Se encuentra usted aquí
Día a día con Monseñor Romero. Libro II. Monseñor Romero - Hombre de Dios.- 25
160. Estudio la Palabra de Dios y miro a mi pueblo.
Monseñor Romero quiere evitar que nos dejemos guiar por las idolatrías de la tierra. De verdad son muchas, y quizás en la realidad de hoy los ídolos ideológicos son los más peligrosos porque arrastran, ciegan, paralizan,… Monseñor nos da un ejemplo para cada cristianos/a: estudiar la Palabra de Dios y mirar a nuestro alrededor (y aclara: a mi pueblo). Preguntémonos con sinceridad: ¿cuánto tiempo dedicamos (a la semana, al día) a ESTUDIAR la Palabra de Dios? Para que podamos “iluminar al pueblo con esa Palabra”, hay que estudiarla, profundizarla, conocerla cada vez más. Lo que aprendimos siendo niños/as, adolescentes, jóvenes, …. sobre la Palabra de Dios, sobre la Biblia, muchas veces ya no nos sirve hoy. Las ciencias nos permiten conocer mucho mejor todo el mundo de la Biblia, el contexto y la vida de Jesús y del movimiento de Jesús. Sin esfuerzo por estudiar de verdad, solo o en grupo / comunidad, nuestro foco va ir apagando. Pero también es fundamental “mirar a nuestro pueblo”, mirar a la población más pobre (más pobre que nosotros y nuestra propia familia), mirar la realidad así como es, conocer los procesos sociales, económicos, políticos, culturales,… desde la realidad de las y los más pobres, desde las víctimas. ¿Cuánto tiempo dedicamos a ver la historia concreta?
Monseñor nos invita a estar constantemente en el cruce de esas dos dinámicas: el conocimiento de la Palabra de Dios y la historia concreta de las y los pobres. En ese espacio también a las comunidades cristianas nos toca “iluminar”, llegar a una síntesis y poder compartirla con otros/as. Así lo hizo Monseñor Romero. Nos dio el ejemplo. .. No basta alegrarnos por su 100 cumpleaños!!!
161. Dios quiere nuestra felicidad.
“Dios no nos ha hecho para el sufrimiento. Dios ha querido hacernos para la felicidad.” No están tan lejos los tiempos que en las Iglesias se sobrevaloraban la experiencia del sufrimiento, la participación en el sufrimiento de Jesús, completar en nuestra vida lo que faltaba en el sufrimiento de Jesús en la cruz, etc….. La convicción de Monseñor Romero que Dios ha querido hacernos para la felicidad no menos precia, no desvalúa las experiencias dolorosas de toda forma de sufrimiento en nuestras vidas. Solo quiere avisarnos que el sufrimiento no es la voluntad de Dios. Otra cosa es que también en el sufrimiento Dios estará presente y no nos abandona. Confrontados con profundas heridas de dolor (de todo tipo), gritamos con Jesús “¡porqué me has abandonado!”. La solidaridad y la cercanía de hermanos/as que no nos abandonan, que nos dan la mano y que abren su corazón, se convierte signos de la presencia del Dios de la vida.
Si Dios quiere nuestra felicidad, somos llamados a querer la felicidad de las y los demás. Cerca de nosotros/as y también un tanto más allá de la familia, en la comunidad, en el trabajo, en la escuela, en nuestro pueblo,… Ser imagen de Dios, significa trabajar, luchar por la felicidad de las y los demás. Así seremos de verdad imagen de Dios.
162. Solo hay un Dios.
Monseñor hace referencia a “todo movimiento que está tratando de derrotar los ídolos de los falsos dioses y de darnos el Dios verdadero”, y está consciente que los idólatras (del poder y del dinero, los corruptos, los que roban al pueblo, …) están matándonos: “Matan a Octavio” (Padre Octavio Ortiz, asesinado el día anterior, junto con 4 jóvenes en el Despertar). Monseñor está bien claro que no se puede servir a dos señores. O bien se está al servicio del Dios de la vida, de la liberación, de la misericordia, el Dios de los pobres, o bien se vive al servicio de los ídolos del poder y de la riqueza. Estos ídolos nos exigen una práctica diaria, un actuar en contra del Dios de la Vida, el Dios del Reino. Muchas leyes (hasta en la constitución) en el país están al servicio de esos ídolos y tienen salidas para los poderosos. Las leyes (hechos por diputados idólatras!!!!, no dudemos!!!) y la justicia solo castiga a los de abajo, actúan como la culebra que solo muerde a los descalzos, nos dijo Romero en otra oportunidad. Pero también los de abajo podemos dar nuestros votos a los idólatras, podemos callarnos cuando hay que hablar y denunciar, podemos encerrarnos en el consumismo y el egoísmo de nuestro propio mundito.
