Cinco años del más revolucionario mensaje del papa Francisco. La Encíclica Laudato Si

Enviado por Secretaría SICSAL el Vie, 05/06/2020 - 20:43
Papa Francisco e indígenas en el Sínodo de la Amazonía en el Vaticano
Autoría
Abilio Peña Buendía

Fue publicada el 24 de mayo de 2015. La subtituló, “sobre el cuidado de la casa Común”, entendida como el lugar en el que habitan todas las criaturas de la naturaleza. Lo hizo invocando a Francisco de Asís, quien es considerado como el “santo de los ecologistas” que rompió con la dicotomía del del sujeto y del objeto, encontrando que nosotras y nosotros somo hermanas y hermanos con animales, plantas, el sol, la luna, las estrellas y hasta con la misma muerte, tan pertinente en estos tiempos de Covid19.

Francisco, el papa, era consciente de que ese santo invocado, fue capaz de desnudarse al frente de su padre, un rico mercader de telas de Asís Italia, para no dejar rastro en su cuerpo de la opulencia de su estirpe social y para introducirse en el mundo de la indigencia. Ese Francisco del medioevo, quien protestó contra las armas del papado, estuvo también muy imbuido del espíritu de Jesús de Nazaret quien terminó asesinado en una cruz, por decisión de las autoridades religiosas y el imperio romano de su tiempo.

Habló en Laudato Si, Francisco el papa, de contaminación y cambio climático, de la acumulación del agua, de la tierra y de los alimentos, produciendo deterioro en la calidad de vida de las mayorías. También de la inequidad planetaria, de la debilidad de las relaciones entre las personas. Partió de entender que la tierra, como lo conciben los pueblos originarios, no le pertenecía a nadie en particular, que era una herencia común de hermanas y hermanos.

Se adentró en los paradigmas que han rodeado la modernidad y la posmodernidad del mercado, que es extractivista, depredadora del medio ambiente, que acaba con todas las vidas, que usa la tecnología para controlar el conocimiento, la información y para destruir el trabajo.

Planteó la comprensión que Marx ya había expresado de que el capitalismo -sin que francisco haya querido nombrarlo así- destruye las fuentes de toda riqueza, que son justo las mujeres y los hombre y la naturaleza. A eso le llamó el papa, ecología integral, la interconexión entre la tierra, las especies diversas, incluidas las personas en toda su diversidad, partes de una misma ecosociedad, de una misma socioecología, diríamos. Por eso habló de una ecología ambiental, económica y social; también de una ecología cultural; además de una ecología de la vida cotidiana donde ha de primar el bien de todas y todos.

Esas palabras carecerían de coherencia, si no hubiera reconocido los graves errores de la iglesia con la divulgación de una teología que convertía al hombre en el centro de la creación y si no hubiese pedido perdón, como lo hizo después en Bolivia, por su responsabilidad en el genocidio de los pueblos originarios.

Habló de la necesidad del diálogo sobre el medio ambiente en la política internacional, criticando, por ejemplo, la insuficiencia de las cumbres sobre el cambio climático que no recogen los clamores de los pueblos originarios que padecen los efectos directos de las políticas empresariales depredadoras de los ecosistemas. Apunta a que el diálogo en lo nacional, local e internacional escuche la voz de los pueblos como sujetos de derechos humanos y ambientales; también de que se vuelva al diálogo entre política y economía sin que la tecnocracia de los economistas del capitalismo de mercado siga imponiendo sus políticas de ajuste estructural, como las impuestas en nuestros países por los chicago boys, ahora un poco más avanzados en años.

Su discurso fue revolucionario por que lo despoja de la piedad insulsa de otros discursos papales y llama las cosas por su nombre. También por que fue capaz de llenar de belleza realidades políticas, económicas, culturales de la sociedad ambiental, que habitualmente se dicen en discursos enredados que parecen ajenos a la vida concreta. Revolucionario también, por que va a la raíz más profunda del evangelio, aquella de que la salvación no está en el espiritualismo, sino en el compromiso con la justicia social y ambiental. “por que tuve hambre y me diste de comer, sed y me diste de beber...”.

Como todo discurso revolucionario tuvo quienes lo acogieran, pero también poderosos detractores que han querido hacerle la vida imposible en estos 5 años. Entre quienes lo acogieron, están los movimientos sociales, populares, con los que se reunió en tres ocasiones, una en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, y dos veces en el Vaticano. Las tres “T” Tierra, Trabajo y Techo, y una amiga franciscana le agregó una cuarta “T” la de la trascendencia, han sido reivindicaciones de los pueblos organizados, que empezaron a ser repetidas, también por Francisco. Surgió además el Movimiento Católico Mundial por el Clima, que llegó a plantear, de manera radical que las diócesis, congregaciones religiosas y otras instituciones de la iglesia, sacaran sus recursos, desinviertan, de empresas petroleras y mineras, sobre la base de que la industria extractiva debería dejar de existir para que la ecología integral fuera posible.

