Hoy día, en el mundo hay multitud de conflictos bélicos, siendo los más llamativos la guerra de Ucrania y el horroroso genocidio del ejército de Israel en Gaza y Cisjordania, sin dejar de lado las guerras en Sudán, Etiopía, Myamar, Ruanda, República Democrática del Congo... Todas las guerras tienen sus causas. No hay capacidad de negociar para buscar soluciones. Se recurre a las armas como medio de solución de conflictos. Los antiguos romanos decían “Si vis pacem para bellum”, si quieres la paz prepara la guerra. Desde una visión ética, profundamente humanista y cristiana, no podemos aceptar este principio que es el que dominan hoy en el mundo. Las naciones se arman, se crean alianzas militares como la OTAN. Existe una competencia entre las grandes potencias en la producción y comercio de armamento hasta tal punto que se invierte en el mundo 200 veces más dinero en armas que en el desarrollo de los pueblos, en salud, educación, servicios sociales... Hemos entrado en una situación de alto riesgo para la humanidad y para el planeta, sobre todo con las armas nucleares cada vez más sofisticadas.
Muchos optamos por cambiar el principio “Si vis pacen para bellum” por este otro: “Si vis pacem para verbum”, como propone Federico Mayor Zaragoza. Si quieres la paz prepara la palabra, el diálogo, no las armas. La guerra solo trae destrucción, muerte y odio. El diálogo y la negociación diplomática es la única vía para lograr la paz. En toda negociación las partes tienen que estar dispuestas a ceder, teniendo siempre como objetivo global estratégico el logro de una sociedad justa y en paz. El papa Francisco no deja de llamar a las grandes potencias a abandonar el armamentismo para asumir responsablemente el camino del diálogo.