
Hoy, muchas personalidades relevantes del mundo, académicos, intelectuales, premios Nóbel de la Paz, líderes políticos y religiosos de las distintas religiones reconocen en Francisco un líder de la humanidad. Su estilo de vida sencillo y coherente así lo atestigua. Proclamaba lo que vivía y vivía lo que proclamaba, por eso su palabra adquirió credibilidad en todo el mundo. Francisco fue un Papa con gran sensibilidad evangélica por las personas más vulnerables. Insistió en que evangelizar es humanizar este mundo. Proclamó que Jesús vino a instaurar un nuevo estilo de vida basado en el amor y la fraternidad universal.
Fue un hombre profundamente sensible al sufrimiento de la gente, pobres, enfermos, migrantes, víctimas de las guerras, refugiados, niños de la calle, desempleados, jóvenes desorientados… Por eso insistió que todo evangelizador debe “tocar la carne sufriente de Cristo en el pueblo” (Evangelii Gaudium).
Denunció el desarrollo económico que no tiene en cuenta el desarrollo humano global. ”Ha llegado la hora -dijo- de aceptar cierto decrecimiento en los países ricos, aportando recursos para que puedan crecer sanamente los países subdesarrollados…La situación actual del mundo provoca una sensación de inestabilidad e inseguridad que a su vez favorece formas de egoísmo colectivo… Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir” (Laudato si).
Por eso llamó a un cambio de la conciencia y a un estilo de vida sobrio y sencillo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo. Asimismo, llamó a un cambio de las estructuras socio-económicas y exhortó ”a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética a favor de todos seres humanos, particularmente de los más desfavorecidos”.
A Francisco le dolía la falta de solidaridad con la humanidad sufriente. Uno de sus primeros viajes fue a la isla de Lampedusa para encontrarse con los inmigrantes y refugiados que llegaban a este lugar, muchos de ellos sobrevivientes de naufragios. Allí gritó que es una vergüenza lo que está ocurriendo en Europa y en el mundo. Hizo una llamada a la cooperación para resolver las causas estructurales de las migraciones y de la pobreza y promover el desarrollo integral de los pueblos del Sur. Insistía en que los bienes de la tierra tienen un destino universal y que el bien común está por encima de los intereses privados como ya lo habían dicho los anteriores Papas.
Denunció con valentía la falta de ética en la sociedad, en la economía y en la política. Por eso dijo: ”Molesta que se hable de ética, molesta que se hable de solidaridad mundial, molesta que se hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de un Dios que exige un compromiso por la justicia”. E hizo una imperiosa llamada a reconstruir los valores éticos en la sociedad. Porque la crisis de valores éticos es la mayor crisis del mundo de hoy.
Este Papa, al igual que Juan XXIII, fue un hombre de diálogo y de paz. Buscó el diálogo al interior de la Iglesia y con todas las confesiones religiosas en orden a contribuir al desarrollo de la Paz que nace de la justicia. Denunció insistentemente el uso del armamentismo y la violencia como medio de resolución de conflictos. Se opuso radicalmente a la guerra.
A Francisco le preocupó la degradación del medio ambiente, la casa de todos los seres vivos. La paz del mundo tiene mucho que ver con el cuidado de la Naturaleza y con el bien común. Porque el clamor de los pobres está unido al clamor de la tierra.
Para hacer frente a los graves problemas que sufre la humanidad, tanto humanos como ambientales, proclamó la necesidad de la conformación de una verdadera Autoridad política mundial. De ahí la necesidad de una refundación de Naciones Unidas, para acabar con el hambre en el mundo y velar para que nunca más se acuda a la guerra como medio de resolución de conflictos. Con Francisco se abrió un proceso eclesial de esperanza, profundamente evangélico y humanizador.
Es cierto que ha tenido muchas críticas dentro y fuera de la Iglesia. Él era consciente de ello, pero sabía muy bien que también Jesús fue difamado y perseguido por los poderosos de Israel, a quienes llamó sepulcros blanqueados. Francisco tenía muy bien asumidas aquellas palabras de Jesús: “Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentiras digan contra vosotros todo género de mal por mi causa”. Los fariseos de nuestro tiempo le llamaron “comunista”. Pero él no se inmutaba, siempre perdonaba y oraba a Dios por quienes le criticaban. Verdaderamente, Francisco fue un profeta de Dios, un santo, luz y esperanza para toda la humanidad. Su testimonio de vida y sus causas no mueren, siguen vivas.