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Día a día con Monseñor Romero. Libro II. Monseñor Romero - Hombre de Dios.- 2

Autor | Autores: 
Luis Van de Velde - Movimiento Ecuménico de CEBs en Mejicanos. Iniciativa ecuménica "Sentir con el Pueblo"

Compartiendo reflexiones personales desde nuestra realidad a la luz de la Palabra de Monseñor Romero así como la encontramos en el libro "dia a dia con Monseñor Romero" Libro II - Monseñor Romero - Hombre de Dios. 

5.      Predicamos el amor.

No predicamos el deseo de morir lo más pronto posible para entrar ya en los cielos.  “No se necesita esperar a morirse para poseer el cielo”, nos dice Monseñor Romero.  Predicamos el amor para destruir actitudes, acciones y estructuras que responden a “aquella triste realidad: el hombre un lobo para otro hombre”.

cuando se apaga el amor de Cristo en los corazones”… Frases como ésta corren el riesgo de ser manipuladas por pastores que reducen la dimensión religiosa de la vida a culto, emociones, gritos, vigilias, oraciones de desahogo, etc.   El amor de Cristo en el corazón solo es auténtico si se vive en la conversión constante, en la entrega permanente, en el servicio hacia las y los demás, en la construcción de un pueblo nuevo.  Amor de Cristo en el corazón solo es “de verdad” si es fuente de fraternidad, solidaridad, lucha por la justicia y la vida.  Predicar el amor en esta tierra no es una cuestión de sermones, homilías, sino de manera de vivir, de priorizar las opciones en función de la vida (en primer lugar de aquellos más pobres, más excluidos,.. que nosotros). 

Un amigo me está escribiendo:  ¿porque con tanta sangre martirial nos cuesta tomar las fuerzas necesarias y enrumbar los caminos?  Creo que se trata en el fondo de la falta de “amor de Cristo en el corazón”.  Las y los mártires de nuestro pueblo y de las iglesias arriesgaron todo y dieron todo: su amor era grande.  Ellos predicaron (con hechos) el amor. 

7. El año litúrgico.

Monseñor hace un pequeño resumen del dinamismo liberador en los pasos del año litúrgico.   Por supuesto se corre el riesgo de un ritualismo constante: cada año de nuevo (cada tres años de nuevo los mismos ciclos) se menciona los mismos hechos “salvíficos” propios del cristianismo (en sus diferentes formas y modalidades). Navidad – la pascua (muerte y resurrección – la esperanza de la Iglesia hacia la fiesta de Pentecostés.  

Cada año litúrgico (iniciando con el Adviento – 4 domingos antes de Navidad) celebramos que Dios se encarnó, se hizo “humano”, ayer, pero también hoy.   Para humanizarse Dios se hizo pobre, marginado, excluido, perseguido, refugiado, migrante,….  Ahí encontraremos también hoy a ese Dios de Jesús.  Cada año litúrgico celebramos semana santa con esos grandes misterios de Jesús en su camino hacia la condenación (por la religión y por el poder), hacia la cruz (la muerte más cruel impuesta a los esclavos y pueblos rebeldes), y celebrando la esperanza que nace de la tragedia, la resurrección que nace desde la muerte.  En el camino del calvario de nuestro pueblo nos  toca bajar a los crucificados de la cruz viviendo nuestra fe en la resurrección.  Solo tocando las heridas en el cuerpo actual de Jesús, podremos ver de verdad al resucitado que – al encontrarlo – nos renueva la vida.   Cada año litúrgico – 50 días después de la fiesta de la Pascua – las iglesias celebramos la otra dimensión del gran misterio de la resurrección: la presencia del Espíritu, Guía, Aliento, Consolador, “Padre de los pobres”, fuego y viento, para abrir el camino del Reino en cada etapa de la historia humana. 

Lastimosamente en no pocas iglesias esas grandes dinámicas de la presencia de Dios en la historia humana (ya iniciada con liberación de Egipto explotador esclavista) solamente son vividas en su dimensión religiosa, sin anclarlas en la realidad histórica de hoy.   Para quienes el pueblo nos ayuda a abrir los ojos y los oídos, descubrimos que la encarnación /humanización de Dios, la vida de Jesús (haciendo presente el Reino, rompiendo las reglas del sistema dominante, tanto en sus aspectos religiosos como económicos y políticos), su camino hacia el calvario, su asesinato, su resurrección (en primer lugar dado a conocer a mujeres del pueblo!!!) y así la presencia del Santo Soplo de Dios, son realidades de hoy, en esta historia.  Solamente con los ojos de fe se puede ver esas  realidades. Solamente desde y con las y los pobres, se puede cultivar esta fe.

