Objetivo de nuestra visita: visualizar la situación de los migrantes y refugiados en la frontera sur, para ofrecer un modesto aporte a la dinámica solidaria.
La solidaridad con los refugiados forma parte de las prioridades en nuestras vidas. En 2016 vivimos durante mes y medio la dura experiencia en los campos de refugiados sirios y afganos de Grecia. Al año siguiente Lampedusa y este año Ceuta y Tánger.
El pasado 15 de julio participamos en la Caravana Abriendo Fronteras. Ésta es una red internacional que se creó en 2016 con la peregrinación a Grecia para defender los derechos humanos de los refugiados y denunciar la criminalización de la solidaridad. Esperamos la Caravana en el puerto de Ceuta. Llegaron alrededor de 500 personas de diferentes lugares de España y de Europa. La mayoría gente joven y un 60% mujeres.
La Caravana Abriendo Fronteras reivindica la acogida y los derechos de libertad de movimiento para las personas que huyen del hambre y de la violencia, trabaja por el cumplimiento de los derechos humanos y de los acuerdos internacionales en materia de refugio e inmigración. Denuncia las políticas racistas, xenofóbicas y aporofóbicas que avanzan en Europa. Y trata de crear sensibilidad entre los ciudadanos con las personas refugiadas y migrantes, de manera que “conozcan la realidad, sientan, piensen y actúen”. Cada verano la Caravana Abriendo Fronteras da vueltas por el mundo, denunciando las situaciones fronterizas injustas para quienes se encuentran en el lado más desfavorecido de las vallas, muros o mar.
La caminata en Ceuta concluyó en la playa del Tarajal, lugar donde en febrero de 2014 fueron ahogados 15 inmigrantes a causa de las balas de caucho lanzadas por la Guardia Civil. La Caravana pretendía señalar la poca ayuda que tienen las organizaciones de derechos humanos de Ceuta y denunciar el clima xenófobo de algunos sectores ceutíes. Los derechos que los inmigrantes gozan en la península no los tienen en Ceuta ni en Melilla. Hay niños africanos adoptados por familias españolas de Ceuta, pero el Estado no los reconoce, lo cual no se da en la península.
Visitamos el Proyecto Elim, (lugar de paso), coordinado por un equipo de religiosas de distintas congregaciones. Éste tiene tres pilares:
- Acogida y acompañamiento, haciendo énfasis en el contacto humano
- Sensibilización para combatir el racismo, teniendo en cuenta que en Ceuta han sido electos cinco concejales de Vox, partido que se opone abiertamente a la inmigración y al diálogo interreligioso.
- Denuncia de la violación de derechos humanos.
Elim trabaja con inmigrantes del Magreb y subsaharianos: Marruecos, Argelia, Guinea Conakri, Camerún, Burkina Faso, Senegal, Ghana, Mali… Su presencia no es grata para las autoridades de la ciudad autónoma, ni para la Iglesia (diócesis de Cádiz-Ceuta, que tiene uno de los obispos más retrógrados de España).
En Ceuta hay cuatro grandes confesiones religiosas: Islam (50% de la población), seguido del cristianismo, judaísmo e hinduismo. El Obispo de Cádiz prohibió a los sacerdotes entrar al diálogo interreligioso. Descalificó a un sacerdote que intentó crear un grupo interreligioso. Sin embargo, en la ciudad se celebra mensualmente el Círculo de Silencio con la participación de creyentes de todas las confesiones religiosas e incluso no creyentes. Los cristianos y musulmanes celebran juntos sus principales fiestas en un ambiente de fraternidad y respeto. Tanto musulmanes como cristianos comparten la armonía que existe entre ambas confesiones.
En el CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes) este año ha disminuido el número personas. El año pasado, 2018, se habilitó tiendas de campaña para despejar el colapso. Había más 1.500 inmigrantes. Este año 2019 no llegan a 1.000, de los cuales 470 son marroquíes del Rif en solicitud de asilo, que huyen de la represión marroquí.
Nos compartieron que la policía de Marruecos hace redadas para capturar a inmigrantes subsaharianos y los traslada al desierto, al sur del país. Con frecuencia en estas redadas los golpean y les quita todo lo que cargan consigo. En el año 2018 había 1,500 o 2,000 subsaharianos en los bosques de Beliones, al otro lado de la valla de Ceuta, en Marruecos, ahora se calcula que no hay más de 150 personas.
