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Día a día con Monseñor Romero. Libro II. Monseñor Romero - Hombre de Dios.- 51
350. Hagan penitencia, conviértanse.
Monseñor estaba consciente que cualquier día podría ser asesinado. Ya no quiso que su chofer le manejara el vehículo. A unos 14 días de su asesinato nos habla de la conversión radical para que la muerte (violenta) no nos agarre en una situación alejada del Reino de Dios, el camino de la muerte. Sabemos que Monseñor daba el ejemplo, visitando con frecuencia su confesar, su confidente. Necesitaba convertirse cada día más para “no haya nada que temer”. “El que me sigue no muere, sino que tendrá vida eterna”.
Hoy también nos urge estar claro de la necesidad de conversión, desde el arzobispo hasta el último cristiano/a de a pie. No debemos andar por los caminos de la injustica, de la explotación, de la exclusión, del crimen,… “hay que vivir en el amor de Dios”: ser signo e instrumento del Reino de Dios. Todo nuestro actuar, todas nuestras palabras deben ser signos e instrumentos del Reino. Además la falla más grande es el pecado de omisión: no hacer el bien que podemos hacer, en educación, en salud, en la organización de la colonia, en la preparación profesional, en el quehacer de la iglesia,…. Nos urge la conversión.
351. El Dios de los cielos es el Dios de la tierra.
Una de las grandes dificultades es la herencia de la pastoral de miedo donde las Iglesias predicaban a un Dios lejano. “En Dios abstracto, un Dios que está en los cielos”, dice Monseñor. Revisemos el inicio de la gran mayoría de las oraciones en los libros oficiales de culto de las Iglesias: Dios todopoderoso, Dios sempiterno, Señor del ejército, Dios omnipotente,….. Dios celestial, Señor soberano, Dios eterno, … Muchos nombres que provienen del Antiguo Testamento. Es triste que se siga invitando a la oración a ese Dios lejano.
Monseñor Romero nos dijo: ese Dios del cielo es el Dios de la tierra, es el Dios de la historia, “el Dios de todo el quehacer de mi patria”. No encontraremos al Dios de Jesús ahí arriba de las nubes, sino en el corazón, en la conciencia de cada uno/a, en el grito de las y los pobres, en el camino de Jesús de Nazaret entendido a la luz del Espíritu.
Dios es Madre y Padre, Dios misericordioso, Dios es amor, Dios es paciencia, Dios es fuente de vida (especialmente para las y los pobres), Dios está presente en la historia ahí donde se combate la injusticia (estructural), a los ídolos y donde se construye fraternidad, justicia, libertad, verdad, igualdad,…
352. Seamos una familia hijos de Dios.
A 8 días de su asesinato nos convoca a ser de verdad una familia, pero una familia de hijos/as de Dios. No una familia deformada por el machismo, infectada por el acoso y el abuso (sexual). No una familia desintegrada, en pleito por el dinero de las herencias, …. “Hagan un pueblo de bautizados, una familia de hijos/as de Dios”: con la triple misión: servir (especialmente al más pobre, débil,..), denunciar todos los abusos y anunciar la esperanza, luchar por instaurar y vivir los valores del Reino de Dios. Monseñor espera que nadie se fije en sus pobres palabras, sino en lo que expresan: “el amor infinito de Dios” y nos llama a la conversión!!!!
“Ámense”: ¿Puede hacer una llamada más clara? Que el rico empiece a amar a los pobres, no con regalitos, sino “quitándose los anillos”, es decir compartiendo sus riquezas acumuladas. Que los de poder empiecen a soltar el poder para que las y los pobres puedan empoderarse de lo político, de lo social, de lo económico. Que haya amor de verdad entre las parejas (sin celos, sin dominación, sin violencia,..), que haya amor en las familias, sirviendo unos a otros…… En la iglesia no basta llamarse “hermano/a” o regalar bendiciones al hermano/a, se trata de amar de verdad.
353. Dios en Cristo vive cerquita de nosotros.
Monseñor Romero, a 8 días de su asesinato, está recordándonos lo principal, lo fundamental de la fe cristiana. ¿Dónde encontraremos a Cristo? En aquellos/as que tienen hambre o sed, en las y los enfermos/as, en las y los encarcelados. Ir al encuentro con todos aquellos/as, nos encontraremos con Cristo. Por eso es una verdadera bofetada y da vergüenza ver como políticos/as aprovechan de la necesidad (hambre, sed, enfermedad,..) del pueblo para comprar votos. Es lo contrario de lo que dice Monseñor, de lo que dice el mismo Jesús. La solidaridad concreta y viva es el camino del encuentro con Jesús, es decir con “Dios en Cristo”.
