Alguien se preguntará por qué un teólogo reflexiona sobre las macrogranjas. La teología no se dedica a discutir sobre el sexo de los ángeles sino a iluminar, desde la fe, la realidad humana. Quien haya leído las encíclicas Laudato Si y la Fratelli Tutti y tenga un mínimo de sensibilidad ética, social y ecológica, comprenderá lo que digo.
Al hablar de macrogranjas nos referimos a las grandes naves donde malviven miles de animales (vacas, cerdos, pollos…), consideradas como industrias cárnicas intensivas, cuyo lema es producir mucho, rápido y al menor coste. Pero, ¿a qué precio? Las macrogranjas porcinas producen cantidades ingentes de purines, desechos orgánicos mezcla de defecaciones, restos de pienso y agua. Se generan al año 62 millones de metros cúbicos de purines que se expanden en tierras de cultivo y se van al subsuelo, y son una de las principales causas de la contaminación y envenenamiento de las aguas subterráneas. Este modelo provoca la "pérdida de biodiversidad e impactos negativos para la salud de las personas y del planeta.
La ganadería intensiva es cada vez más cuestionada en todo el mundo por los problemas sociales, medioambientales y sanitarios que provoca. En España es responsable del 14,5% de las emisiones de efecto invernadero, solo por detrás del transporte (27,7%) y la industria (21,4%).
Los controles sanitarios han detectado la contaminación de agua por nitrato (deshecho potencialmente cancerígeno derivado principalmente de los purines) en las redes de distribución de agua en 4.243 de los 8.131 municipios españoles, en los que consumir agua del grifo comporta un evidente riesgo para la salud, según datos oficiales.
España incumple sistemáticamente la normativa europea sobre contaminación del agua y del aire. Recientemente la Comisión Europea ha denunciado a España ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea por incumplir la Directiva de nitratos y no haber tomado medidas suficientes contra la contaminación de los acuíferos.
Sectores interesados han querido presentar la ganadería intensiva como solución a la España vaciada. Pero está claro que esa industria no fija la población ni dinamiza la economía de las zonas rurales. Son explotaciones muy automatizadas que requieren muy poca mano de obra. Esa ganadería destruye el triple de empleos de los que crea, que son muy precarios y mal remunerados.
El ministro español de Consumo, Alberto Garzón, mostró su preocupación por la contaminación que conlleva el excesivo consumo de carne de animales criados en macrogranjas. Sostuvo que éstas no son sostenibles, ya que generan “un impacto ecológico descomunal”, además de producir carne de peor calidad y esconder en sus instalaciones "maltrato animal". El convenio europeo de protección de los animales en explotaciones ganaderas señala que los países deben "proteger a los animales de granja de cualquier sufrimiento o daño inútil, debido a las condiciones de alojamiento, alimentación o cuidados". En las macrogranjas miles de animales (cerdos, vacas y pollos) viven toda su vida hacinados, encerrados en naves industriales sin ver la luz del sol.
Muy distinta es la explotación extensiva tradicional, cuyos excrementos, mezclados con paja, son un residuo más sólido que no se va al subsuelo. Por eso Garzón mencionó la ganadería extensiva como "ambientalmente sostenible". Dijo que “los españoles no tienen que dejar de comer carne”, pero sí comer “menos cantidad y de buena calidad, por el bien de su salud y la del medio ambiente”.
Sin embargo, la derecha política y empresarial no tardó en sacar su artillería contra el ministro, acusándolo de atacar al sector ganadero y agrícola español y exigiendo su dimisión. También se agregaron a la ofensiva algunos miembros del Partido Socialista, declaradamente neoliberales. El ministro Garzón no dijo nada que no hayan afirmado organizaciones y científicos ecologistas y dietistas. Son asuntos que están presentes en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, firmados por España. Sin embargo, aboga a favor del apoyo a la ganadería extensiva y sostenible, que aparece en todas las estrategias climáticas y medioambientales tanto a nivel nacional como europeo. Su puesta en práctica podría prevenir hasta 12 millones de muertes prematuras al año, ya que reduciría considerablemente enfermedades crónicas como las coronarias, las cerebro-vasculares, el ictus, la diabetes y algunos tipos de cáncer.
En conclusión, la “transición ecológica” exige dejar atrás las macrogranjas, modelo insostenible, y desarrollar más la ganadería extensible. Lamentablemente, la oposición política española ha convertido la política de este país en un estercolero mucho más pestilente que los purines. En vez de proponer alternativas con argumentos serios y bien fundamentados, se dedica a crear mentiras y lanzar insultos, que lo único que hacen es generar un clima rancio de confrontación y polarización.
¿Qué mal hace el ministro Garzón advirtiendo que las macrogranjas son un disparate medioambiental y la peor forma de producir carne?
(Este artículo fue publicado en el diario La Opinión de Murcia, el 10 de enero de 2022)
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