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LOS QUE AMAN NO MUEREN

Autor | Autores: 
Fernando Bermúdez López
Nueve de octubre. 50 aniversario de la caída en combate del guerrillero libertario Ernesto Che Guevara. Murió un hombre, pero nació un héroe, ejemplo para todos los hombres y mujeres que sueñan con un mundo nuevo.
 
Los hombres y mujeres que soñamos con un mundo alternativo de justicia y libertad  hacemos memoria de este  héroe,  ejemplo del hombre nuevo que entregó su vida por la liberación de los pobres y por la construcción de una sociedad  justa y fraterna, sin explotados ni explotadores.
 
El Che Guevara, fue un hombre  sin fronteras, de espíritu latinoamericano y universal. Nació en Argentina, acompañó al pueblo de Guatemala en su primavera democrática, participó en la revolución cubana, luchó en el corazón de África y murió en un combate desigual en las montañas de Bolivia. Su pasión fue  liberar a América Latina y al mundo de la opresión y la miseria. La revolución del Che nace del encuentro con la realidad de injusticia y sufrimiento del pueblo. 
 
Su corazón no pudo quedar tranquilo. "Todo hombre verdadero debe sentir en su propia carne el golpe dado a cualquier ser humano", decía. En la lucha nunca perdió la humanidad y la ternura. El amor al pueblo fue el espíritu que motivó su entrega a la lucha libertaria. "El revolucionario verdadero –decía- está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar  en un revolucionario auténtico  sin esta cualidad". Podrá ser discutible su opción por la lucha armada, pero lo que es indiscutible es su amor a la gente que sufre la explotación y opresión.
 
El Che fue un hombre libre. Denunció valientemente la política opresora y criminal de Estados Unidos contra los pueblos de América Latina y del mundo. Criticó a la Unión Soviética, acusándola de ser también imperialista. Hablaba de la construcción del hombre y mujer nuevos, solidarios, que sufren con el que sufre y sueñan con un mundo donde todos vivamos la fraternidad universal. Renunció a los privilegios. Abandonó todo: patria, familia, honores, poder y se sumergió en las montañas y selvas bolivianas para liberar a este pueblo de la tiranía criolla. Toda su vida fue consumida por la pasión de la justicia y el amor a los empobrecidos. Por eso, su testimonio impacta, desafía, atrae y cuestiona. Han transcurrido cincuenta años de su muerte y él sigue vivo en el corazón de los pueblos.
 
Las razones por las cuales luchó el Che continúan vigentes. El sistema capitalista neoliberal se impone inmisericordemente a nivel mundial. Aumenta la pobreza de los excluidos. Se agudiza la brecha entre el mundo rico y el mundo pobre. Los países ricos incrementan la carrera armamentista, provocan  guerras, sacrifican vidas humanas y destruyen el medio ambiente. Cada vez hay más hambre, migración, violencia, inseguridad,  pérdida de valores éticos y degradación del sentido de la vida.
 
Hoy más que nunca, necesitamos  descubrir y trazar un camino nuevo que nos lleve a la construcción de un futuro más humano, más limpio, más esperanzador y feliz para todos y todas. Urge sustituir el individualismo, la ambición de lucro y la competencia económica, por el espíritu de justicia,  solidaridad y ternura.
 
Celebrar al Che Guevara es vivir esta esperanza, rescatar la utopía de la liberación, creyendo como él, que es posible construir en América Latina la "Patria Grande" y en el mundo una sociedad donde quepan todos. Es comprometerse con la revolución pendiente: la revolución de la conciencia, que implica conciencia social lúcida, conciencia crítica y conciencia ética. Esta es la base para la creación de un hombre y mujer nuevos y de una nueva humanidad libre, justa, participativa, solidaria, incluyente, en donde todos nos sintamos hermanos más allá de fronteras, nacionalidad, lengua, color de la piel o credos religiosos. Somos ciudadanos del mundo.
 
Como un homenaje a Ernesto Che Guevara, comparto un sencillo poema que escribí junto al monumento donde yacen sus restos mortales en Santa Clara (Cuba) en noviembre de 1999:
 
Santa Clara
tierra sagrada
revolucionariamente inmortalizada
por la presencia siempre viva
del hombre que rasgó con la mano
las cumbres de la utopía
 
Santa Clara
en el corazón de Cuba
abrigo de la mortalidad
del inmortal Che Guevara,
incansable buscador  de sueños,
de rebeldías y utopías.
 
Santa Clara
bella y dulce joven de Asís,
compañera de aquel otro hombre nuevo,
Francisco pobre y hermano de los pobres,
revolucionarios del amor universal,
subversivos en el mundo neoliberal.
 
Santa Clara
catedral revolucionaria
del continente de la muerte y la esperanza,
donde  profetas y mártires,
con Oscar Romero a la vanguardia,
gritan:  ¡Cese la represión!
¡Construyamos la vida!
 
Clara,  Francisco,  Oscar,  Ernesto...
compañeros y hermanos de esperanza,
estrellas universales en la lucha
del hombre  y mujer nuevos
y de la anhelada humanidad
de justicia, libertad y solidaridad.
¡Hasta la victoria siempre!
 
Concluyo con aquella estrofa del trovador cubano Carlos Puebla:
“Tu mano gloriosa y fuerte desde la historia dispara
cuando todo Santa Clara se despierta para verte.
Aquí se queda la clara, la entrañable transparencia de tu querida presencia,
Comandante Che Guevara”. 
 
 
Ernesto Che Guevara es uno de esos hombres que nunca mueren, porque quien pasa por la historia amando y luchando por un mundo nuevo vive para siempre.
 
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