Desde el mes de marzo se ha escrito muchísimo sobre el Covid 19. Solo quiero aportar modestamente algunos pensamientos desde mi identidad cristiana en una Región desconcertante.
Esta pandemia ha trastornado muchos proyectos y está dejando muertes y sufrimiento, sobre todo de personas ancianas y personal sanitario. La crisis del coronavirus ha llevado a la humanidad a una profunda crisis económica, pero quienes más la están sufriendo son los pobres tanto en Europa como en los países de América Latina, África y Sureste Asiático. Esta crisis, señala el papa Francisco, nos reta a «sacudir nuestras conciencias dormidas y permite una conversión humanista y ecológica que termine con la idolatría del dinero y ponga la dignidad y la vida en el centro. Nuestra civilización, tan competitiva e individualista, con sus ritmos frenéticos de producción y consumo, sus lujos excesivos y ganancias desmedidas para pocos, necesita realizar un cambio, repensarse y regenerarse».
El sistema capitalista neoliberal configura personas esclavas del consumismo. Ha convertido el capital en un dios y a los seres humanos en piezas del sistema. Mientras unos buscan la paz, sueñan y luchan por otro mundo alternativo, los poderes económicos controlan los destinos de la humanidad, se enriquecen saqueando los bienes naturales del planeta. Las naciones más poderosas promueven guerras e intervenciones militares que generan destrucción y muerte. Duelen las guerras. Duele el hambre en África. Duelen las muertes de migrantes y refugiados en el Mediterráneo. Duele la muerte y represión en la frontera mexicano-estadounidense. Duele este mundo. Un mundo que no convence con un sistema sin viabilidad.
Lo más peligroso de la pandemia del coronavirus es el miedo que paraliza, el aislamiento evasivo, el buscar culpables, sin ir a las causas que generan nuevas enfermedades. Se destruye la biodiversidad. Se maltrata la Tierra y esa Tierra maltratada es la que produce estos virus.
Consecuentemente, el reto es transformar este mundo, cambiando de rumbo su destino, luchando contra el sistema de muerte que se nos ha impuesto, buscando otro modelo socioeconómico justo, equitativo y profundamente humano donde el bien común esté por encima de los intereses privados, donde se cuide con responsabilidad y ternura la Tierra, nuestra casa común. San Óscar Romero decía que «hay que cambiar de raíz todo sistema de muerte para que florezca la vida».
El Covid 19 nos está exigiendo un cambio profundo personal y estructural. No queremos volver a lo de antes, a la ´normalidad´, en donde los de siempre sigan explotando al pueblo, usurpando los recursos naturales, contaminando el medio ambiente y agudizando el hambre de millones de personas. Urge una nueva manera de pensar y sentir, siempre abiertos solidariamente para compartir con las personas que lo necesitan, siendo luz de esperanza para todos y todas.
Buscamos construir una nueva sociedad donde la justicia y la fraternidad sean globalizadas, enfrentando el individualismo egoísta neoliberal, abierta a la acogida de inmigrantes y refugiados, respetuosa de la diversidad cultural y religiosa y con una reconversión ética de la actividad política. La política debe ser un servicio al pueblo, particularmente a los más desfavorecidos, no una plataforma de dominación, de especulación financiera, de corrupción y de confrontación, como hemos visto los últimos años en España.
Preocupa el avance de los partidos de ultraderecha en el mundo y concretamente en varios países europeos y concretamente en nuestra Región. Han entrado en una dinámica de difamación, insulto y difusión de mentiras como arma política para abrirse paso hacia el poder, generando confusión, división, racismo, xenofobia y odio en la sociedad. Estas actitudes de descalificación del adversario están intoxicando el ambiente social y degradando los valores humanos. Estos partidos se consideran católicos. Sin embargo, hacen caso omiso de las exigencias del Evangelio. Sus actitudes se asemejan a la de los fariseos a quienes Jesucristo llamó «raza de víboras y sepulcros blanqueados que por fuera aparecen limpios y por dentro están llenos de corrupción».
La crisis es una oportunidad para desintoxicar nuestras mentes y para cambiar de rumbo, tanto en lo personal como en lo estructural. Es por eso que yo pienso que, en lo personal, es necesario cambiar la manera de ver el mundo y la realidad que nos rodea. Si miramos esta realidad con lentes negras todo lo veremos oscuro. Si la miramos con lentes verdes todo lo veremos verde. Si la miramos con lentes rojas todo lo veremos rojo. Si la miramos con lentes azules todo será azul? Urge desprendernos de las lentes que nos ofrece el sistema dominante, para ver el mundo con las lentes transparentes y limpias del amor a la humanidad y al ecosistema. Como creyente proclamo que es necesario ver, escuchar y sentir la realidad con los ojos, oídos y el corazón de Dios. Lo cual nos llevará a la acción. Es tarea de toda la sociedad consciente buscar caminos nuevos para luchar juntos y contribuir a este cambio.