Hermanos, hermanas:
Bienvenida Pascua de Resurrección,
Bienvenida Vida después de la Vida,
Bienvenida Plenitud feliz hacia la que siempre caminamos de la mano con Jesús, dando el Paso del dolor intenso al gozo completo…
La Resurrección que hoy proclamamos es nuestra convicción más profunda, la esperanza más transformante, la luz que penetra nuestro ser.
Hoy, ante un entorno y un mundo amplio cargado de dolor y aflicción, de enfermedad y de injusticia, tenemos la urgencia desmedida de recordar, celebrar y reactivar el triunfo definitivo de la vida, del amor, de la justicia, de la solidaridad, de la amistad, de la felicidad completa.
No tiene la última palabra la pandemia del coronavirus, los estragos de su muerte, ni el dolor intenso de quienes la sufren, sus familias, amigos y cuidadores de la salud. Y el dolor más intenso aún de quienes la sufren sin la debida atención médica, quienes mueren en soledad, quienes ven morir a sus seres queridos sin poder acompañarlos ni despedirlos; o quienes mueren por las calles o quienes sufren la angustia de no tener trabajo ni dinero para comprar comida.
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