Se encuentra usted aquí
Día a día con Monseñor Romero. Libro II. Monseñor Romero - Hombre de Dios.- 33
216. En Cristo encontramos la esperanza de la restauración.
Estamos al 6 de agosto de 1978. La fiesta del divino Salvador del Mundo ha sido para Monseñor Romero un momento muy especial, el momento también de presentar ante el pueblo de Dios sus cartas pastorales. Ese año dio a conocer su tercera carta pastoral “La Iglesia y las organizaciones políticas populares”, firmada también por Monseñor Rivera Damas. Es una carta que deberíamos volver a estudiar para iluminar hoy nuestras organizaciones políticas (partidarias, sindicales, comunitarias,..).
Monseñor Romero hace una alusión a la destrucción de la naturaleza en nuestra patria: “es cierto que (nuestros volcanes, lagos, llanuras, ríos y mares) gimen bajo el peso del pecado y del egoísmo”. Hoy, 39 después, estamos más que conscientes que para los intereses oligárquicos y capitalistas no importa la madre tierra, no importa el agua, no importa si hay contaminación (de agua, aire, tierra), porque su dios es el dinero, la ansiedad de ganar cada vez más a costa de lo que sea. “gime bajo el peso del pecado y del egoísmo”. Y los diputados de la derecha en la asamblea, la dejan gemir…
Luego nos recuerda que en Cristo “anhelamos y esperamos la salvación de todos los hombres” y que la misma naturaleza será restaurada. Es decir, creer en Cristo, exige luchar “por redimir al mundo – la naturaleza, la historia humana – de la esclavitud”, de la destrucción de la vida. Creer que Cristo es “la clave de nuestra historia”, exige vivir como Jesús, asumir su práctica liberadora.
217. Lo bello de la oración y de la vida cristiana.
Monseñor Romero nos confiesa como es su vida de oración. Dios “ilumina la verdad en la intimidad de la propia conciencia”. “Dios nos ha creado con capacidad para entenderlo, para platicar con El y sobre todo, comprender el deseo que Dios tiene de platicar con nosotros y de compartir su vida con nosotros.” Monseñor Romero ha vivido esta experiencia profunda de saber escuchar lo que Dios le dice en la intimidad de su propia conciencia. Y nos testimonia que esa vivencia nos hace libre de verdad, nos da seguridad.
En la cita de hoy Monseñor invita a su pueblo a arriesgarse a ese encuentro en la intimidad de la conciencia, ahí donde Dios nos habla. “Ojalá que nuestro pueblo sepa comprender esta grandeza, este designio”. Orar no es en primer lugar decir o repetir “oraciones”, ni los salmos, sino, es fundamentalmente escuchar lo que Dios quiere decirnos en el silencio, en la intimidad de la conciencia. Esto exige, sin embargo, un ejercicio permanente, una disciplina de querer entrar en esa celdita de la conciencia, hacer tiempo, dejar de lado tantas cosas interesantes, necesarias o superficiales.
218. Hay que anegarse en la belleza, en la sublimidad de Dios.
Haciendo referencia a los testimonios evangélicos sobre los tiempos y espacios de oración de Jesús, su diálogo con el Padre, Monseñor Romero nos invita a “vivir en continua comunicación con El y a vivir de su vida”. Siendo conscientes de nuestras limitaciones e infidelidades, Monseñor nos invita a estar en esa comunicación con el Padre.
Personalmente tengo mis reservas acerca de la expresión popular (que Monseñor retoma en la cita de hoy) “dar gracias por los favores recibidos”. Hablar de favores hace pensar que Dios escoge a algunos para hacerle favores. Se relaciona con favoritismo (tan conocido en los ambientes políticos y empresariales). Dios, el Padre de Jesús, y nuestro Padre, no hace “favores” a nadie, no favorece a nadie, sino ofrece la vida plena a todos y todas, también en las circunstancias más oscuras de la vida, también en la experiencia de la cruz (violencia en todas sus formas y medidas). Estoy convencido que con los ojos de la fe, cada persona (en toda la tierra, en toda la historia) puede descubrir la presencia del Dios de la Vida, tanto en las oportunidades (retos, desafíos) de la vida, como en la esperanza y la solidaridad en tiempos de oscuridad y de “mares violentas, olas altas, terremoto,.”. Pero no se trata de “favores”. Dios camina con su pueblo.
219. Que dicha encontrar a Cristo.
Con una tercera cita de su homilía del 13 de agosto de 1978, Monseñor nos dice: “Dios ha creado para el hombre la conciencia como un santuario íntimo donde El baja para platicar a solas con el hombre y donde el hombre decide su propio destino” (Entendemos en la palabra de Monseñor “hombre” refiere a mujer y varón).
Pero para poder entrar a ese santuario íntimo, hay que subir a la montaña (con las referencias del Evangelio acerca de la oración de Jesús), o subir al segundo piso (haciendo referencia a Marcelino Pan y Vino que sube al segundo piso para encontrarse con Cristo). Ese segundo piso, dice Monseñor, lo llevamos adentro, es nuestra propia conciencia.
