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Día a día con Monseñor Romero. Libro II. Monseñor Romero - Hombre de Dios.- 37
254. Cristo es el Señor de la historia.
“San Pablo nos habla de que nos hagamos dignos para el encuentro definitivo con El, anuncia una existencia más allá de la historia.” “Este es el Verbo que se hace hombre. Esta es la encarnación: se hace carne.”
Cristo como el Señor de la historia. Podemos decir: el dueño de la historia, la verdadera fuerza y el auténtico dinamismo de la historia. Cristo es ese fermento que hace que la humanidad sea capaz de transformarse y crecer hacia el Reino de Dios. Monseñor hace referencia a San Pablo con la exigencia de hacernos dignos para el encuentro definitivo con Cristo.
Realmente es un extraño tanto énfasis en esa exigencia, porque el ser cristiano, el ser seguidor de Jesús, tendría que llevarnos a una verdadera identificación con Cristo: hacer lo que El hizo, hablar como y lo que El habló,…. Esto es hacernos dignos para el encuentro definitivo con El. Esto puede referirse al momento de culminar nuestra vida aquí y pasar por la muerte. Quizás ya en los primeros años de cristianismo (tiempos de Pablo) había tendencias para idealizar las expresiones judías (para los judeo cristianos) o las de la cultura dominante griega, y de olvidarse de lo fundamental del seguimiento a Jesús. Si Jesús es el Señor de la historia, sin miedo podemos arriesgarnos a transformarla según la brújula del Reino. Hagámoslo y no nos perdamos en lenguajes doctrinales o ritos ortodoxos.
255. Dios nos ama desde toda la eternidad.
La fe judeo cristiana nos abre la perspectiva de confiar en un Dios que ama, que nos ama (a cada uno/a) y que nos ama desde el seno de nuestra madre, que nos ama desde antes de nacer, desde la eternidad. Es un tanto difícil tratar de entenderlo de manera literal. Ni es posible. Lo que se quiere decir es que el Dios de Jesús es un Dios que ama a cada ser humano, no porque somos buenos/as, sino solamente porque somos humanos. ¿Nos atrevemos a creerlo y a arriesgarnos a esto? Tú, yo, aquel y aquella, todos somos humanos: de todo color de la piel, de toda diversidad de cultura, diversidad de edad, diversidad de formación, diversidad de orientación sexual, …. Solo por ser un ser humano. Nuestra vida vale, la vida de las y los demás vale ante los ojos de Dios, y nos convoca a amar a su manera con toda generosidad. ¿Seremos capaces de amar a las y los demás con la misma radicalidad de Dios solo porque son “humanos”? Jesús nos da el ejemplo.
256. Somos hijos y herederos.
En la noche del 31 de diciembre de 1978 Monseñor Romero nos anuncia recordando que podemos vivir ya “la plenitud de los tiempos” en la realidad histórica de ahora. Sabernos amados por Dios como hijos/as suyos/as y verdaderos herederos/as, podemos llamarlo “Abba. Papá”. Esto es nuestro grito de confianza y de alegría. Dice Monseñor “qué hermoso es caminar ahora por los tiempos, … sabiendo que no somos simplemente creaturas, sino hijos/as de Dios”. En El podemos confiar totalmente, así como un hijo/a confía totalmente en su p/madre.
Pero este vivir ya ahora de “la plenitud de los tiempos” nos exige también asumir la plena responsabilidad histórica del Reino en esta tierra. ¿Será una camisa demasiado grande? ¿De qué nos sirve decir y proclamar que somos hijos/as y herederos/as de Dios, si nuestro actuar y nuestras actitudes no son ladrillos del Reino de justicia, fraternidad, igualdad, libertad?
257. Solo Dios.
Los que tienen el poder y adoran sus riquezas como que fueran dioses “critican esta Iglesia y matan a Octavio y matan todo movimiento que está tratando de derrotar los ídolos de los falsos dioses, y está tratando de darnos el Dios verdadero.” - De la homilía de Monseñor en la misa de cuerpo presente del Padre Octavio Ortiz, el 21 de enero de 1979.
Porque Monseñor cree en un solo Dios verdadero, promueve una iglesia que debe derrotar los ídolos de los falsos dioses. Está consciente que por eso hay persecución a la Iglesia, que por eso asesinaron al Padre Octavio Ortiz y a los cuatro jóvenes en El Despertar.
¿Dónde estamos ahora derrotando esos ídolos políticos, económicos, …? ¿Dónde está la voz de la Iglesia, de la comunidad cristiana, que denuncia y desenmascara a esos ídolos del poder, de la riqueza, de la organización (política), del placer,….? ¿No sería que nos hemos hecho muy “tibios”?
258. El Dios único.
Uno de los ejes en la voz profética de Monseñor Romero tiene que ver con la denuncia de la idolatría: el culto divino a los baales, a los ídolos. En esta cita menciona varios ídolos que exigen cada vez más culto, más entrega, más obediencia, más dependencia, más víctimas: la idolatría del poder, la idolatría de la riqueza, la idolatría del lujo, la idolatría del sexo. En una de sus cartas pastorales habla también de la idolatría de la organización (política). Denuncia Monseñor que “tantas idolatrías ante las cuales los hombres, como los apóstatas de Israel, están adorando, poniéndose de espaldas al verdadero Dios”.
Realmente nos hace falta denunciar con voz clara esos mecanismos religiosos de la idolatría. A todo nivel, quienes son electos para algún cargo están tentados de abusar del poder, de arrodillarse ante el poder, que celebrar el poder y de ofrecer las necesarias víctimas. La idolatría de la riqueza, del lujo, se extiende cada vez más y su lenguaje religioso promueve el consumismo hasta en los extremos. La sexualidad, el negocio de la sexualidad, la explotación sexual, la ansiedad sexual cono vivencia sin amor o compromiso fiel. ¡Cuántas víctimas! También la organización. Se ve con claridad en lo político donde los líderes se hacen los sumosacerdotes, dueños de la verdad, los únicos a conducir al pueblo que debe obedecer, ejecutar. La misma iglesia muchas veces no ha escapada de esta idolatría, sacralizándose, exigiendo cualquier sacrificio, apartando a la gente del Dios de la Vida. Los magistrados de la corte de justicia como verdaderos sacerdotes idólatras. Pero hay más. La fascinación por ídolos como Harry Poter y otras creaciones semejantes, mientras el Dios de la vida es dejado atrás. Las nuevas tecnologías de la comunicación nos facilitan ser adictos a Facebook y otras creaturas tecnológicas, nos hacen perder el tiempo en el espacio cibernético y nos olvidamos de las y los que están cerca.
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