Se cumplen 35 años ya del asesinato de los seis jesuitas, la cocinera que los cuidaba y su hija, en el pequeño país centroamericano de El Salvador. Una matanza que conmocionó al mundo, y que sin duda tanto influyó en la marcha de la guerra salvadoreña, que fue la que comenzó a poner el final de esta lucha fratricida.
Una vez más, se volvía a cumplir lo de siempre: el poder es el que aplasta, el poder injusto es el que asesina, y da muerte a los inocentes. Los jesuitas, la cocinera y su hija, fueron las víctimas de un poder absoluto basado en la riqueza y en la opresión, el mismo que sigue matando hoy a tantas personas en muchas partes del mundo, en Gaza, en África, en Ucrania… Es el poder de los que piensan que son más que los demás porque tengan más poder económico o un mejor puesto social.
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