LA SIN FE CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA

Enviado por Ceipes el Vie, 22/01/2021 - 00:46
Paz en Venezuela
Autoría
EFRAÍN VALENZUELA

La CXV Asamblea Plenaria el Episcopado de Venezuela se llevó a cabo, bajo la modalidad virtual, entre el 7 y 9 de enero de 2021. A través de la historia, anual y religiosamente, llevan la nada desestimable suma de 115 asambleas en igual cantidad de años. No sería desatinado afirmar que, de una u otra manera, tal cenáculo de prelados se ha convertido en una total y verdadera tradición. Las conferencias episcopales podrían decirse que son de vieja data, pero es a partir del Concilio Vaticano II cuando se institucionalizan como cuerpos formales. Nuestra indagación sobre la conferencia apenas comienza.

A través de un decreto se determina la función pastoral de los señores obispos. Esta figura jurídica clerical lleva por nombre Christus Dominus (Cristo el Señor, 38), y sería aprobada, con 2.319 votos a favor y apenas 2 en contra en el marco y realización del Concilio Vaticano II (1962-1965). Su promulgación la haría el papa Pablo VI, el 28 de octubre de1965. De tal manera que este año 2021 arriba a sus 56 años de existencia. De idéntica forma, el papel de las máximas autoridades de las diócesis y arquidiócesis, del eclesiástico mitrado y patriarcas dignatarios, está establecido en el Christus Dominus.

Sin embargo, el asunto que nos convoca no es hacer una apología de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV). En modo alguno, se trata, en todo caso, de emprender un acercamiento crítico sobre los acuerdos emanados de este último coloquio episcopal. Ni más ni menos.

En algunos puntos coincidimos, en torno a otros nuestra postura resulta diametralmente opuesta, más por la lógica argumental y real que por una determinada postura política. No puede existir solidaridad automática ni con el gobierno, menos con la oposición. No somos partidarios de posturas ni lisonjeras menos oposicionistas. Un esfuerzo atómico por practicar una clara y definida conducta de compromiso revolucionario.

Somos resueltamente partidarios de la utopía posible. Ello cura con creces cualquier desgarradura. La lucha por la construcción del socialismo tiene formas cotidianas que son necesarias asumir, sin tapujos ni desplantes. La lucha antiimperialista también tiene su cotidianidad terrible, contundente. Nosotros optamos por una práctica religiosa-social liberadora. Nuestra opción preferencial son los pobres. Nuestro camino es el de la Humanidad Doliente. Comenzamos por decir, a propósito de la exhortación episcopal: Bienvenidos sus saludos y bendiciones. Amen.

En la reciente Exhortación de la Conferencia Episcopal Venezolana se expone, y resulta cierto, que el pueblo venezolano celebró la solemne Navidad. Y nosotros afirmamos: muy a pesar de todas las vicisitudes y enormes problemas sociales que confrontamos. Entre la conspiración permanente contra el Proceso Bolivariano, la terrible guerra económica y la ineficacia gubernamental, y la guerra económica, la vida se nos ha hecho de cuadrito. Problema vital y socialmente delicado lo constituye la superinflación inducida, programada y pensada con los cinco agravantes del crimen. Una trasgresión permanente nos acompaña.

Realmente Señores Prelados: Dios es amor como se afirma en su documento. Pero ¿de qué amor hablan ustedes? ¿Amor a la transformación, por la justicia social y la paz o amor al capital, al silencio cómplice, a la conspiración permanente y de todas las formas? El amor de Dios expresado en una práctica social concreta, histórica e indiscutible estuvo centrada en los pobres, en los desasistidos, en los enfermos, las viudas, los niños… estuvo centrada en la humanidad doliente. ¡Qué esperanzador es sentir su presencia en medio de tanta incertidumbre!, afirma la exhortación. Ustedes creen, señores prelados, que el pueblo no tiene la absoluta sabiduría sobre los logros tan evidentes y transformadores como la alfabetización, por ejemplo, de un millón quinientos mil, (1.500.000), venezolanos venezolanas. Insólito que un país, particularmente como el nuestro, arribase al año 2000 con tal cantidad de excluidos y excluidas de saber académico y significativamente pertenecían a los sectores populares, humildes, pobres. Esta Revolución asumió las máximas de José Martí: “con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”. Y ni hablar de esa otra máxima de Simón Bolívar: “Un pueblo ignorante es el instrumento ciego de su propia destrucción”. Quién puede negar que, por lo menos, esos dos apotegmas no orientaron la acción revolucionaria educativa.

