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SAN ROMERO de las Américas y el drama en la Frontera de Estados Unidos y México
San Romero de las Américas y el Drama en la Frontera de Estados Unidos y México
Nada hay tan importante para la Iglesia como la vida humana, como la persona humana; sobre todo, la persona de lo pobres y oprimidos que, además de ser seres humanos, son también seres divinos, por cuanto en ellos dijo Jesús que todo lo que con ellos se hace, él lo recibe como hecho a él. Y esa sangre, la sangre, la muerte están más allá de toda política, tocan el corazón mismo de Dios. – Monseñor Oscar Romero, 16 de marzo, 1980
¿Qué tiene que ver la canonización de Oscar Romero como santo con nosotros hoy? Frecuentemente, Romero es considerado como pastor y mártir, pero también fue un profeta quien habló con valentía en defensa de los pobres, desafiando a su propio gobierno y los militares a cesar con los ataques contra su pueblo cuando se organizó a demandar justicia: “Sabemos que todo esfuerzo por mejorar la sociedad, especialmente cuando la injusticia y el pecado están tan arraigados, es un esfuerzo que Dios bendice, que Dios quiere, que Dios nos exige.” Romero pronunció estas palabras justo antes de ser asesinado en el altar el 24 de marzo, 1980.
Cada domingo, en su homilía, Romero proclamó el Evangelio con valentía, denunciando la injusticia social y los ataques de los militares contra los pobres y anunciando el Evangelio como demanda a darles de comer al hambriento, sanar a los enfermos, visitar a los presos, acoger al refugiado, pero sobretodo, a crear una nueva sociedad donde no hay hambrientos, enfermos, presos ni refugiados sino justicia social y una paz basada en la verdad y la justicia.
Como nos recuerda con frecuencia el p. Jon Sobrino, un campesino cuando a él le preguntó, ¿que recuerdo tenía él de Monseñor Romero?, dijo: “Él dijo la verdad y defendió al pobre, por eso lo mataron.” Porque él bien sabía lo que Romero había dicho: La iglesia cree que en cada persona está la imagen del creador y que todos los que lo pisotean ofenden a Dios.”
¿Y qué hay de nosotros? ¿Qué pasa con nuestro país? ¿Con nuestra Iglesia? ¿Qué nos pide Dios en este momento de nuestra historia?
Hace tres meses, estuve en la frontera cuando el Centro Misionero Columbano organizó una cena por un grupo de cuarenta familias inmigrantes quienes habían sido separados de sus niños y detenidos en diferentes centros de detención por seis semanas. Fue una experiencia que rompió el corazón, y motivo de indignación, a ver el trauma impuesto a estas familias y sus hijos, algunos menores de tres años de edad. Fue moralmente reprensible por el gobierno detenerlos y separar los papas de sus hijos.
Ninguna familia deber ser separada en esta manera. Fue reprensible cuando los africanos fueron separados de sus familias en la época de la esclavitud; fue reprensible cuando los nativos americanos fueron separados de sus hijos quienes fueron internados en escuelas especiales para destruir su cultura; fue reprensible cuando los japoneses americanos fueron separados e internados en campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial; y es reprensible hoy.
Es totalmente opuesta a la enseñanza del Evangelio en donde estamos invitados y mandados a ver en cada migrante y refugiado Cristo mismo: “Porque fui forastero y ustedes me recibieron en su casa” (Mt 25:35).
Un Evangelio que No Inquieta … ¿Que Evangelio es ese?
¿Qué haremos, hermanos? Eso quiere la Iglesia: inquietar las conciencias, provocar crisis en la hora que vive. ¿Una Iglesia que no provoca crisis, un Evangelio que no inquieta, una palabra de Dios que no levanta roncha, una palabra de Dios que no toca el pecado concreto de la sociedad en que está anunciándose, ¿qué Evangelio es ese? … [El Evangelio que debemos proclamar] es el Evangelio valiente, es la buena nueva del que vino a quitar los pecados del mundo. – Monseñor Oscar Romero, 16 de abril, 1978
Hoy, el drama en la frontera está cada vez más intensa. Una caravana de miles de refugiados de Centroamérica – con rostros de hombres y mujeres, madres y niños de brazo – está haciendo su camino a través de México buscando asilo en los Estados Unidos; al mismo tiempo, más de 2,000 Guardia Nacional y 5,200 soldados del ejército norteamericano están haciendo su camino a la misma frontera para cerrarla y garantizar que no la cruzan. Ha llegado a estas alturas la deshumanización y xenofobia de nuestro gobierno. Lo que nunca imaginábamos, está realizándose, pero no sin protesta.
El verano pasado, el Obispo Mark Seitz de El Paso hizo una carta pastoral muy inspiradora sobre migración que fue titulado: “La Pena y la Aflicción Terminarán.” En esta carta, él habló claramente sobre los valores del Evangelio de hospitalidad, de la dignidad y los derechos de los migrantes y refugiados, y de las acciones que son totalmente opuestas a los valores del Evangelio y del Reino:
“Como ciudad fronteriza, tenemos una vocación única de demostrar la virtud cristiana de la hospitalidad…. Nadie puede negar los terribles impactos humanos de un sistema que divide a las familias, que permite a algunos detener a los seres humanos con fines de lucro, y que pone en riesgo el compromiso histórico de nuestra nación con el refugiado y solicitante de asilo…. Recientemente hemos presenciado la demonización de los migrantes, y escuchado palabras de odio hacia nuestros vecinos de México y un lenguaje destructivo sobre nuestra frontera…. Nuestros líderes electos aún no han reunido el valor moral para promulgar una reforma migratoria permanente y comprensiva…. La ley debe estar al servicio de los seres humanos y debería asegurar la santidad de toda vida…. Construir muros, desplegar una fuerza de deportación masiva y militarizar nuestra frontera no son soluciones a largo plazo para los desafíos de la migración.”
Hay mucho que podemos hacer para ayudar a construir “el Reino de Dios justo” y a oponernos al anti-Reino, comenzando con tratar a los migrantes y refugiados con dignidad, dándoles la bienvenida en este tiempo difícil en sus vidas, y trabajando para transformar nuestro sistema migratoria para que sea más justo, y haciendo todo lo posible para protestar y resistir sin violencia esta injusticia.
Los santos y los mártires son un recordatorio y una invitación a seguir los pasos de sus vidas ejemplares, y a rezar para que ellos nos den fuerza y valor a enfrentar a esta realidad. Si hay un mensaje de San Romero de las Américas con que concluyamos esta reflexión, es esto: “El Cristiano, la comunidad cristiana, no deben desesperarse. ¡Somos una comunidad de esperanza!”
Scott Wright
4 de noviembre, 2018
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