Las medidas de seguridad y el sistema de penitenciarias en el país impiden que uno pueda visitar a presos. Es lástima, porque también ellos/as tienen “nombre”, son “alguien” donde podemos ver más allá de su delito. Nos gusta o no, el mismo Jesús nos refirió a los encarcelados para poder encontrarnos con el mismo Jesús. No nos dice hace la excepción para los encarcelados sin causa o injustamente, nos dice “yo estaba en la cárcel y (no) fuiste a verme”.
354. Abran los ojos, conviértanse.
Monseñor Romero recibía muchísimos anónimos con ofensas y calumnias. Los mismos periódicos de la derecha se prestaban (con alegría) en publicar esas voces que acusaban al arzobispo. Para él han sido oportunidades para orar, pidiendo al Señor que les abrieran los ojos, que se convirtieran, que vivieran la alegría de la reconciliación con el Señor.
En realidad no sé en qué medida esos anónimos y amenazas, esas calumnias públicas afectaban a Monseñor Romero. Aquí nos dice que no guardaba ningún rencor, ningún resentimiento, que ni los miraba como ofensas. En su homilía, a 8 días antes de su asesinato, comparte con nosotros que los lleva en su oración, pidiendo por su conversión.
Años después recuerdo que Monseñor Urrioste decía: quienes difaman a Monseñor Romero lo hacen porque no lo conocen, porque no han leído su mensaje, se dejan guiar por lo que otros dicen. Monseñor Romero sabía que esos personajes vivían con odio en su propio corazón, con rabia en la profundidad de su ser. “Me da lástima de esos pobres cieguitos”. Hasta con una palabra de cariño los trata.
Hoy, a los 26 años de los Acuerdos de Paz los jefes militares de aquel tiempo, hoy en sus funciones políticas o jubilados siempre transmiten ese odio hacia el pueblo, justificando las masacres de niños/as y mujeres y ancianos. En sus caras sigue apareciendo la maldad de sus hechos. Monseñor Romero seguiría llamándolos a la conversión, a abandonar esa perdición.
355. Cristo es la piedra angular.
Sobre todo en un continente que se llama cristiano Monseñor Romero recuerda que “no puede haber reconciliación en el país si no en Cristo Jesús”. Una frase que pronunció el día 16 de enero de 1980, exactamente 12 años antes de los Acuerdos de Paz en El Salvador. Jesús es “la piedra angular de la cual deriva la fuerza para todo el edificio”.
No creo que los negociadores del fin de la guerra hayan pensado, aunque sea algo, en el Evangelio de Jesús. Eran fuerzas político – militares enfrentadas. Eran intereses políticos, económicos totalmente opuestos. Quizás con Monseñor Romero podemos decir que una de las grandes debilidades de los Acuerdos de paz ha sido que se construyó todo el edificio sin esa piedra angular que es Jesús, el Evangelio, la fuerza viva de Dios en medio de la historia.
Hasta en las mismas iglesias no pocas veces los ritos, las tradiciones, los libros, los dogmas, las autoridades jerárquicas han eliminado (de hecho) esa piedra angular. No es así nomás que en Europa las iglesias están vaciándose y que en América Latina se observa un crecimiento tanto de un ateísmo práctico y vivencias religiosas individualistas de salvación que apartan a sus fieles de la historia real. Monseñor Romero nos lo repita con tanta claridad: Solo Jesús, el verdadero Cristo del Evangelio, es la piedra angular, sin esa piedra el edificio (por muy bonito que parezca) caerá tarde o temprano.
356. La vida humana es vida de los hijos de Dios.
“Nada me importa tanto como la vida humana”...”porque esa sangre no hace sino negar el amor, despertar nuevos odios”. En aquel tiempo eran sobre todo fuerzas represivas del aparato estatal contra el pueblo que poco a poco se iba levantando también en armas. Para Monseñor cada miembro de las organizaciones populares, cada catequista, cada sindicalista, cada sacerdote,… pero también cada policía, cada guardia, cada soldado asesinado era para él gravísimo, porque lo que valía era la vida humana, la vida de cada ser humano. Cada asesinato (desde el estado, o desde la protesta popular) iba a despertar más odios y provocar más sangre.
Hoy conocemos testimonios de soldados (hijos del pueblo, jóvenes campesinos obligados a ir a la guerra) como han sido manipulados hasta ser máquinas de muerte, obedeciendo órdenes sin sentir ya nada humano.
Me pregunto. ¿Qué diría Monseñor Romero hoy en un país con tanta sangre derramada de parte de las pandillas, entre las pandillas, de parte de policías hacia las pandillas y de estas hacia policías, soldados y sus familiares? ¿Cómo sonaría hoy su voz diciendo “nada me importan tanto como la vida humana y cada asesinato solo despertará nuevos oídos, más venganzas”? Realmente no basta llamarlos terroristas, no basta maltratarlos en sus trajes blancos o encerrados en las celdas sin luz. Seguramente Monseñor Romero estaría buscando medios concretos de reconciliación. Nuestras Iglesias quedan muy lejos de todo esto ahora.
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