Este 10 de diciembre conmemoramos el 77 el aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Este acontecimiento significó un avance para la humanidad después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Fue un paso trascendental en la toma de conciencia de la dignidad humana, superando todo tipo de discriminación por motivos de nacionalidad, raza, género, lengua, cultura, ideología política, credo religioso o condición social. Los Derechos Humanos son la materialización del deseo de un mundo más justo, equitativo y solidario, constituyéndose en el criterio fundamental de la ética social y política
Hoy, 77 años después, constatamos que los derechos humanos y el Derecho Internacional siguen violándose en muchas partes del mundo. Se violan los derechos humanos en Estados Unidos, Rusia, Israel, Siria, Sudán, El Congo, Guinea Ecuatorial, Marruecos, El Salvador, Guatemala, Nicaragua... La violación más dramática de los derechos humanos se evidencia en Israel, que viola sistemáticamente los derechos del pueblo palestino, usurpando sus tierras y construyendo asentamientos en los territorios ocupados, bombardeando Gaza y matando de hambre a su población, sobre todo niños y niñas. El silencio de Europa ante el genocidio de Israel es una expresión de su decadencia ética. Asimismo, Rusia no cesa de bombardear ciudades ucranianas, sembrando destrucción y muerte. El auge de la carrera armamentista impulsada por el gobierno de Estados Unidos mientras aumenta el hambre en el mundo, es otra violación a los derechos humanos.
También en España se viola los derechos humanos. Los datos hablan por sí solos: medio millón de familias desalojadas de sus viviendas en los últimos 5 años. Cada día se realiza un promedio de 120 desahucios.
Según Oxfam, 20 personas tienen la misma riqueza que 14 millones de españoles. Cáritas Nacional señala que la desigualdad en España crece aceleradamente. La desigualdad y la pobreza están generando un verdadero drama en multitud de familias. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres.
No podemos dejar pasar por alto las medidas inhumanas y crueles frente a los inmigrantes irregulares, a quienes se les criminaliza como si fueran delincuentes por parte de algunos partidos políticos.
A todo esto se suma los múltiples casos de corrupción de altas personalidades políticas, quienes careciendo de todo sentido de la ética, han acumulado grandes sumas de dinero evadiendo impuestos.
La conmemoración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos nos reta a soñar que es posible cambiar de rumbo, para que las estructuras socioeconómicas y políticas aseguren la paz que nace de la justicia y una vida digna para todo hombre y mujer de España y del mundo. Los derechos humanos y el derecho internacional son un desafío apremiante.
