El 10 de diciembre de 1948, después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, la Asamblea de Naciones Unidas emitió la Declaración Universal de Derechos Humanos, la cual significó un avance para la humanidad en orden a la construcción de una sociedad libre de discriminaciones, justa y digna. Este acontecimiento fue un paso trascendental en la toma de conciencia de la dignidad de la persona sin importar raza, cultura, lengua, nacionalidad, religión, género o condición social. Estos derechos son la materialización del deseo de un mundo más justo, equitativo y solidario, constituyéndose en el criterio fundamental de la ética social.
Esta Declaración fue un reto para cambiar aquellas estructuras socioeconómicas y políticas injustas, discriminatorias y causantes de pobreza y hambre en la inmensa mayoría de la humanidad y destructoras del medio ambiente.
Celebramos este año el 75 aniversario de esta Declaración. Sin embargo, cuando fue elaborada en 1948, todavía no se concebían los derechos de la naturaleza como parte intrínseca de los derechos humanos. No existía la crisis climática que hoy padecemos ni se manifestaba como una urgencia. No se percibía el cambio climático con el calentamiento global, ni la creciente desaparición de la biodiversidad, ni la desertización de vastas áreas de la Tierra, ni la contaminación del aire, ni el envenenamiento de los suelos…, como se percibe hoy día.
Hoy hemos tomado conciencia de que los seres humanos no somos dueños y señores de la naturaleza, sino parte de ella. Vivimos interrelacionados con ella. Vamos tomando conciencia de que todo lo que existe se encuentra interrelacionado y unido a través de una maravillosa trama de relaciones. Cada ser compone un eslabón de la inmensa corriente cósmica. Todos los seres de la naturaleza tienen dignidad y derecho a vivir. Los Derechos de la naturaleza se complementan e interrelacionan con los Derechos Humanos individuales, económicos, sociales, políticos y culturales. Y se potencian mutuamente.
Por todo ello, sugiero que Amnistía Internacional presente a Naciones Unidas la propuesta de incluir en la Declaración Universal de Derechos Humanos un nuevo artículo sobre los derechos de la naturaleza. El momento histórico que vivimos lo está exigiendo.
Los Derechos Humanos han evolucionado desde los de primera generación (derechos civiles y políticos) y segunda generación (derechos económicos, sociales y culturales), hasta llegar hoy a los derechos de la naturaleza. De este modo, los Derechos Humanos se contemplan indisociablemente unidos a la defensa, cuidado y protección del medio ambiente. Es necesario dejar de ver la naturaleza como objeto para contemplarla como sujeto. De ahí surge el desafío de reconocer los derechos de la naturaleza, pasando de un mero enfoque antropocéntrico a uno más socio-biocéntrico que reconozca la indivisibilidad de todas las formas de vida.
Los Estados y toda la ciudadanía tienen el deber de proteger el medio ambiente y adoptar medidas que frenen el cambio climático, elaborando planes de desarrollo sostenible a todos los niveles. La Declaración Universal de los Derechos Humanos es el punto de partida que debe marcar la marcha de toda la humanidad. Nos reta a soñar que es posible construir un mundo distinto, más humano, más feliz y más respetuoso con la naturaleza. No se pueden separar del cuidado de este hermoso planeta, su suelo, sus aguas, su aire, porque la Tierra es nuestra Casa Común, la casa de todos los seres vivos.
Fernando Bermúdez López
Miembro de Amnistía Internacional y de Justicia y Paz. Murcia.
Agosto 2023