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Día a día con Monseñor Romero. Libro II. Monseñor Romero - Hombre de Dios.- 36
240. El festín de Dios vendrá.
“Esperen la hora del Señor. Tengamos fe. Todo esto pasará como una pesadilla de la patria y despertaremos al gran festín del Señor. Llenémonos de esta esperanza”. Esta vez un cita muy corta de su homilía del 15 de octubre de 1978.
Monseñor habla de la “pesadilla de la patria”. Un buen resumen, una buena palabra para caracterizar también la realidad de hoy, para muchas familias. Familias explotadas económicamente por la fábrica neoliberal capitalista. Familias sin vivienda digna. Familias huyendo de la violencia. Familias llorando sus muertos (asesinados o desaparecidos, también hoy),…. Gran pesadilla que en realidad seguimos viviendo.
Al otro lado nos habla de la esperanza que todo eso vaya a terminar, y que vayamos a “despertar al gran festín del Señor”. Creo que hoy podemos – como pueblo – contar con muchos signos de esperanza, signos de vida, a pesar de los muchos signos de muerte. Y Monseñor nos invita a “llenarnos de esta esperanza”, es decir, no dejarnos destruir por los promotores de la desesperación.
241. Ámense como yo los he amado.
Lo original de Cristo, lo original del cristianismo, lo original de nuestra fe, dice Monseñor Romero, es que el amor a Dios y el amor al prójimo están en el mismo nivel. Podríamos decir que son las dos caras de una sola realidad. No se puede amar a Dios (por mucho que se puede rezar, visitar templos, rezar credos y conocer el catecismo), si uno no se convierte constantemente en prójimo de las y los demás, y esto sobre todo y en primer lugar las y los pobres de nuestros pueblos. Monseñor está consciente que esto es realmente lo original que Jesús vivió y nos enseñó con tanta claridad. Nos dio el ejemplo de los dos personajes estrechamente vinculados con el templo y la religión, quienes, al ver al “herido” (no es que no lo vieron!!!), se apartaron . Además la pregunta no es ¿quién es prójimo para mi, para que lo ame? , sino “¿para quien soy yo el prójimo, para que yo lo ame?”
Además es importante recordar a que ser prójimo (cercano, fraterno, solidario, comprometido) a las y los demás (pobres!!! – no lo olvidemos) no es un asunto de ser buena gente, de dar limosna, sino es un asunto de vida o muerte de nuestra fe. Por supuesto todos que exprimen a otros (en fábricas, en haciendas, en tiendas, en ministerios del estado, en trabajo doméstico,..) no pueden amar a Dios y sus actos religiosos son falsos!! Pero el mandamiento de Jesús va aún más allá: no amar (promover, fortalecer, levantar, animar,…) al otro/a, - el enorme pecado de omisión – también nos excluye del amor que Dios nos ofrece.
242. El dinamismo misionero.
La espiritualidad cristiana se expresa en el equilibrio constante entre nuestra relación con el Dios de la vida y nuestra relación con las y los demás, en nuestro entorno, en nuestro pueblo. Monseñor Romero nos recuerda que el estar unidos con Dios en la oración, en la humildad, en la fe y las virtudes cristianas, debe concretarse, realizarse para “dar la cara en defensa de los derechos de un pueblo que necesita defensores”. Esto lo llama el dinamismo misionero, abrir los caminos para que todos y todas puedan conocer ese camino de Jesús y puedan arriesgarse al Dios del Reino.
Por supuesto una iglesia misionera, una comunidad eclesial en evangelización debe tener sus raíces en la relación estrecha con el Dios de la vida, enraizada en la oración (personal y comunitaria). Pero sabemos muy bien, lo hemos cantado tantas veces “no basta rezar”. Quien no arriesga su vida para que otros tengan vida, no es digno de entrar en el Reino. Esta es la espiritualidad cristiana.
243. Creer en Cristo.
“Para Dios, pues, no hay clases sociales; para Dios no hay categorías humanas, la única categoría es creer en Cristo y vivir conforme a esa fe”. Menos mal!! Nuestra oración no es pidiendo que en el cielo se haga la voluntad del Padre como nosotros vivimos en la tierra. Sería un desastre!!! Pero en la tierra sí se observa que hay categorías humanas, que hay clases sociales (definidas sociológicamente o no). Lastimosamente la llamada “fe en Cristo” (esa creencia, esa doctrina, esa religión, ese credo) no se ha traducido en la abolición de las clases, ni de las categorías y niveles de humanos. Los ejemplos son obvios en nuestra dura realidad. Y ojo, no son los pobres que han inventado “la lucha de clases”. Es la realidad diaria de – para hablar de El Salvador – unión de las fuerzas dominantes y explotadoras en ANEP, ASI, CAMARA DE COMERCIO, FUSADES, TCS, Diario de hoy, la Prensa Gráfica, los aliados para la democracia y varias otras organismos con el mismo objetivo. Y por supuesto la estrecha vinculación entre lo religioso (sobre todo católico) y lo polítco-económico, provoco malos entendidos cuando un obispo celebra la misa de cuerpo presente de un expresidente (de ARENA y del gobierno). ¿de qué lado – en la realidad – está la jerarquía de la Iglesia?
Por supuesto estamos de acuerdo con Monseñor Romero cuando dice que lo único que vale es “creer en Cristo y vivir conforme a esa fe”. De esto se trata: vivir conforme esa fe, vivir como Jesús ha vivido, vivir como Jesús lo ha enseñado. Creer en Cristo, no se expresa en dogmas, ni en catecismos o credos, ni en ritos, sino en la manera de vivir, la manera de servir y de vivir para las y los demás (especialmente las y los pobres).