Un gran logro.

¿Es absolutamente falso que en el 2019 se realizaron 93 millones de consultas médicas, 590 mil intervenciones quirúrgicas y se atendieron 373 mil partos y cesáreas en el Sistema Público Nacional de Salud? Se atendieron consultas 7.750.000 por año; 1.937.500 consultas por mes y 276.785 por semana. Quizás, podría decirse, sin temor a equivocarnos, que ello constituye apenas el pago inicial o previo de una inmensa y escandalosa deuda social con el pueblo venezolano. El país que mejor ha salido de la pandemia del COVID-19, ha sido Venezuela y ello es producto de la acción preventiva y acertada de la gestión del gobierno revolucionario. No hay duda. Negarlo sería una miseria. Al pan, pan; y al vino, vino. Y no estoy diciendo que el gobierno no tenga errores, desaciertos, torpezas. Aquí no se puede defender lo indefendible pero lo realmente logrado, lo alcanzado, no dudaremos en defenderlo, en su más amplio sentido.

El documento de la Conferencia Episcopal expresa: “también hemos podido comprobar grandes esfuerzos para manifestar la solidaridad, el servicio y la mutua preocupación a través del profesionalismo Un ejemplo claro de esto último lo hallamos en tantos médicos, enfermeras, personal de salud y voluntarios quienes con una altísima dosis de heroísmo han estado del lado de los más necesitados y de los enfermos contagiados por la pandemia”. Señores prelados, ¿quiénes formaron a todos esos profesionales sino el Estado venezolano y de manera gratuita? Y no vengan con lo de la caridad. Aquí se trata de un derecho social conquistado y expresado en la Constitución. Se trata de un deber del Estado que tiene que cumplir con diligencia, capacidad creadora y efectividad. La caridad puede ser ejercida en términos personales, particulares. Totalmente válida. Pero aquí se trata del impacto social de una pandemia. Un asunto de Estado. Aquí se trata de un Estado que no ha alcanzado ser socialista, pero, que no promueve el capitalismo dependiente.

Sigue el documento: “Sufrimos en nuestro país las nefastas consecuencias de un modelo económico, impuesto por un régimen y una ideología de corte comunista que nos ha empobrecido a todos, especialmente a los más débiles”. El anticomunismo trasnochado lo expresan los prelados; un anticomunismo de pacotilla, mediocre, pobre. Dan vergüenza intelectual. Un anticomunismo tan propio de los gobiernos adecos de la primera década de la democracia burguesa. ¿Por qué no asumen su opción capitalista? Un desprecio por los pobres de este país subyace en cada planteamiento anticomunista, particularmente el de los prelados. ¿En el capitalismo dependiente todos éramos ricos? ¿Los pobres no existían? El saqueo a nuestras riquezas desde los tiempos de El Benemérito hasta los 40 años de AD y COPEI no hubo pobres. Nadie se empobreció. Lo que falta es que nuestros obispos asuman la propuesta de la Loca: el capitalismo popular. Desde el inicio de la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV) en 2011 se han construido y entregado 3.300.000 hogares con su hábitat y para el año 2025, se espera llegar a los 5millones de techos dignos. Un Conferencia Episcopal cuadrada con el capitalismo, con la explotación del hombre por el hombre. Una Iglesia cuadrada con la barbarie imperialista. Apátridas, cómplices al unísono, produce una inmensa vergüenza religiosa. Caníbales de la fe.

Patriarcas de la CEV son ustedes de la oposición más rancia y vetusta, así como vende patria. La CEV, todos, no han entendido que somos un pueblo lleno de alegranzas. La CEV echó por la borda la alegría y a la fe la mandó al carajo. Un pueblo que se sabe humorista es un pueblo que vibra al compás de los obstáculos. Por ello, decimos como Leonardo Boff: “El humor y la fiesta revelan que hay siempre una reserva de sentido que todavía nos permite vivir y sonreír. Si quieres subir una escalera larga, no mires hacia ella, mira cada peldaño. Para quien busca, siempre habrá una Estrella como la de Belén que ilumine su camino”. Eso es Venezuela. Eso somos los venezolanos y las venezolanas y todos nuestros hermanos binacionales-biculturales. Señores prelados, como dijo el poeta Víctor Valera Mora: “Abrid puertas y ventanas y lanzaos al mismísimo carajo”. Estamos pendientes de los otros puntos del tristemente documento de la Conferencia Episcopal Venezolana. Necesitamos una CEV que busque la Fe con furia popular.