A la doble valla que España levantó en la frontera desde Benzú (al norte) hasta el Tarajal (al sur), con concertinas que todavía siguen ahí, recientemente Marruecos ha construido otra valla a poco más de 100 metros de la española con garitas de control a lo largo de la misma. Esta valla ha sido construida con dinero de la Unión Europea (Proyecto FRONTEX) para reforzar el freno migratorio. El último año la Unión Europea entregó a Marruecos 140 millones y España agregó otros 30 millones. Con este dinero Marruecos se ha convertido en gendarme antimigración. A pesar del control, jóvenes marroquíes logran entrar a Ceuta clandestinamente. La situación de pobreza los obliga a buscar entrar en España.
La pobreza es tal que en la frontera del Tarajal observamos a centenares de mujeres marroquíes haciendo cola bajo el sol en un largo y estrecho pasillo desde la madrugada. Son las llamadas “porteadoras” o “mujeres mula”, que se ganan la vida comprando mercancías en Ceuta para vender en Marruecos. Algunas están ahí más de 12 horas, incluso toda la noche, haciendo cola. Las “porteadoras” se juegan la vida, tanto en la frontera de Ceuta como en la de Melilla, por 8 o 10 euros al día cargando sobre sus espaldas hasta 90 kilos. Son explotadas y azuzadas por mafias, quienes se aprovechan y controlan las mercancías. Un riesgo al que están expuestas son las avalanchas que con frecuencia ocurren en el paso fronterizo, donde han muerto algunas de ellas. Las autoridades españolas calculan que pasan alrededor de 8.000 personas diariamente.
En Tánger entramos en contacto con la Delegación diocesana de Migración, junto a la Catedral. En la cripta se implementan diversos programas de atención a inmigrantes subsaharianos. La mayoría proceden de Camerún, Mali, Senegal, Gabón, Guinea Conakri… Es un proyecto impulsado por el arzobispo emérito Santiago Agrelo, un hombre sensible y solidario, un profeta, muy querido por el pueblo, que hizo de la atención a los migrantes el eje transversal de la actividad diocesana.
Esta diócesis tiene una doble misión: atender a los cristianos (la mayoría de origen español o francés) y desarrollar obras sociales. No pueden hacer denuncias de violaciones a los derechos humanos. Están muy controlados por la policía.
En la cripta de la Catedral hay baños y duchas donde pueden llegar los inmigrantes, pero solo está abierta por las mañanas. Un grupo numeroso de inmigrantes, aproximadamente 40 ó 50, permanece en el atrio de la Catedral, día y noche, para no ser deportados al carecer de documentación. La Catedral es un lugar de paso. Ahí no puede entrar la policía a detenerlos, pues respetan el “templo de Dios”. El objetivo de los inmigrantes es llegar a la frontera de Ceuta, saltar las vallas o abordar una petera por los alrededores del cabo Balabata. Íbamos a diario a la Catedral a visitarlos, sin otra intención que acompañarlos y escucharlos. Algunos viven en situación de desesperación. No se rinden ante los graves obstáculos que encuentran para viajar a Europa. No quieren regresar a su país de origen, pues se considerarían fracasados ante su familia y ante la comunidad.
La Delegación de Migraciones de la diócesis realiza campañas de sensibilización. Organiza talleres de pintura, fotografía, poesía, teatro… Ofrece acompañamiento psicológico y jurídico. Promueve proyectos de mini-empresas para que no tengan necesidad de saltar a Europa.
Algunos inmigrantes, sin embargo, insisten en marchar hacia Europa. En un barrio de la periferia de Tánger se asientan y de ahí se dirigen a los bosques de Beliones, cerca de Ceuta, o al monte Gurugú en Nador, en las proximidades de Melilla, con la intención de saltar las vallas. Hasta hace poco el arzobispo Agrelo, a través de la Delegación diocesana de Migración, les llevaba semanalmente alimentos y agua a los bosques donde se encontraban. Pero tras el último acuerdo de la Unión Europea con Marruecos, la policía marroquí ha abierto caminos en estos lugares para desalojarlos. Penetra en los bosques, como el que entra a la caza de animales, para capturarlos. La policía hace rastreos. A los que encuentra los detiene, los maltrata y los traslada al desierto. El obispo Santiago Agrelo, ha denunciado estos abusos. Decía: “Sé que no tienen papeles, pero tienen hambre. Sé que no están autorizados a estar donde están, pero tienen derecho a buscarse un futuro para sí mismos y para sus familias. Sé que las autoridades de las naciones los consideran una amenaza, aunque la realidad es que las autoridades son una amenaza para ellos. Les llevamos alimentos, pero con frecuencia nos avisan que la policía marroquí se los ha quitado”.
