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La libertad de Lula y de nuestros pueblos
Entre los golpes de Estado que diversos países del continente latinoamericano han sufrido en estos años recientes, lo que se hizo en Brasil sigue afirmándose.
En 2006, el congreso brasileño votó por el impedimento de la presidenta, sin que ella hubiera cometido ningún crimen previsto en la Constitución. Desde entonces, el gobierno ilegítimo que tomó el poder compra congresistas para garantizar la victoria de su proyecto de entregar el país a las empresas multinacionales y dirigir la política de acuerdo con los intereses del imperio.
Como todas las encuestas muestran que el ex-presidente Lula puede vencer en la primera vuelta de las presidenciales de 2018, el poder judicial, unido a los grandes medios de comunicación, ha condenado a Lula con acusaciones infundadas y sin comprobar nada. El 7 de abril, Lula fue aprisionado y puesto en una celda de aislamiento en Curitiba. En todo Brasil, las organizaciones sociales denuncian la ilegalidad de la prisión y exigen la libertad de Lula. El Frente Popular, que congrega 48 organizaciones de base y partidos, mantiene a Lula como candidato. Desde las bases se prepara un Congreso del Pueblo que tendrá su sesión nacional en Rio de Janeiro en agosto. Movimientos sociales han armado un acampamento permanente, cerca del sitio donde Lula se encuentra preso.
Ahora, la justicia aceptó que, semanalmente, él recibiera una visita religiosa. La primera fue de Leonardo Boff. Tuve el honor de hacer la segunda visita. Encontré el ex-presidente sereno y con buen animo. El me confesó que siente indignación porque los jueces que lo condenan saben que él es inocente. Han armado una trama política para impedir que el sea candidato en las presidenciales de octubre.
Lula siente la indignación, pero no acepta que el odio se instale en su corazón. Su preocupación no es consigo mismo y sí con la realidad social de los pobres. Y sufre al ver que, en toda América Latina, los organismos creados para la unidad del continente están siendo destruidos.
El mensaje que el presidente Lula me dijo para transmitir a ustedes es que tenemos que garantizar esa unidad no más a través de los Estados que nos son contrarios, sino desde el diálogo entre los movimientos sociales de los diversos países. Al salir de aquella prisión, cuando el guardia que me conducía cerró la puerta detrás de mí, sentí que salía de un espacio de libertad interior de un hombre, tomado por el amor solidario y entraba en la prisión de un mundo cerrado por la indiferencia a los más pobres. Y me acordé de la palabra de Jesús: “La verdad os hará libres” (Jn 8, 32).
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