Y SI ME PASARA A MÍ…
Hola Pablo. En tu relato “Si Torrejón fuera Gaza” decías:
“La solidaridad es ponerse en el lugar del otro. Tratar de sentir lo que otros sienten. Eso nos debe movilizar para trabajar en la detención de la barbarie”.
Y es así o debiera serlo. Pero tenemos la suerte de vivir en un país donde nos sentimos seguros, confiados, felices… y aunque nos duelen las noticias de todos esos acontecimientos abominables que suceden en otros lugares, como que no terminamos de empatizar, de ponernos en el lugar del otro y mucho menos de imaginar que tal vez algún día, la barbarie que asola esos otros lugares, también podría radicar aquí.
Mi niña interior, que todavía sueña con la felicidad universal, se planteaba:
Y si por unos momentos, unas pocas horas o tan solo unos días, los poderosos, los responsables de tanta violencia en el mundo ocuparan el lugar de los pobres y oprimidos. Si pudieran sentir su dolor, su miedo, su hambre, su ira…
¿Habría alguna posibilidad de poner fin a las guerras, la opresión, el odio que nos aniquila como humanidad?
No lo sé. Pero confieso que lo dudo, desesperadamente lo dudo.
Me vienen al pensamiento las mujeres en Afganistán o en Irán, cada vez más oprimidas, ignoradas, olvidadas… Cierro los ojos, y me pongo en su lugar, a tu estilo Pablo, al estilo de “Si Torrejón fuera Gaza”.
Elecciones Generales de 2028, la extrema derecha consiguió el Poder. España fue el último país en contener la oleada extremista que invadió Europa, pero por último, también cayó.
Los partidos de extrema derecha, fascistas, machistas, racistas, homófobos, coparon el Congreso y el Senado, pudiendo gobernar a placer y derogar leyes a su antojo. Controlaron los bancos, la justicia, las fuerzas de seguridad e inteligencia, el ejercito…
Al principio las manifestaciones se sucedieron con fuerza y valentía pero la represión fue brutal. Hubo miles de desaparecidos, sobre todo hombres.
Los extranjeros tuvieron dos opciones, regresar a sus países de origen o entrar a formar parte de una casta inferior de esclavos que realizan los trabajos más duros y peligrosos, a cambio de subsistir.
Las mujeres no podemos trabajar, ni estudiar. Ya no disponemos de solvencia económica. Ya no podemos ni practicar deporte, ni salir solas de casa. Manifestarse es un riesgo vital. Ni siquiera nos dejan asomarnos por las ventanas. Nadie nos puede fotografiar. Nos obligaron a cortarnos el pelo y vestimos hábitos negros que nos cubren el cuerpo. No podemos elegir libremente marido, ni cuantos hijos tener. Es como si hubiéramos dejado de existir.
Recuerdo cuando protestábamos por la muerte de Masha Amini en la plaza de la Universidad. Nos cortábamos mechones de cabello al grito de ¡Mujer, vida y libertad! Y ahora… Si alguien me hubiese augurado este destino, nunca lo hubiera creído.
Nuestro fin, nuestro cometido es traer hijos a este mundo, hijos que puedan ser domesticados, adoctrinados desde la cuna, porque como nos dicen, conquistarán el mundo gracias a los vientres, tantos años baldíos, de las mujeres.
“El cuento de la criada” se hizo real.
Sabemos que en muchas ciudades existen grupos de resistencia. Os pedimos, os suplicamos que no os rindáis. Quizás creáis que sois pocos, que sois viejos, que no tenéis medios, que lucháis contra lo imposible, pero sois nuestra única esperanza. Dentro de vosotros está la semilla de la solidaridad, de la justicia y la libertad. Sois la esperanza de la humanidad. Por favor, no nos abandonen, no se olviden de nosotras.