tradición, con fe de bautismo y a lo mejor casados por la iglesia. Para ellos sus víctimas no eran hermanos/as, eran “comunistas”, “subversivos”, “terroristas”… Eran hombres sin el Dios de Jesús, pero a pesar de su tradición cristiana, era adoradores de los dioses falsos, de los dioses del poder y del dinero, de la organización (Orden, el ejército, los de hacienda, la guardia,…). Realmente se habían transformado en fieras. Es la consecuencia de dejarse seducir por el culto (sangriento) a los ídolos.
En este sentido creo que hay que concretar lo que Monseñor dice: el hombre sin el Dios de Jesús es un desierto, o mejor aún: el hombre con los dioses falsos son fieras, desiertos,…..
115. Predico con el amor de Cristo.
Monseñor Romero recuerda palabras fuertes de Jesús denunciando y desnudando a los “pecadores” de su tiempo: “Raza de víboras, conviértanse, no sean hipócritas; si no se convierten van a perecer”. Y aclara que su llamada de conversión a los que cometen injusticias, los que atropellan a la gente que espera liberación, está en el marco de esas opciones de Jesús mismo. Recordemos que dijo cosas como: quítense los anillos (sus grandes lujos), antes de que se les cortan los dedos. Su llamada a la oligarquía, al ejército, al gobierno a convertirse de verdad y a terminar con la represión al pueblo. Predicar así, es predicar con el amor de Cristo.
Como quisiera escuchar que los pastores, obispos, sacerdotes, predicadores,…. predicaran así con el amor de Cristo, desnudando a los seguidores de los ídolos de poder, riqueza y organización, y llamándolos a la conversión para la fraternidad, la solidaridad, la vida para las grandes mayorías…
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116. Ánimo, adelante en nuestra gran tarea.
¿Cuál es la gran tarea de la Iglesia que Monseñor Romero comparte con sus sacerdotes, religiosas, celebradores de la Palabra, catequistas? “limpiar del pecado al mundo y llenarlo de la gracia de Dios”. Qué misión más tremenda!!!! Si la gloria de Dios es que el pobre viva (M. Romero), entonces el pecado es todo lo que daña la vida del pobre, todo lo que empobrezca, todo lo que hace sufrir al pobre, la miseria, la pobreza, la falta de oportunidades de aprendizaje, de salud, de organización,…. Todo lo que invade su conciencia para destruirlo como “voto” para los ricos,…… La gran tarea es LIMPIAR DEL PECADO AL MUNDO. La gran tarea y misión de la Iglesia no es el culto religioso (en todas sus formas y tradiciones), sino la liberación de las y los pobres, “que el pobre viva”. Llenar la nación de la gracia de Dios, es, hacer que el pobre viva. Los programas sociales bien elaborados y ejecutados son caminos en ese sentido. Una iglesia donde los pobres están en casa y son los intérpretes del Evangelio y los evangelizadores, también es una pista hacia esa gracia divina. Todas las experiencias vivas de fraternidad solidaria abierta hacia una mesa larga con taburetes para todos/as, con tortilla y conqué para todos/as (el sueño del Reino expresado por P. Rutilio Grande), son senderos hacia esa gracia.
Y Monseñor nos dice “mucho ánimo, adelante en nuestra gran tarea”. No tengamos miedo, formemos comunidades eclesiales de base, núcleos de esa Iglesia que es capaz de limpiar del pecado al mundo y de llenarlo de la gracia de Dios.
117. Seamos santos.
En esta cita Monseñor hace dos llamadas al pueblo de Dios, a las comunidades, a las y los creyentes. A un lado les pide que empujen y reclamen a los sacerdotes que sean santos como el pueblo de Dios necesita y Dios lo quiere. Al otro lado les pide hacerse cada vez más miembros del pueblo sacerdotal, cada día más santos, santificando con el ejemplo.
El pueblo lo reconoció como santo el mismo día de su martirio. La Iglesia católica lo beatificó en 2015 y se anuncia que pronto se dará su canonización. Es decir en Monseñor Romero tenemos en El Salvador un ejemplo bien claro de lo que es un santo, de lo que significar santificar con el ejemplo. Ser santo, es ser “Romero” hoy, es decir es “ser Jesús” hoy: vivir de tal manera que las y los demás visualizan a Jesús en nuestro actuar y puedan comprender nuestras palabras al anunciar el Evangelio como buena nueva para las y los empobrecidos/as.