 

8.      Ser católico.

En tiempos de persecución en contra de la Iglesia católica (con el asesinato de sacerdotes, catequistas, destrucción de la radio, difamaciones en la prensa,..) Monseñor Romero dice que “es hermoso ser católico en esta hora”.  Hace referencia a esa dura experiencia de la persecución (ejecutada por personas que dicen ser católicas o por lo menos cristianas en general) y pide a su pueblo reunido en catedral “no nos aflijamos, sintamos la alegría, el espíritu de valentía, nuestra entrega a Dios”.  Luego descalifica lo que llama “el apoyo en las cosas de la tierra” y pide confiar en “la protección de Dios”.  Hace referencia a la mujer en el Apocalipsis que se convierte en la fortaleza de Dios.  “Ya llega la victoria del Señor, En Él está nuestra esperanza”.

Monseñor Romero no expresa aquí una defensa apologética de la Iglesia católica romana, sino habla de la Iglesia perseguida, bofeteada, humillada, por el sistema de los dioses de poder y de riqueza (el aparato estatal y los ricos que siempre lo han manejado). 

Al leer y reflexionar estas palabras de Monseñor Romero, pienso en la experiencia eclesial de una cantidad de comunidades cristianas, comunidades eclesiales de base, que son ignoradas por la mayoría de las autoridades eclesiásticas, que son criticadas, rechazadas, burladas.  Esas comunidades de fe que las autoridades consideran como “herejes”, como fuera de la Iglesia. Comunidades que nunca son escuchadas.  Me pregunto: ¿No sería que Monseñor Romero nos dijera hoy: es hermoso ser miembro activo de comunidades eclesiales de base hoy, y que nos pidiera no afligirnos, sentir la alegría, el espíritu de la valentía y nuestra entrega a Dios?

Por supuesto es responsabilidad del pastor cuidar de su rebaño y estar atento a lo que sucede con cada oveja. Sin embargo es también responsabilidad del rebaño invitar a su pastor a escuchar, a compartir, a acercarse.  Si tanto el pastor como el rebaño confían en “la protección de Dios”, en que “llega la victoria del Señor” y que “ en Él  está nuestra esperanza”, ¿por qué afligirnos?  Es hermosos ser católico en esta hora. 

9.      Crezcan en la fe.

A Monseñor Romero le preocupa que las y los cristianos seamos “verdaderos instrumentos del verdadero progreso, de la verdadera liberación de esta Iglesia”. 

Habla del progreso en el pueblo. En su tiempo todavía existía la confianza que el progreso (Alianza para el progreso y otros) se iba a dar de manera sencilla, era una cuestión de unos años.    A la vez había visto que hay procesos que llevan a desarrollos no verdaderos, a desarrollos consumistas, a desarrollos para unos sectores mientras otros se quedan atrás, a desarrollos que destruyen la naturaleza y la humanidad.   Monseñor espera que las y los cristianos seamos constructores de verdadero desarrollo.

Habla también de la liberación de esta Iglesia, y pide que las y los cristianos se constituyan en instrumentos “de la verdadera liberación de la Iglesia”.  ¿La Iglesia tenía que (tiene que) ser liberada? ¿Liberada de qué? Aún estamos en mayo del año 1977. Acababan de asesinar a otro sacerdote, el Padre Alfonso Navarro.  Es aún al inicio de su servicio como arzobispo.  Sin embargo habla de la necesidad de la “liberación de esta Iglesia” y pide que sus oyentes (“todos ustedes, hermanas y hermanos”) que sean instrumentos de liberación de la Iglesia. Posteriormente Monseñor va ir aclarando de qué se trata.  Liberarnos de la adoración de los ídolos (del poder, de la riqueza, de la organización, del placer). Liberarnos del autoritarismo y el verticalismo en la Iglesia. Liberarnos de una falsa religiosidad que adormece en vez de despertar.