Dios, es decir Dios de la vida, hay solo uno. Es el Dios que se hizo totalmente transparente en la vida de Jesús. Otros dioses son atentados contra la vida!
163. Dios me ama.
Alguna vez he comentado que la mayor prueba es vivir tan superficialmente (materialmente,…) que ya no somos capaces de sentirnos amados por el Dios de la Vida, el Dios de las y los pobres. Quizá el verdadero primer mandamiento es vivir de tal manera que somos capaces de “sentirnos” amados/as por ese Dios único. Monseñor dice “sentirse como arropado de una gran ternura”. “Hay Alguien que piensa en mí, que me quiere, más íntimamente que yo mismo”. Confiar en este Dios se traduce necesariamente en amar radicalmente a otros/as, especialmente a las y los más pobres, excluidos/as, crucificados/as. Amar al otro/a será el reflejo único de mi respuesta amorosa a Dios que me ama primero.
Lastimosamente las iglesias, especialmente las jerarquías han tenido experiencias de siglos (post constantinos, hasta nuestros días) de acoger en primer lugar a los que tiene poder y riqueza. Quizás por las migas que pueden dar o los beneficios para la iglesia. Así se anda mal. Nuestro continente latinoamericano, es de manera general “cristiano” (con nombre, en su cultura, con los ritos y cultos,..) pero es a la vez fundamentalmente injusto.
Creer que Dios nos ama (su iniciativa, su constancia, su fidelidad) solo se hace “verdad”, si respondemos con el mismo amor hacia las y los más pobres que nosotros/as.
164. Acción de gracias.
“¡Qué alianza nueva la de la sangre derramada para poder firmar con sangre de amor, de pacto de amor que Dios ha hecho con la humanidad!” Monseñor hace referencia a Jesús que expresa su profundo agradecimiento al Padre por su amor para con la humanidad. De verdad sería muy importante que viviéramos más conscientes acerca del amor de Dios con la humanidad: el Dios de los pobres, el Dios de la vida, el Dios de la Liberación, el Dios misericordioso, el Dios del amor, el Dios presente también en la cruz (de Jesús y de toda la humanidad)…. Vivir la eucaristía (= agradecimiento; estoy profundamente agradecido) así tendría que ser el eje de cada creyente. Vivamos agradecidos, realmente agradecidos por todos los señales y signos de vida, de amor, de fraternidad, de servicio, de liberación,… que recibimos de otros hermanos/as nuestros/as. Dios está presente ahí.
165. Un redentor ha muerto por nosotros.
Es tiempo de Pascua del año 79. Monseñor nos dice que “es el trabajo de un cristiano a lo largo de toda su vida: reflexionar los frutos mesiánicos, recoger la rica cosecha de la redención”. Nuestra fe en la resurrección de Jesús siempre será cuestionada por las cruces de la vida, especialmente las cruces que las sociedades (y los que llevan el poder y la riqueza ahí) imponen a las y los millones de pobres, en cada generación. Quien considera que su fe en el Cristo resucitado está “asegurada”, seguramente que no esté cerca de las cruces de hoy.
Por eso Monseñor nos dice que a lo largo de la vida cada creyente tendrá que reflexionar los frutos mesiánicos, reflexionar sobre esa Vida que vence la muerte, que vence el pecado que da muerte a la vida. Solamente quien está dispuesto a cargar con la cruz, a encargarse de crucificados, y a dejarse cargar por los que sufren (los que de verdad alimentarán nuestra fe auténtica), serán capaces de arriesgarse a la fe en la resurrección. El apóstol Tomás es el ejemplo claro. Todos ya había visto las heridas en el cuerpo de Jesús, solo Tomás no. Solo podía creer al tocar esas heridas. Para nosotros hoy sigue el mismo reto. Creer en la redención solo es posible desde la cruz.
166. La victoria que vence al mundo.
“la victoria que vence al mundo es creer que Jesucristo es Dios”, nos dice Monseñor haciendo referencia a la segunda carta de Juan. Muchas veces la fe (la religión) de la gente se limita a confiar en lo desconocido, pensar en las verdades del credo y absolutizar (aislar más bien) tanto la presencia sacramental de Cristo (en la eucaristía) que se olvida que se trata de ese Jesús, ese humano histórico que ha sido la verdadera encarnación de Dios.
Creer que Jesús es Dios, significa que su vida histórica era realmente el actuar de Dios, que sus opciones eran las opciones de Dios, que sus palabras eran palabra de Dios, que en su vida Dios mismo se ha hecho visible, palpable, presente. Y creer esto, significa hacerlo verdad en la propia vida de hoy, haciendo las mismas opciones, andar por los mismos caminos…. En la vida de un creyente otra persona tendría que poder visualizar la presencia de Cristo, de Dios mismo. ¡Cuánto nos hace falta creer que Jesucristo es Dios!
- Inicie sesión para comentar