La CXV Asamblea Plenaria el Episcopado de Venezuela se llevó a cabo, bajo la modalidad virtual, entre el 7 y 9 de enero de 2021. A través de la historia, anual y religiosamente, llevan la nada desestimable suma de 115 asambleas en igual cantidad de años. No sería desatinado afirmar que, de una u otra manera, tal cenáculo de prelados se ha convertido en una total y verdadera tradición. Las conferencias episcopales podrían decirse que son de vieja data, pero es a partir del Concilio Vaticano II cuando se institucionalizan como cuerpos formales. Nuestra indagación sobre la conferencia apenas comienza.

A través de un decreto se determina la función pastoral de los señores obispos. Esta figura jurídica clerical lleva por nombre Christus Dominus (Cristo el Señor, 38), y sería aprobada, con 2.319 votos a favor y apenas 2 en contra en el marco y realización del Concilio Vaticano II (1962-1965). Su promulgación la haría el papa Pablo VI, el 28 de octubre de1965. De tal manera que este año 2021 arriba a sus 56 años de existencia. De idéntica forma, el papel de las máximas autoridades de las diócesis y arquidiócesis, del eclesiástico mitrado y patriarcas dignatarios, está establecido en el Christus Dominus.

Sin embargo, el asunto que nos convoca no es hacer una apología de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV). En modo alguno, se trata, en todo caso, de emprender un acercamiento crítico sobre los acuerdos emanados de este último coloquio episcopal. Ni más ni menos.

En algunos puntos coincidimos, en torno a otros nuestra postura resulta diametralmente opuesta, más por la lógica argumental y real que por una determinada postura política. No puede existir solidaridad automática ni con el gobierno, menos con la oposición. No somos partidarios de posturas ni lisonjeras menos oposicionistas. Un esfuerzo atómico por practicar una clara y definida conducta de compromiso revolucionario.

Somos resueltamente partidarios de la utopía posible. Ello cura con creces cualquier desgarradura. La lucha por la construcción del socialismo tiene formas cotidianas que son necesarias asumir, sin tapujos ni desplantes. La lucha antiimperialista también tiene su cotidianidad terrible, contundente. Nosotros optamos por una práctica religiosa-social liberadora. Nuestra opción preferencial son los pobres. Nuestro camino es el de la Humanidad Doliente. Comenzamos por decir, a propósito de la exhortación episcopal: Bienvenidos sus saludos y bendiciones. Amen.

En la reciente Exhortación de la Conferencia Episcopal Venezolana se expone, y resulta cierto, que el pueblo venezolano celebró la solemne Navidad. Y nosotros afirmamos: muy a pesar de todas las vicisitudes y enormes problemas sociales que confrontamos. Entre la conspiración permanente contra el Proceso Bolivariano, la terrible guerra económica y la ineficacia gubernamental, y la guerra económica, la vida se nos ha hecho de cuadrito. Problema vital y socialmente delicado lo constituye la superinflación inducida, programada y pensada con los cinco agravantes del crimen. Una trasgresión permanente nos acompaña.

Realmente Señores Prelados: Dios es amor como se afirma en su documento. Pero ¿de qué amor hablan ustedes? ¿Amor a la transformación, por la justicia social y la paz o amor al capital, al silencio cómplice, a la conspiración permanente y de todas las formas? El amor de Dios expresado en una práctica social concreta, histórica e indiscutible estuvo centrada en los pobres, en los desasistidos, en los enfermos, las viudas, los niños… estuvo centrada en la humanidad doliente. ¡Qué esperanzador es sentir su presencia en medio de tanta incertidumbre!, afirma la exhortación. Ustedes creen, señores prelados, que el pueblo no tiene la absoluta sabiduría sobre los logros tan evidentes y transformadores como la alfabetización, por ejemplo, de un millón quinientos mil, (1.500.000), venezolanos venezolanas. Insólito que un país, particularmente como el nuestro, arribase al año 2000 con tal cantidad de excluidos y excluidas de saber académico y significativamente pertenecían a los sectores populares, humildes, pobres. Esta Revolución asumió las máximas de José Martí: “con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”. Y ni hablar de esa otra máxima de Simón Bolívar: “Un pueblo ignorante es el instrumento ciego de su propia destrucción”. Quién puede negar que, por lo menos, esos dos apotegmas no orientaron la acción revolucionaria educativa.

Un gran logro.