244. Cristo ilumina la trascendencia de la vida.
“El misterio de la iniquidad”, “lo incomprensible de ese misterio de la iniquidad” es lo que más reina en nuestra patria. Tantos muertos diarios. En primer lugar por los homicidios que siguen manteniéndose en números altos (más de 20 por día!!!), pero también los muertos por la pobreza, por la falta de adecuada atención médica, por la sobre explotación del trabajo, por la contaminación ambiental, por los agroquímicos, por los accidentes de tránsito, por las desapariciones (aquí y en el camino de las y los migrantes), … ¿Por qué vivimos así si Dios nos ha creado para la vida?
Y por supuesto el hecho que todos y todas caminamos por la vida sabiendo que llegará el momento de despedirnos de esta historia, de esta vida. “la muerte es una contradicción de esa felicidad, de esa paz, de esa bienaventuranza para la que Dios nos ha creado.”
Monseñor Romero nos invita a “aferrarnos a Cristo”, a confiar en aquel que fue asesinado por dar testimonio del Dios de la vida y que ha sido resucitado por Dios mismo. Cristo “ilumina nuestro paso de esta vida hacia ese más allá”.
Felices las personas que en el atardecer o al anochecer de su vida pueden decir que han vivido según la voluntad de Dios, que han caminado por las sendas del Evangelio, que han seguido a Jesús, no en el culto, sino en la realidad en cuanto a lo que El mismo nos dijo: tenía hambre, tenía sed, estaba enfermo, estaba desnudo, estaba en la cárcel,….
245. Somos los llamados por Dios.
Que somos llamados por Dios, nadie (en un ambiente religioso) lo va a negar. La pregunta es. ¿para qué Dios nos llama? Nos llama para que hagamos qué? Monseñor está muy claro en esta cita que comentamos hoy. “somos los llamado por Dios para acompañar también a todos los que se esfuerzan por dar a esta tierra un sentido más humano, por dar una igualdad más cristiana, más fraterna a los hombres, darles su verdadera esperanza, su verdadera fuerza.” Dios no nos llama para servirlo en templos y ritos. Los profetas del AT denunciaron esas prácticas religiosas apartadas de la transformación de la vida y de la historia. Jesús es el ejemplo más radical de respuesta a esa llamada de Dios.
Monseñor sabe que hay no cristianos, no creyentes que se esfuerzan y luchan por la transformación de la vida, por humanizarla, por hacerla fraterna. Y llama a los creyentes a “acompañar” a esos primeros, a no dejarlos solos y a ofrecerles – además – nuevas fuerzas de esperanza: Dios mismo está en la jugada de la historia. He visto la humillación de mi pueblo…. He bajado para liberarlo de la explotación y de la represión,…..
246. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección.
Monseñor hace referencia a la respuesta litúrgica “Ven Señor Jesús” y el sentido, la comprensión le viene del hecho que es “un pueblo que ha puesto su esperanza en el Señor Jesús y sabe que estos dolores de parto” llevará a “esa tierra nueva que nos dará el Señor Jesús.”
Muchas veces en las iglesias católicas esa frase “ven señor Jesús” suena como una respuesta rutinaria, porque (ya) no es el grito del pueblo que sufre esos dolores de parto con la esperanza de la transformación de la historia. Hoy es la violencia incontenible, el bloqueo del partido arena para los préstamos (muy blandos), las protestas de los sindicatos cercanos al partido ARENA, la falta de empleo y sobre todo la falta de salarios dignos (frente a los imperdonables gastos en seguros médicos privados en las altas esferas del gobierno y de las autónomas), la inseguridad física, la migración, …. Me pregunto si este pueblo (creyente en gran parte) aún vive la situación como los dolores de parto o si ya se siente “en el exilio” donde es difícil cantar a nuestro Dios. Por supuesto se podría ver los programas sociales (en toda su variedad, y a pesar de los bloqueos y dificultades), como señales del Reino, pero me pregunto: ¿Sería suficiente para que el pueblo abra sus ojos, se levante y luche por conquistar nuevas reformas más profundas?
El “Ven Señor Jesús” no es en primer lugar una respuesta religiosa, sino un grito del pueblo que clama al cielo justicia, verdad, libertad, solidaridad, fraternidad, vida,…
247. Procuramos agradar en todo al Señor.
Con una cita de Lumen Gentium Monseñor Romero nos recuerda un mensaje del Concilio Vaticano Segundo. Es un texto muy denso. Quiero referirme hoy a esta frase: “nos revestimos de la armadura de Dios para permanecer firmes contra las acechanzas del demonio y resistir en el día malo”. Me pregunto: ¿qué es la armadura de Dios? Creo que es un concepto que viene de las cartas de Pablo. No me alegra mucho comparar la fuerza de Dios con “armadura”, que viene del contexto militar y guerrero. De todos modos se trata de algo (alguien?) que nos protege, nos fortalece para poder resistir las emboscadas de la maldad. El “no nos dejes caer en la tentación”, porque las acechanzas del demonio son atractivos. La sociedad de consumo, el consumismo (las almacenes de los ricos y los mercados ya están llenos de ofertas navideñas y aún estamos en octubre), la pereza, la comodidad, el vivir para si mismo, la competencia (el aplastar al otro y ser “ganador”), la ignorancia acostumbrada, el miedo, …
Será en la comunidad cristiana que podemos revestirnos con esa fuerza de Dios. Nos ayudamos a revestirnos, a fortalecernos, a resistir, a apoyarnos, a levantarnos después de una caída, a colaborar en las luchas por la transformación, …. Y todo esto será “procurar agradar en todo al Señor.”
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