También se fortaleció la Red Pan Amazónica, que surgió unos meses antes en Brasil, pensando en las personas de los nueve países de uno de las áreas del planeta más estratégicas para el clima, llegando a convocar el Sínodo por la Amazonía que luego de deliberar en octubre de 2019, termina con la carta Querida Amazonía de Francisco en la que entra a dar orientaciones sobre el trabajo necesario para enfrentar el deterioro del medio ambiente provocado por grandes empresas, por las políticas destructivas de empresas y gobiernos que hacen parte de la panamazonía y también con la fractura de los pueblos indígenas donde a algunos líderes han manipulado los empresarios para que se vayan en contra de sus propios pueblos.

También la fuerza profética de Oscar Arnulfo Romero, a quien hizo Santo Francisco, se hizo presente a través de la presidenta y el presiente del Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad Oscar Arnulfo Romero – Sicsal- en las afueras del Sínodo en Roma. Resurgen las palabra de Romero sobre el arcoiris de la creación, también las palabras del mártir Angelelli, en Argentina, sobre las mujeres y los hombres de la tierra adentro, así mismos la voz de Proaño, de Ecuador, sobre la devolución de la tierra en poder de la iglesia a sus verdaderos dueños, los pueblos indígenas; y también la exigencia de Santa Laura Montoya al gobierno de Colombia  para que se devolvieran las  tierras a los pueblos indígenas, en medio de su profunda capacidad de encontrar lo divino en la naturaleza exuberante donde  inició la misión de las Lauritas.

También la red mundial Iglesias y Minería, fortaleció su compromiso por la defensa de los derechos de las comunidades ante la industria minera, haciendo seguimiento a la intervención de empresas en los territorios y pidiendo una actuación comprometida de las iglesias en favor de las víctimas. Y así, el mundo ecuménico ha encontrado concordancias en este mensaje revolucionario y adopta el lenguaje del cuidado de la casa común, de la resistencia contra la economía del despojo, como ocurre en la de la Red Continental Cristiana por la Paz Reconpaz.

La persecución contra este proceso que generó Francisco, no se hizo esperar. Trump niega la existencia del cambio climático; Bolsonaro, presidente de Brasil, se fue en contra suya en el proceso de preparación del Sínodo de la Amazonía. Una expresión simbólica, quizás la más fuerte de estos ataques, tuvo que ver con el hurto de las cinco estatuillas de la mujer madre tierra en estado de gravidez tomadas y arrojadas al río Tíber, en Roma, en pleno desarrollo del sínodo. Ellas habían acompañado un rito indígena en los jardines del Vaticano, que marcaba el inicio de este evento en el que los pueblos indígenas de Amazonía estaban representados. Algunos católicos de derecha señalaron que francisco participó en un rito de chamanería. Luego de la búsqueda fueron rescatadas tres de las estatuillas y dos volvieron al agua definitivamente.

El final del balance de esta revolución provocada por la Encíclica coincide en su cumpleaños numero cinco con la crisis de salud pública y económica provocada por la Covid19 que nos nos puso de frente a los efectos para la vida humana del deterioro ambiental que hemos provocado. Francisco no se hizo esperar en convocar a los movimientos sociales con los que en su tiempo se reunió, para hablar de nuevo de las tres “T” y para decirles que “Espero que este momento de peligro nos saque del piloto automático, sacuda nuestras conciencias dormidas y permita una conversión humanista y ecológica que termine con la idolatría del dinero y ponga la dignidad y la vida en el centro. Nuestra civilización, tan competitiva e individualista, con sus ritmos frenéticos de producción y consumo, sus lujos excesivos y ganancias desmedidas para pocos, necesita bajar un cambio, repensarse, regenerarse”.

Este llamado tiene respuestas directas en una Comisión creada por el Vaticano de 5 subcomisiones para pensar el Poscovid219 que  coincide con la conformación de la Internacional Progresista.

También animó la consulta que está en pleno desarrollo iniciada por el Sicsal Oscar Romero en la que se pregunta a otros movimientos sociales y a personas en particular en los cinco continentes donde hace presencia, si “¿están dispuesto a participar en una iniciativa global para repensar este pos COVID19?; Quiénes podrían participar en ella? ¿Por qué?; ¿Cómo nos articularíamos? ¿Qué mínimos acuerdos éticos deberíamos tener para ésta articulación, en caso de que tengamos el interés de construirla?”.

Se trata nada más ni nada menos, como dijo San Oscar Arnulfo Romero, de buscar cambios profundos: "Hay que cambiar de raíz todo el sistema”. Esa es la expresión más exacta de la revolución empujada por Francisco en su Encíclica Laudato Si.

 

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