No debemos limitarnos al primer piso (“de las miserias de hombres, intrigas de hombres, mentiras de hombres”), a lo cotidiano o al trajín diario. Sin subir al segundo piso (a ese santuario, nuestra conciencia) no es posible encontrarse con Dios. La conciencia es ese santuario donde uno “decide su propio destino”, ahí donde realmente tomamos las decisiones fundamentales de nuestra vida y su rumbo. En ese espacio Dios quiere encontrarnos, hablarnos, desafiarnos y ofrecernos fortaleza y esperanza. Lo que Dios nos estará diciendo en el encuentro histórico con las y los pobres, las víctimas de la historia, resonará como Palabra de Dios en el santuario íntimo de nuestra conciencia.
220. Recobremos la fe.
Una cita con varios mensajes, desde su homilía del 20 de agosto de 1978. “nuestra fuerza es la oración”. Para entender lo que Monseñor quiere decirnos hay que recordar lo que ha aclarado acerca de Dios que quiere encontrarse con nosotros en la intimidad de la propia conciencia. Sin la oración nadie puede encontrar el dinamismo espiritual. Para “recobrar la fe”, necesitamos ir a ese pozo de la vida, ese santuario íntimo, al segundo piso, a la montaña, al silencio de la noche o de la madrugada.
Otro factor importante, dice Monseñor Romero, es la humildad. La humildad para ponerse debajo de la verdad sobre la vida. La humildad frente a la soberbia (“la peor locura del hombre”). Quien no reconoce sus propias limitaciones y pequeñeces, no estará en condiciones para captar lo que Dios quiere decirle en el santuario de su conciencia. Sin la debido humildad sincera (no tiene nada que ver con sumisión) ante el Dios de la vida, no vamos a recobrar la fe, ni la esperanza, ni el amor.
221. Hay crisis en el corazón de cada cristiano.
Monseñor Romero está consciente que el momento histórico que él vivía en El Salvador estaba provocando crisis. Lo miraba saludable. “si en este momento un cristiano en El Salvador no siente esta crisis, no ha reflexionado lo que significa el mensaje de Dios y la siembra de Dios en el mundo.” Podemos decir lo mismo hoy: si ante las consecuencias de un sistema capitalista neoliberal dependiente un cristiano sigue sintiéndose tranquilo en sus creencias religiosas…. Algo andará mal. Monseñor se alegra que muchos superaron esa crisis comprometiéndose con el reino de Dios, pero denuncia a otros muchos que superaron la crisis “instalándose en sus comodidades”. “Dichosos los que sienten y viven la crisis y la resuelven por un compromiso con nuestro Señor”.
Para dar respuesta a la crisis de vida Monseñor Romero nos habla de la oración, la reflexión, el aprecio de lo bueno, lo justo (“por ahí va Dios”), de la gracia, de la santidad, de los sacramentos y de la “alegría de la conciencia divinizada por Dios”. Nos recuerda la alegría que podemos sentir y vivir al encontrarnos con y al escuchar a Dios que nos habla en nuestra conciencia, que es creación divina, como lo ha explicado en homilías anteriores.
Finalmente, Monseñor nos advierte de no caer en “una paz muy ficticia”, ni en “victorias muy falsas”. Son imágenes que nos ayudan a comprender la realidad tan violenta que vivimos a tantos años después de los Acuerdos de Paz: explotación económica, el bombardeo ideológico por los medios de la derecha que tergiversan la realidad, la violencia, la politiquería, la corrupción,….
222. Que la cepa de Dios esté plantada en nuestra tierra.
Haciendo referencia a la parábola de la vid, Monseñor Romero nos invita a garantizar que “la cepa de Dios está bien plantada en nuestra tierra”. Hay que sembrar esa “cepa de Cristo” para que no nos desesperemos, para que “aún en medio de las crisis y dificultades, de las injusticias y atropellos de la tierra” florezca “la gran esperanza de que no todo está perdido”.
Nos recuerda que la siempre de esa cepa sucedió el día de nuestro bautismo. Sin embargo es evidente que muchos no han cuidado la planta, no la han abonado, no la han protegido, no la han alimentado….. Hoy, uno se pregunta: ¿dónde observo la diferencia entre un/a cristiano/a y un/a no- cristiano/a? ¿No están nuestras cárceles llenas con gente bautizada en una u otra iglesia? ¿No eran católicos bautizados que mandaron a asesinar a Monseñor Romero, a las familias en el Mozote, a los niños/as de la guinda de mayo 1982, a los padres jesuitas y sus colaboradoras? ¿No son bautizados los más corruptos y explotadores en nuestro país? Algo anda muy mal!!!!
Los únicos frutos de la vid de Dios son: justicia, fraternidad solidaria, libertad, igualdad, misericordia, vida. Quien no produce esos frutos ha dejado morir esa cepa de Dios.
- Inicie sesión para comentar