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Congreso continental de Teología Latinoamericana
Dios nos ha visitado en estos días
“Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que
contemplamos y tocamos con nuestra manos... eso les anunciamos y
damos testimonio” 1a Jn. 1, 12
Al finalizar este “Nuevo Congreso y este Congreso Nuevo”, la primera palabra a
compartir es GRATITUD, hemos vivido un Kairós, un acontecer del Espíritu, y
también estamos compartiendo una experiencia eclesial como Pueblo de Dios en
marcha.
Ciertamente Dios nos ha visitado en estos días y somos testigos. Testigos,
herederos, y co-responsables de llevar la buena noticia de una Teología de la
Liberación viva, pujante, desafiada por retos y sujetos; movida por el viento de la
esperanza.
Llegamos aquí hace cuatro días hermanas y hermanos de todo el continente
latinoamericano y caribeño, pero también del norte, de Asia, de varios países de
Europa, este encuentro multicultural, el trabajar y celebrar juntos, anticipa la
fiesta, el banquete escatológico...
Hemos sido convocados, no autoconvocados, sino vocacionados por el Dios Trinitario
y no solitario, que reúne discípulos y discípulas para compartir su Vida y reenviarnos
a expulsar viejos y actuales demonios, a curar heridas, a bajar de la cruz al pueblo
y a la tierra crucificados... Lo que hemos visto y oído es lo que saldremos a
anunciar: la fecundidad de tantas prácticas y procesos, y de nuestro reflexionar
teológico.
Hemos sido convocados, por pura gratuidad, no por nuestros méritos; pero si hemos
aceptado es porque compartimos una sensibilidad, un “pathos”, una razón cordial
que nos reúne en torno al Principio Misericordia y desde la cual el Espíritu nos
recuerda lo irrenunciable: el Reino, Jesús y los pobres.
Dios acontece entre nosotros, tejiendo los hilos de nuestra rica historia con los
nudos de las urgencias. Las actuales hermenéuticas ayudan a descubrir y responder
de modo más eficaz a las viejas y nuevas realidades desehumanizantes, que siguen
siendo el humus palpitante de la Teología de la Liberación.
Constatamos que los paradigmas viejos resultan insuficientes para abordar una
realidad cada vez más compleja y surgen nuevos paradigmas. Y sin embargo
persisten las viejas necesidades, con rostros nuevos y más duros: la pobreza es más
pobreza, la opresión es más excluyente, la violencia más cruel, la migración más
sufriente. Por eso sigue urgente y necesaria la Teología de la Liberación.
Hemos reflexionado y actualizado la herencia del Concilio Vaticano II y de los 40 años de la Teología de la Liberación, su recepción original y creativa que sigue
aconteciendo en el diálogo de textos y contextos, teoría y praxis, experiencias
espirituales y compromisos, saberes académicos y sabidurías ancestrales y
populares, varones y de mujeres de diferentes generaciones.
Creemos que este Congreso es buena noticia para nuestras Iglesias. Nos hemos
reunidos:
Laicas y laicos, de diferentes lugares, generaciones y profesiones, conscientes
de su lugar en el mundo y en la Iglesia, dispuestos a seguir apostando a la vida y
también construyendo teología colectivamente desde sus prácticas.
Religiosas y religiosos, que muestran su voluntad de seguir insertos en las
realidades más vulnerables y apoyándose mutuamente. En este sentido valoramos la
presencia de la CLAR.
Diáconos, Sacerdotes y Obispos, cuya significativa presencia es un signo de
compromiso y osadía...
También laicos y obispos de otras Iglesias cristianas participaron a la par en
este Congreso, lo cual es memoria viva de Concilio y augurio de una mayor apertura
ecuménica.
Hemos vivido estos días en un clima festivo y de esperanza alimentada en el
compartir fraterno y sororal.
El camino recorrido durante el Congreso ha sido intenso, dinámico y rico. Hemos
disfrutado tanto de conferencias de teólogos de comprometida trayectoria, actores
privilegiados de estas décadas y testigos del viento del Espíritu, como de teólogos y
teólogas de generaciones más recientes.
Pero el Congreso ha sido también un Congreso Nuevo, donde se ha promovido la
construcción colectiva, el intercambio generacional y de saberes. Los talleres u
oficinas han sido muchos y se ha trabajado en ellos intensamente, con la conciencia
de estar ejercitando un modo diferente y colectivo de hacer teología. En muchos de
ellos se ha seguido el método ver-juzgar-actuar, se han compartido las ricas
experiencias y los mútiples desafíos, han buscado juntos las luces, y han renovado
compromisos o reorientado las prácticas. La modalidad de taller ha permitido
profundizar en muchos temas, cuestionándose profundamente, pero sobre todo
hacer la experiencia a lo largo de tres días siendo sujetos constructores de teología.
Otra modalidad han sido los paneles, donde en dos horas se presentaron temas
relevantes. Además se presentaron muchísimos trabajos científicos que han hecho
visible cuánto hacemos y producimos. Otros pudieron disfrutar de películas y
comentarlas. También las regiones tuvieron ocasión de reunirse, reconocerse,
intercambiar experiencias y buscar constituirse en una red más viva. Algunas de
ellas con mirada prospectiva llegaron a propuestas muy concretas. Vale decir, el
Congreso tuvo una gama de fuentes y propuestas diferentes que mucho valoramos.
No han sido sólo conceptos los compartidos: cada expositor se ha expuesto a sí
mismo o a sí misma, con su biografía, tejida por tantos otros y otras que los
habitan. Cada uno ha nombrado otras personas que han sido maestros, hermanos,
compañeros de caminada en estas décadas.