También pide que seamos “verdaderos instrumentos”.  Da la impresión que Monseñor Romero estaba preocupado por la falsedad de algunos pastores o activistas cristianos, por los intereses escondidos, por manipulaciones (sobre todo políticas, nos explicará más adelante).   Para ser “verdaderos instrumentos de desarrollo en el pueblo y de liberación de la Iglesia”, Monseñor nos pide que crezca en nosotros la fe en Cristo, el verdadero amor a Dios y a los seres humanos (hombres y mujeres).  Vivir como vivió Jesús, asumir su misión, cargar con su cruz, dar testimonio de la resurrección de la vida ‘levantando del polvo a las y los pobres’.  Como herramienta nos recomienda estudiar “cuanto mejor” la doctrina social de la Iglesia.  Nos hablará con convicción sobre la importancia de conocer fondo los documentos de Medellín y luego de Puebla (donde el mismo participó).

¡Cuánto nos hace falta hoy alimentarnos, ir a las fuentes de la Iglesia (la biblia, las y los pobres, los grandes profetas y “padres de la Iglesia”, la oración en el silencio del corazón,..)! para poder ser esos instrumentos de verdadera vida para el pueblo y la Iglesia!

 

 

10.  Jesús es Señor.

Para muchos/as de nosotros la expresión “el Señor” para hablar de Jesús, ha perdido su gran significado.  Porque no tiene nada que ver con expresiones como “el Señor Jesús, el Don Jesús”.   El pueblo hebreo, el pueblo de la Biblia utiliza el término “el Señor” para hablar del Dios de Abrahán, el Dios que escucha el grito de su pueblo y que está comprometido en la liberación, el Dios que está presente, también en tiempos de exilio y “abandono”, tiempos de desierto.    Cuando en los evangelios (escritos entre 40 y 60 años después del acontecimiento del asesinato de Jesús y la primera experiencia de la resurrección) ponen en la boca de alguien “el Señor” al dirigirse a Jesús o al hablar de Jesús, realmente está “bajo la inspiración del Espíritu Santo” – dice Monseñor Romero.    Sentir que Jesús es “El Señor”, solo es posible en la profundidad de la oración.  Ese ser humano (tan humano como nosotros/as) es realmente ese Dios y más bien nos hace ver nuevas características de ese Dios a quien ha llamado Padre.  “Mi Padre, que es el Padre de ustedes” (Jn 20,17)

De nada nos sirve estar repitiendo “Jesús, el Señor” o “Señor Jesús”, si no entramos en contacto vivo con Él. “Orar”, dice Monseñor Romero, “es comprender que este misterio que soy yo, hombre, tiene sus límites y que entonces comienzan las esencias infinitas de aquel con quien puedo dialogar”.   No es por gritar con mucha emoción “Señor, Señor”, sino es estar dispuesto como Abrahán a abandonar todo por un futuro nuevo, es estar dispuesto como Moisés a arriesgarse a la liberación del pueblo, es estar dispuesto a ser profeta también en la más oscura noche (hasta de la cruz).  Llamar a Jesús “Señor” es ponerse delante de Dios mismo, el Dios de la vida y entregarse de lleno a la causa del Reino. 

 

11.  Necesitamos platicar con Dios

En la misma homilía del 29 de mayo 1977 Monseñor sigue con el tema de la oración.  Denuncia como pobreza o mutilación aquella persona que el Dios de la vida no existe. Esa persona aún no ha desarrollado todas sus capacidades y fuerzas humanas.  Denuncia también aquellos que se arrodillan ante su materialismo (el poder y la riqueza), aquellos que oran ante esos ídolos y que buscan como hacer sacrificios (sacrificando a otros, por supuesto) a esos ídolos.  Esas personas no han comprendido la verdadera riqueza de su ser humano.  Pero también denuncia a aquellas personas que dicen con los labios “Jesús es Señor”, sin sentirlo, sin llegar a la profundidad de la oración, del diálogo con Dios que nos escucha y que quiere hablarnos.

Dice Monseñor Romero que “necesitamos platicar con Dios”.  Yo quisiera añadir “necesitamos escuchar a Dios”.   Veo en las iglesias como rezan las oraciones de sus libros eclesiásticos, ahí están las oraciones (autorizadas), pero veo poco donde en las iglesias y comunidades se hace el tiempo y el espacio para escuchar a Dios.  Este Dios nos habla en y desde la historia, pero desde las y los pobres en esta historia, desde las víctimas, desde las y los mártires.  Ellos/as son el lugar adecuado para poder escuchar a Dios también en la Biblia.  La condición fundamental es atrevernos a entrar en el silencio de la oración: ahí se oye la voz de Dios. Necesitamos escucharlo.

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