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Día a día con Monseñor Romero. Libro II. Monseñor Romero - Hombre de Dios.- 45
310. Sintámonos inundados del Espíritu.
Monseñor se ha dado cuenta que la envidia humana se anida también con facilidad en la iglesia, en las comunidades cristianas. Nos invita a no sentirnos envidiosos al ver como crecen otras comunidades, o como realizar “otros carismas más llamativos”. No digamos nunca: nosotros somos la única comunidad eclesial de base en ese sector. Sepamos valorar cada aporte, cada misión para ser fiel a Jesús, cada camino a andar a la luz del Espíritu. Y la mejor prueba de estar en esa luz es nuestra capacidad de valorar también otras experiencias de Iglesia. El mismo Jesús, nos dice Monseñor Romero, nos ha dicho “Si profetizan en mi nombre, no pueden estar contra nosotros”.
Recordando una frase de Moisés, Monseñor Romero espera que todo el pueblo creyente se deje inundar por el Espíritu de Dios y actúa según las obras del Reino.
311. Dios es la fuente de la bondad.
Siendo imagen de Dios, hijos de Dios, somos capaces de ser reflejo y expresión de la bondad de Dios. Monseñor Romero nos dice que toda bondad humana viene de la fuente de la bondad: Dios mismo. Nuestra bondad es muchas veces a medias o mezquina, o con doble objetivo,….. Creer que somos hijos de Dios, creados a imagen de Dios, significa asumir esa misión de ser cada vez más y mejor expresión de la inmensa bondad de Dios que es el todobondadoso (muy diferente del llamado todopoderoso).
Pero también tenemos la capacidad de no asumir esa misión, de envenenar esa fuente de la bondad, de apartarnos de ahí y dejarnos contaminar por la maldad… y hacernos malos. Hasta los seres humanos pueden llegar a ser tan malos que convierten su maldad en estructuras (económicas, sociales, políticas, jurídicas, y hasta religiosas) de maldad, estructuras de pecado, que destruyen la vida de los humanos y de la naturaleza. Ejemplos de todo esto abundan!!!! Lastimosamente.
Sin embargo como creyentes cristianos no nos desesperamos y estamos convencidos que las pequeñas bondades (expresiones de servicio, fraternidad, solidaridad, entrega, lucha por la liberación,…) serán semillas de vida nueva. Por eso no dejaremos de convertirnos para ser de verdad tan bueno…. como Dios. Una tarea para toda la vida.
312. Seamos antorchas que iluminan a nuestro alrededor.
Monseñor hace una llamada a las familias salvadoreñas. Empieza con una advertencia: no sean obstáculo para los cambios que necesita la sociedad salvadoreña – no vivan solo para ustedes mismos – no se aíslen del conjunto de la sociedad. Es una clara llamada, en primer lugar, a las familias con ciertos niveles de comodidades y tranquilidad.
Luego se atreve a plantearnos un gran reto: “tienen que ser antorcha que ilumina a su alrededor”. Es la llamada evangélica antigua de ser luz para el mundo. Jesús destinó a sus discípulos a ser luz para el entorno, luz para el mundo. Lastimosamente a lo largo de los 2000 años de cristianismo ha habido sobre todo oscuridad a pesar de los momentos de luz. El mundo occidental cristianizado (Europa y el continente americano) no son ejemplo de sociedades iluminadas por el horizonte del Reino de Dios. Las iglesias no hemos sido (¿lo somos ahora?) luz para nuestros pueblos. Muchas veces las autoridades eclesiásticas han sido los aliados necesarios para que pocos poderosos y ricios pudieran explotar y dominar las grandes mayorías. Menos mal que también ha habido grandes excepciones que realmente han sido grandes antorchas, fuente de luz de conciencia y motivación para las y los pobres.
El llamado de Monseñor a las familias sigue muy vigente: no vivamos para nosotros, ni para nuestra propia felicidad, sino seamos capaces de “entregarnos al bienestar de todos”, de “trabajar por la felicidad común”. Las y los cristianos tendríamos que ser el ejemplo.
313. Dios y el hombre hacen historia
Nos dice Monseñor Romero: “Dios salva a la humanidad en la historia de su propio pueblo. La historia de salvación es la historia de El Salvador, cuando los salvadoreños busquemos en nuestra historia la presencia de Dios Salvador.” Estamos a mitad de noviembre de 1979, a cuatro meses de su asesinato (24 de marzo 1980).
Uno de los daños más graves a la fe cristiana es la herencia de la filosofía griega que ha echado raíces tan profundas: nos ha hecho concebir la vida en un tremendo dualismo aplicado a todos los niveles de la vida. Aquí Monseñor Romero hace una total corrección: la salvación de Dios no es una cuestión ni de almas, ni del más allá, ni de espíritus,… sino de la vida concreta. La salvación divina se da en la realidad histórica de cada pueblo. Nosotros podemos bloquear esa salvación y construir verdaderos “infiernos” en esta tierra. Es la triste realidad también desde la llegada violentísima de los españoles y portugueses – la espada y la cruz -, hasta nuestros días. Recordemos en El Salvador la brutalidad de la guerra, masacres, .. el mismo sistema económico neoliberal es un sistema diabólico que enriquece a unos pocos gracias a la exclusión y la miseria de las mayoría.
Monseñor Romero nos dice esta salvación divina solo llegará a nuestro pueblo cuando nosotros/as busquemos en nuestra historia la presencia de Dios Salvador. Descubrir la presencia de Dios. Acabamos de celebrar la memoria de la humanización de Dios. Dios siempre se hace presente como lo hizo en Belén: entre las y los pobres, excluidos, fuera del mundo de los grandes y poderosos,… Descubrir la presencia de Dios hoy nos exige abrirnos a familias más pobres que las nuestras… En ese encuentro concreto Dios y nosotros/as haremos historia de vida.
314. Hacer comunidad en profundidad de fe y espíritu misionero.
Monseñor nos recuerda que ser cristiano no es un asunto de una vida aislada, una relación entre Dios y yo. Ser cristiano/a nos exige “preocuparse por hacer comunidad”. Formar comunidades eclesiales de base es fundamental para que podamos vivir la verdad del evangelio y concretar el camino del Evangelio de Jesús. Pero además de formar la comunidad fraterna (lo que ya es una tarea concreta y constante), cada cristiano/a debe hacer el esfuerzo para que esa comunidad vaya creciendo permanentemente “en profundidad de fe”. Ahondar en la fe, ir conociendo mejor la Biblia como la Palabra de Dios para nosotros/as hoy, estudiar juntos, formarnos, relacionar la vida (la práctica) con el evangelio. Y la tercera exigencia es que esa comunidad eclesial de base, que se esfuerza por crecer y profundizar en la fe (que es una práctica, no tanto una teoría o una creencia o una tradición religiosa), también debe asumir la responsabilidad de la “extensión misionera”, la evangelización.
No basta pensar que ya todos somos bautizados y estuvo. Monseñor dice con claridad: “hay que estar inconforme mientras vea a tantos bautizados que no han percibido la riqueza de su bautismo”, es decir, tantos bautizados que no asumen su misión profética, sacerdotal (el servicio) y real (los valores del Reino), que ni conocen el evangelio, que viven de tradiciones religiosas, pero sin el encuentro personal con Cristo. Evangelizar, ir en búsqueda de hermanos/as que viven en soledad, que han sido frustrados, que se han enfermado, que están en búsqueda del sentido de la vida, …
Los ángeles dijeron a los pastores: no tengan miedo… No tengamos miedo y lancémonos en comunidad a la evangelización en nuestro entorno.
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