¿Es absolutamente falso que en el 2019 se realizaron 93 millones de consultas médicas, 590 mil intervenciones quirúrgicas y se atendieron 373 mil partos y cesáreas en el Sistema Público Nacional de Salud? Se atendieron consultas 7.750.000 por año; 1.937.500 consultas por mes y 276.785 por semana. Quizás, podría decirse, sin temor a equivocarnos, que ello constituye apenas el pago inicial o previo de una inmensa y escandalosa deuda social con el pueblo venezolano. El país que mejor ha salido de la pandemia del COVID-19, ha sido Venezuela y ello es producto de la acción preventiva y acertada de la gestión del gobierno revolucionario. No hay duda. Negarlo sería una miseria. Al pan, pan; y al vino, vino. Y no estoy diciendo que el gobierno no tenga errores, desaciertos, torpezas. Aquí no se puede defender lo indefendible pero lo realmente logrado, lo alcanzado, no dudaremos en defenderlo, en su más amplio sentido.

El documento de la Conferencia Episcopal expresa: “también hemos podido comprobar grandes esfuerzos para manifestar la solidaridad, el servicio y la mutua preocupación a través del profesionalismo Un ejemplo claro de esto último lo hallamos en tantos médicos, enfermeras, personal de salud y voluntarios quienes con una altísima dosis de heroísmo han estado del lado de los más necesitados y de los enfermos contagiados por la pandemia”. Señores prelados, ¿quiénes formaron a todos esos profesionales sino el Estado venezolano y de manera gratuita? Y no vengan con lo de la caridad. Aquí se trata de un derecho social conquistado y expresado en la Constitución. Se trata de un deber del Estado que tiene que cumplir con diligencia, capacidad creadora y efectividad. La caridad puede ser ejercida en términos personales, particulares. Totalmente válida. Pero aquí se trata del impacto social de una pandemia. Un asunto de Estado. Aquí se trata de un Estado que no ha alcanzado ser socialista, pero, que no promueve el capitalismo dependiente.

Sigue el documento: “Sufrimos en nuestro país las nefastas consecuencias de un modelo económico, impuesto por un régimen y una ideología de corte comunista que nos ha empobrecido a todos, especialmente a los más débiles”. El anticomunismo trasnochado lo expresan los prelados; un anticomunismo de pacotilla, mediocre, pobre. Dan vergüenza intelectual. Un anticomunismo tan propio de los gobiernos adecos de la primera década de la democracia burguesa. ¿Por qué no asumen su opción capitalista? Un desprecio por los pobres de este país subyace en cada planteamiento anticomunista, particularmente el de los prelados. ¿En el capitalismo dependiente todos éramos ricos? ¿Los pobres no existían? El saqueo a nuestras riquezas desde los tiempos de El Benemérito hasta los 40 años de AD y COPEI no hubo pobres. Nadie se empobreció. Lo que falta es que nuestros obispos asuman la propuesta de la Loca: el capitalismo popular. Desde el inicio de la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV) en 2011 se han construido y entregado 3.300.000 hogares con su hábitat y para el año 2025, se espera llegar a los 5millones de techos dignos. Un Conferencia Episcopal cuadrada con el capitalismo, con la explotación del hombre por el hombre. Una Iglesia cuadrada con la barbarie imperialista. Apátridas, cómplices al unísono, produce una inmensa vergüenza religiosa. Caníbales de la fe.

Patriarcas de la CEV son ustedes de la oposición más rancia y vetusta, así como vende patria. La CEV, todos, no han entendido que somos un pueblo lleno de alegranzas. La CEV echó por la borda la alegría y a la fe la mandó al carajo. Un pueblo que se sabe humorista es un pueblo que vibra al compás de los obstáculos. Por ello, decimos como Leonardo Boff: “El humor y la fiesta revelan que hay siempre una reserva de sentido que todavía nos permite vivir y sonreír. Si quieres subir una escalera larga, no mires hacia ella, mira cada peldaño. Para quien busca, siempre habrá una Estrella como la de Belén que ilumine su camino”. Eso es Venezuela. Eso somos los venezolanos y las venezolanas y todos nuestros hermanos binacionales-biculturales. Señores prelados, como dijo el poeta Víctor Valera Mora: “Abrid puertas y ventanas y lanzaos al mismísimo carajo”. Estamos pendientes de los otros puntos del tristemente documento de la Conferencia Episcopal Venezolana. Necesitamos una CEV que busque la Fe con furia popular.

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