Me llama la atención que Monseñor pide a las y los laicos/as que exijan a sus sacerdotes ser santos, y aclara “santo como el pueblo de Dios necesita y como Dios lo quiere”. Claro sobran los escándalos de sacerdotes vinculados con los poderes políticos y económicos, sobran los escándalos en cuanto los abusos sexuales, sobran los escándalos de sacerdotes que solo se dedican al culto y que no son pastores de su rebaño….. Pero Monseñor también nos pide ser un pueblo sacerdotal. No es un pueblo que vive en el culto, sino que tome en serio el sacramento del lavatorio de los pies: hagan esto en memoria mía!!!!! Un comunidad cristiana es una comunidad re-conocida por su servicio a las y los demás, por su solidaridad, por su lucha por la justicia y la vida.
118. Dios nos salva en la historia.
Monseñor Romero llama a todos los salvadoreños a asumir su plena responsabilidad a construir la patria “participar en el bien común de la patria”. La misión de todos y todas es “colaborar, encontrando cauces políticos para desarrollar su aportación personal cívica al bienestar de todo el país.” Y nos recuerda que Dios quiere salvarnos en la historia, es decir, no se trata del más allá!!!!
Los políticos (especialmente las cúpulas de partidos grandes) dan la impresión que ellos son los únicos que tienen la sabiduría para enrumbar el país, los únicos que saben lo que hay que hacer. Los medios de comunicación, especialmente los aliados a los poderes de la derecha (política y económica), actúan de manera semejante. Su manera de desinformar al pueblo, de bombardear constantemente con medio mentiras y medio verdades, los transforma en poderosos desorientadores del pueblo. Monseñor Romero nos ha llamado a todos y todas a participar activamente, a ayudarnos a comprender la realidad, a no dejarnos engañar por los medios, ni por los políticos. Sin la participación real de todos y todas, Dios no puede salvarnos en la historia.
119. Nuestra vocación.
Monseñor denuncia a los “bautizados de nombre” (debe de haber bastantes!!!) y llama a asumir nuestra vocación de ser efectivamente cristianos comprometidos a hacer de nuestro entorno un estructura de salvación. Nuestra vocación cristiana en El Salvador es “que lleguemos un día a construir ese Reino de Dios”. Lograr ser capaces de “adorar libremente a Dios” y poder vivir libremente nuestra fe. Para no confundirnos con desviaciones religiosas siempre es necesario recordar que para Monseñor Romero “la gloria de Dios es que el pobre viva”. Por eso “adorar libremente a Dios” significa estar comprometido efectivamente en contra de todos los procesos que producen pobreza, exclusión, marginalización, miseria, sufrimiento,…. Proclamar con libertad la religión integral que Dios manda proclamar tiene que ver exactamente con “arrancar de raíz la injusticia, denunciar las idolatrías, ir en defensa de los débiles, …” No nos equivoquemos.
120. Construyamos el Reino de Dios.
Monseñor hace una lectura particular de lo que es el Reino de Dios. “El Reino de Dios que lo formamos quienes queremos humildemente seguir a ese Cristo.” El seguimiento a Jesús nos pone en la dinámica del Reino. Por eso nos toca ser “levadura en la masa, luz del mundo, sal de la tierra”, así como el mismo Jesús lo definió. Monseñor nos convoca a formar “ese pueblo que salva. Ese pueblo debe ser ese pueblo redentor”, ”sólido, íntimo, santo,..” para que pueda irradiar la belleza, la esperanza, la luz del Reino en la historia concreta.
Pero lo concretiza “desde el seno de una comunidad”. Esto me parece otro elemento fundamental. No sé a qué tipo de comunidad Monseñor se refiere, pero quiero leerlo desde nuestra experiencia de comunidades eclesiales de base. Desde las CEBs se podrá ir forjando ese dinamismo transformador del Reino. Esto no se puede desde movimientos grandes, ni desde templos llenos, ni desde televidentes de estaciones católicas o evangélicas. “desde el seno de una comunidad”. Por supuesto tampoco es automático, solamente la CEB que conscientemente se esfuerza por seguir a Jesús.
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