Le doy gracias a la vida porque me ha ofrecido amistades con formas de pensar y sentir diferentes, diversas. He podido compartir la vida con personas entrañables y llenas de profundidad, personas que podía caminar junto a ellas desde su agnosticismo, desde su ateísmo, de esa fe que dice que «debe existir algo», y yo desde mi fe en el Dios de Jesús de Nazaret, en Jesucristo. Encuentros llenos de respeto y apertura. Nos unía el cariño y la lucha por un mundo más humano, cada uno desde nuestras creencias. No había rechazo, a pesar de la crítica a la institución eclesial y a esa historia en la que conviven las miserias y las crueldades con la grandeza y la promoción de la dignidad humana.
Me cuesta entender a esa parte del clero que aboga por la ultraderecha porque dice que es la que defiende a la Iglesia y muestra rechazo al Gobierno actual, sobre todo, a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias; una ultraderecha, en general, que muestra una fe, pero una fe desde el odio y el rencor.