Cuando un inmigrante subsahariano cae gravemente enfermo y es hospitalizado la Delegación diocesana de Migración le da seguimiento. En Marruecos los pacientes hospitalizados reciben una sola alimentación al día sin tener en cuenta la situación de cada uno. Además, tienen que costearse las medicinas. Los inmigrantes que traen consigo algún dinero lo van ahorrando para pagar a las mafias que posibilitan embarcarse en una patera. Los más pobres, sobre todo varones jóvenes, tratan de saltar las vallas con el riesgo de sufrir severas heridas con las concertinas o ser detenido por la policía marroquí.
La Unión Europea, con el proyecto FRONTEX, ha entregado grandes sumas de dinero a terceros países que no garantizan los derechos humanos, entre ellos Marruecos, para que retengan a los migrantes subsaharianos.
Al no existir vías legales y seguras los migrantes se ven obligados a acudir a las mafias para echarse al mar en rústicas barcazas, llamadas pateras. Muchos, huyendo del hambre y la violencia, se encuentran con la muerte en la travesía del mar Mediterráneo, convirtiéndose éste en la fosa de cadáveres más grande del planeta. De 2014 a 2018 perecieron o desaparecieron en este mar 18,200 personas, de las cuales un número importante son niños: En lo que llevamos de año han muerto en el Mediterráneo 899 inmigrantes intentando llegar a Europa.
La oleada de personas que huyen del hambre y de la violencia es imparable y va creciendo. No hay mar, ni rio, ni desierto, ni muros, ni vallas que frenen la oleada de inmigrantes. En verdad en Europa no se rechaza al extranjero sino al pobre. Los extranjeros ricos, grandes empresarios y turistas no molestan, son bien recibidos. Molestan los pobres, sean extranjeros o del propio país. La aporofobia se ha impuesto sobre la xenofobia. Ser negro es un delito, pero ser pobre es mucho peor.
La raíz del problema migratorio está en la situación de injusticia en sus países de origen: El acaparamiento de la riqueza por una minoría oligárquica. Los gobiernos corruptos y vendidos al gran capital. La explotación de los recursos naturales por empresa transnacionales de Europa, Estados Unidos, China…, que explotan y saquean sus bienes (petróleo, oro, plata, coltán, uranio, pesca, agricultura…). El cambio climático, provocado precisamente por los países ricos. El apoyo de Estados Unidos y Europa a los gobiernos violadores de derechos humanos del sur global. La venta de armas a estos países, que alimentan los conflictos bélicos. Es indignante que Europa invierta más dinero en la defensa de sus fronteras que en la acogida de los inmigrantes y en el desarrollo de los países de donde éstos proceden.
La política de la Unión Europea sobre migración y refugio es discriminatoria y represiva, señala Amnistía Internacional. Persisten las devoluciones en caliente, violando los artículos 13 y 14 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Europa, como también Estados Unidos, construye vallas y muros para defenderse de los pobres. Considera a los migrantes y refugiados como deshecho humano, gente sobrante. Esta realidad es un indicador de que vivimos una profunda crisis de humanidad, una crisis de civilización, una crisis ética y espiritual.
En medio de esta oscura realidad aparecen luces de esperanza. Multitud de movimientos, ONGs, asociaciones y personas particulares se solidarizan con los migrantes y refugiados, desafiando las políticas discriminatorias y fascistas que soplan hoy por el mundo. Recientemente hemos sido testigos de la actitud valiente de Carola Rackete, capitana del barco Sea Watch quien fue acusada por el primer ministro italiano Matteo Salvini de “comportamiento criminal”, cuando su único delito es haber salvado decenas de personas de morir ahogadas en el Mediterráneo. El mundo avanza gracias a personas y organizaciones solidarias. Unas se dedican al rescate marítimo, otros al acompañamiento de refugiados en los campos de Grecia, otros colaborando en casas de acogida o en plataformas de migración, otros denunciando y concienciando, otros organizando Círculos de Silencio… Son signos de esperanza de un mundo alternativo, más humano.