Si reunir 700 participantes en este Congreso es ya en sí mismo un acontecimiento,
aquí hemos sido mucho más que 700, pues cada cual ha traído su propio pueblo, su
gente, sus movimientos, y también sus muertos. Por eso los mártires y los que nos
han precedido han sido homenajeados de modo especial en este Congreso, ellos
están “presentes” en nuestra vitalidad, y son modelo de fidelidad y entrega.
Veneramos nuestros mártires, hacemos romería en torno a ellos, pero no aspiramos
al martirio, pues sería querer que siga habiendo verdugos; no obstante, animados
por ellos aceptamos el costo de la profecía del Reino de Dios y su justicia.
El Congreso nos ha animado a hacer teologías con hermenéuticas argumentativa y
narrativa, profética y lúdica. Sobre todo nos han recordado la importancia del rigor y del vigor, de la pasión y del compromiso con la verdad.
La Teología de la Liberación no es autoreferenciada, por eso nos cuestionamos por
su método, su sentido, su para qué, su lugar en la vida de la Iglesia y en la vida del
pueblo del que somos parte, servimos y acompañamos. Reafirmamos su carácter
contextual, histórico, donde el ver-juzgar-actuar se profundiza y enriquece a la luz
de una razón con corazón.
Una Teología dinámica, siempre abierta a nuevas temáticas y sujetos, que acoge los
nuevos desafíos históricos y dice su palabra como acto segundo, precedida del acto
primero de la praxis y del silencioso trabajo en proyectos alternativos,
antistémicos, generadores de vida abundante.
La Teología de la Liberación acogió la intuición del Concilio y convirtió en criterio la
atención a los signos de los tiempos, entendiendo estos como acontecer y “tironeo”
del Espíritu que siempre suscita vida y señala dónde está emergiendo.
Así los movimientos sociales del continente, las nuevas democracias más cercanas y
sensibles al pueblo empobrecido, las alternativas que surgen aquí y allá como
lucecitas en la noche, la porfiada esperanza, la apuesta a la vida aún en
condiciones tan duras, son signos de la presencia del Espíritu, que la Teología se
encarga de decodificar, sistematizar, animar.
Una teología que fue develando la “invisibilidad” de los marginados, excluidos,
desechables y así descubriendo los nuevos rostros, rastros y cuerpos de muchos
hermanos y hermanas que claman justicia como fundamento de nuevas relaciones
humanas, sociales y políticas. Priorizando a los “últimos” como los predilectos,
como criterio hermenéutico, y como sujetos de su liberación.
Una teología atenta a los nuevos escenarios y nuevos sujetos emergentes que desde
su experiencia vital y animados por el Espíritu, en solidaridad con los hermanos,
procuran decir su propia palabra. Sujetos, por tanto, que no son meros objetos o
temas de la T L sino que se constituyen en sujetos de un quehacer creativo y
contextual de teologías diversas; pero siempre desde el prisma hermenéutico
fundante: Dios como absoluto, la experiencia de los pobres sufrientes como co-
absoluto.
Valoramos la riqueza de las Teologías de la Liberación: teología negra, india, de
género, de pluralismo religioso, ecoteología, teología cultural, teologías en diálogo
con la política, la economía, la ciencia, el arte... que sin anular conflictos,
tensiones y originalides, expresan la dinámica relacional trinintaria.
Reafirmamos una teología no aséptica, no neutral: reconoce la ultimidad de la
justicia y denuncia proféticamente las causas, y al “hacerse cargo, cargar,
encargarse y dejarse cargar por la realidad” compromete toda nuestra subjetividad,
toda nuestra humanidad. Una teología abierta a la alteridad que cultiva la escucha,
el diálogo, para tejer redes de saberes y de prácticas liberadoras.
En un planeta amenazado, donde o cambiamos de actitudes y valores, o perecemos;
en un mundo donde el capital y el lucro priman sobre la vida y sobre la humanidad;
en un contexto cada vez más complejo, y donde las amenazas son siempre mayores;
nosotros reafirmamos la fe en el Dios Madre y Padre de la Vida, en Jesús Hermano y
Maestro de Humanidad, en el Espíritu que regala sus dones y sus frutos por doquier
y siempre está haciendo todo nuevo. Espíritu de verdad que nos permite también
reconocer las ausencias, las debilidades, los límites de nuestro caminar.
La Teología de la Liberación es una teología de la esperanza no ingenua, una
esperanza lúcida que anima el caminar del pueblo.
La teología latinoamericana aún en su fragilidad ha sido un gran semillero, donde
han germinado frutos abundantes y sabrosos, otras semillas han sido llevadas lejos y
tenemos noticia de sus brotes allende los mares. Otras muchas aún están por
germinar, y nuestra labor será seguir cuidando la tierra y regándolas con amoroso
cuidado.
También hemos reafirmado que hay una íntima y necesaria relación entre Teología
de la Liberación y Comunidades Eclesiales de Base. La Iglesia en este continente
animó a vivir la fe, la esperanza y el amor la fe en pequeñas comunidades y en una
comunión de ellas.
Tarea de la Teología de la Liberación es también hacer avanzar y profundizar una
eclesiología de las Cebs. Iglesia samaritana, hogar y santuario, y testigo del amor
hasta el martirio. En ella las y los pobres, sufrientes y socialmente insignificantes
no son temas sobre los que se reflexiona, son sujetos que poseen una capacidad de
pensar utilizando sus propias categorías, mitos y símbolos. Y desde la fuerza del
Espíritu y la comunidad avanzan juntos en procura de sus derechos a la vida y a la
dignidad.
En este Congreso hemos reafirmado no sólo la esperanza en que otro mundo y otra
Iglesia es posible, sino que por obra del Espíritu ya están acontciendo entre
nosotros y reclaman nuestro compromiso.
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